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¿Con Dolly y contra la diabetes?

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Pronto, muchas enfermedades podrán remediarse con clones terapéuticos. La clonación de personas parece un fenómeno casi inevitable, pero de momento la experiencia "Dolly" se parece más bien a una película de terror.

La revolución de la medicina está a la vuelta de la esquina. Esa es al menos la opinión de los investigadores en genética que apuestan por permitir la clonación de embriones humanos con fines terapéuticos. Para enfermedades como diabetes, parkinson o problemas de médula dorsal podría encontrarse de esta forma una cura. En realidad, la ciencia está aún muy alejada de las perspectivas de aplicación de dichos métodos y además aún le queda enfrentarse al debate ético. Muchos críticos se oponen a cualquier tipo de clonación, ya sea reproductiva o terapéutica.

¿Obligación moral de clonar?

La clonación terapéutica y reproductiva se distinguen principalmente en su finalidad. Pero mientras que la clonación reproductiva de personas, cuya finalidad sólo es el propio clon, es criticada con unanimidad, cuando se trata de clones terapéuticos las opiniones divergen. La mayoría de las legislaciones nacionales prohíben el uso de embriones humanos como “proveedores” de células madre. Aquellos que se oponen a la clonación no critican tanto la instrumentalización del desarrollo del embrión como la “carnicería” que se realiza con el mismo. Sin embargo, cada vez más políticos y médicos alzan su voz para afirmar que lo contrario es una falta de responsabilidad. “Permitimos el aborto, la fecundación artificial, en la que se destruyen nueve de diez embriones"; "Entonces no podremos decirle a miles de enfermos o heridos allí: morid o quedaos lisiados, porque creemos que este plastocito, este montón de células, es más importante que vosotros”, argumentaba Jerrold Nader, demócrata estadounidense, en un debate en el parlamento americano.

¿Montón de células o persona?

A la postura escéptica de aquellos que consideran el “montón de células” del embrión como un ser humano se suman obstáculos técnicos y médicos. Después de que en el año 1996 se clonara -con la oveja Dolly- el primer mamífero, se pudieron observar resultados imprevistos en las clonaciones sucesivas de ratones, vacas, monos, cerdos y por último un potro de la raza Haflinger llamado Prometea. El temor que se extendió cuando Dolly murió prematuramente a los seis años se concreta cada vez más: los animales clonados envejecen antes que sus compañeros nacidos de forma natural. Además se detectan en la mitad de los animales clonados malformaciones en el corazón, el riñón y y los pulmones. Si bien se trata en este caso de clonación reproductiva, la diferencia técnica entre este tipo de clonación y la terapéutica es mínima: en la clonación reproductiva se insertan los plastocitos en el útero materno. Tanto las malformaciones como el escaso éxito –según el tipo de animal, sólo propspera uno de cada cien embriones- hacen que la clonación reproductiva de seres humanos sea casi impensable.

Los pioneros de la clonación que creen en ovnis

No obstante, a pesar de la oposición unánime frente a la clonación reproductiva, cuantos más resultados se obtengan de las investigaciones para la clonación terapéutica, más difícil será prohibir la clonación reproductiva. La secta raeliana demostró esto en 2002 y 2003 cuando anunció que había clonado bebés. Evidentemente nadie se creyó esta afirmación, en parte porque los raelianos se negaron a realizar tests genéticos con los que se pudiera probar la verdad detrás de la supuesta clonación. Pero el caso sí sirve para mostrar con qué facilidad una minoría es capaz de romper el consenso ético. También los médicos Severino Antinori y Panayiotis Zavos dicen haber clonado bebés.

Si por un lado existe una posibilidad para evitar la clonación de seres humanos, por otro sobran las iniciativas a nivel de Naciones Unidas. Dos veces ha fracasado dicha institución en llegar a un acuerdo para prohibir mundialmente la clonación reproductiva. Este otoño se enfrenta de nuevo a este tema. Una decisión que también vete la clonación terapéutica es improbable. Y eso que sobran las alternativas: con células madre adultas procedentes de la médula y de la sangre del cordón umbilical, se pueden criar células específicas. Además, algunos científicos han conseguido cambiar la “programación” de las células, es decir, activar y desactivar algunos genes en una célula ya desarrollada. No obstante, algunas legislaciones nacionales, entre otras la británica, permiten desde hace tiempo la clonación de embriones humanos, siempre que no exista la intención de dejar crecer el embrión hasta que se convierta en una persona.

Translated from Mit Dolly gegen Diabetes?