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Consejo de Europa: revolución en la intimidad

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Política

Esta organización europea por la democracia con sede en Estrasburgo defiende los Derechos Humanos en Europa y lucha contra su falta de visibilidad entre la población.

“Es casi revolucionario”, afirma Matjaž Gruden sobre el Convenio del Consejo de Europa contra la trata de personas, que ha entrado vigor el 1 de febrero de 2008 tras largos años de ratificaciones de los países miembro. El orgullo que muestra este esloveno tras el moderno escritorio de madera de su oficina lo comparte con el Consejo de Europa, de quien es Portavoz en Francia.

Esta pequeña revolución, que Gruden describe con pasión, no es perceptible para los ciudadanos corrientes fuera de este complejo de edificios de alta seguridad. El ciudadano de a pie se ve directamente confrontado con la realidad: las medidas de seguridad a la entrada del edificio. Primero, hay que quitarse el abrigo, luego se depositan los objetos metálicos en un recipiente; ambiente de aeropuerto: no es fácil ser autorizado a entrar en la fortaleza del palacio de Europa. Durante el periodo sin reuniones, al visitante sólo le esperan largos pasillos vacíos.

Bienvenido al Consejo de Europa. Este pulmón de Europa creado en 1949 y con 47 países miembro cuyos principios fundamentales –democracia, Derechos Humanos y calidad de vida– le son inalienables, tiene a menudo un complejo de inferioridad respecto al aparatoso entramado institucional de Bruselas, con poder ejecutivo y legislativo en los 27 países miembros de la UE. El Consejo de Europa en Estrasburgo es una organización interestatal sin estos poderes, de modo que sus decisiones no siempre tienen efectos directos –este es uno de sus mayores problemas-.

No obstante, su trabajo complementario logra cambios a largo plazo en ámbitos sociales y económicos fundamentales, como por ejemplo el Convenio contra la trata de personas. Una revolución silenciosa.

Sin curso claro a la vista

Al Consejo de Europa le falta un perfil claro, según Matjaž Gruden. Uno de los motivos históricos es su parecido con la UE. En cambio, en lo político también debería abandonarse el espíritu de competición con este otro organismo. A nivel psicológico el problema es la posición secundaria del Consejo, que ha perdido la importancia que aún tenía en los años setenta, desplazado por Bruselas.

Micaela Catalano comenta que el Consejo tiene un problema con su sede en Estrasburgo. Esta responsable de comunicación de la asamblea parlamentaria habla entre otras cosas de las malas comunicaciones respecto a otros centros políticos. Además, apenas hay prensa residente en Estrasburgo y la prensa en general no habla de los acontecimientos en la capital de la Alsacia. Sin embargo, los medios son la única posibilidad de darse a conocer entre el público. No es de extrañar que este sepa tan poco sobre el Consejo de Europa. Por motivos de presupuesto, el personal de la sección de prensa del Consejo se ve muy reducido. El jefe de prensa, Alun Drake, indica que en la página web se encuentran todo tipo de informaciones y archivos, quizás sean demasiados.

Más proximidad

El Consejo de Europa debe luchar contra la falta de visibilidad y transparencia al tiempo que lidia con un presupuesto austero. Todo esto a pesar de que posee un enorme potencial de experiencia especializada e influencia, tal y como aclara Matjaž Gruden: “Hace unos años, las ONG más importantes en el ámbito de los Derechos Humanos -Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (ai)- afirmaban que la única organización internacional con influencia en Rusia en este aspecto era el Consejo de Europa”.

Sin embargo, esto no ayuda a los que están fuera del sistema, ya que para éstos el Consejo, por su complejidad, parece una jungla. Por esta razón se debe mejorar la estrategia de comunicación, dando para ello importancia a los temas relevantes y más próximos y mostrando a los visitantes del Consejo su actividad en directo.

Pocas personas se ven conducidas hasta las puertas del Consejo de Europa, y no es de extrañar, ya que la institución europea se encuentra a las afueras de la ciudad. A su entrada, las 47 banderas de los Estados miembro se menean al ritmo que marca un viento glacial. Una última mirada atrás al cartel azul con letras blancas “Conseil de l'Europe - Council of Europe”, guardián de la democracia europea. La amplia Avenue de l’Europe conduce al acogedor centro histórico de la ciudad. Tras a penas dos kilómetros, nos encontramos ante la catedral, en medio de estrechas callejuelas y bares. ¡El Consejo de Europa parece ya tan lejano!

Fotos en texto: 1. Hemicilo del Consejo de Europa – Adanblang/Flickr: 2. Entrada del Consejo de Europa – Enno Dummer

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Translated from Europarat: Revolutionäre Intimität