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Compartiendo el poder en Bruselas

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Los europeos han dicho "no" a la clase política moderada y han abierto las puertas a los escépticos y los populistas. ¿Es esto el comienzo de una nueva política "europea"?

Tras el 13 de junio Bruselas está alborotada. La escasa participación tanto en los nuevos como en los antiguos miembros ha puesto en duda la legitimidad del único órgano de elección directa de la UE. Los políticos europeos empiezan a comprender una amarga verdad: su éxito (o fracaso) se debe al voto de castigo a los gobiernos de los estados miembros. El pueblo ha hablado y el Parlamento Europeo ampliado tiene ahora más euroescépticos que nunca. ¿Cómo se las va a apañar el Parlamento para volver a conectar con sus electores? ¿Cómo manejará su poder de representante del pueblo en Europa?

El bipartidismo atacado

El acelerón de los partidos euroescépticos de toda clase, desde antieuropeos como el UKIP a los Eurorealistas checos y la June List sueca, revela un fracaso a largo plazo del bipartidismo y una desconfianza hacia la clase política moderada cuyos partidos transnacionales han dominado la política europea en los últimos 25 años. El partido más importante, con calidad de miembro potencialmente creciente (a partir de 200 a 270 escaños), el Partido Popular Europeo, permanece acusado dentro de sus propias filas de ser una falsa coalición que ha visto a federalistas compartir asiento con partidos euroescépticos solamente para aumentar peso en las votaciones clave.

Con la defección del UDF de Francois Bayrou y la configuración de un partido democrático europeo recién formado, el grupo de Hans Gert Pöttering podría perder sus federalistas y quedarse en un grupo de euroescépticos protestones. Todas las miradas están puestas ahora en el Partido Democrático proeuropeo que, de sentarse con la Coalición del Olivo de Romano Prodi y los liberales del ELDR en una coalición de centro, sumarían unos 100 miembros y podría hacer temblar el equilibrio de fuerzas del Parlamento Europeo.

Se rumoreó que los dos partidos principales impulsarían un acuerdo que les concediera una aplastante mayoría en el nuevo parlamento. Los socialistas (con 198 escaños estimados) lo han rechazado. Sin embargo, los pasillos se inundan de cuchicheos acerca de un posible trato entre el PSE y el PPE para repartirse la presidencia del parlamento. De ser cierto, TerryWynn (PSE, Reino Unido) ocuparía el puesto la primera mitad del periodo parlamentario, y Hans Gert Pöttering (PPE, Alemania) la segunda. Los partidos modestos han puesto el grito en el cielo y apoyan el golpe simbólico del anterior primer ministro francés Michel Rocard y del ex ministro de asuntos exteriores, el inconformista Bronislaw Geremek (ELDR), al bipartidismo.

¿Nuevos partidos políticos = reaparición de viejos problemas?

Pase lo que pase, todos los grupos, viejos y nuevos, hacen frente a la misma dificultad: la necesidad de forjar sociedades coherentes en un medio cada vez más dividido y disputado. Sin ellas, el clamor para superar los debates nacionales se lo llevará el viento y será imposible ganarse la credibilidad del público europeo. La meta debe ser el compromiso directo con el ciudadano de a pie, y esto solamente puede hacerse si cada grupo tiene una visión distintiva de lo que debe ser Europa.

Los euroescépticos están ganando esta batalla apelando a las identidades nacionales. Sin embargo, ¿pueden formar una minoría capaz de bloquear el Parlamento Europeo? Un somero análisis sugiere que es improbable ver juntos a todos los eurodisconformes. Algunos tienen un escepticismo constructivo, mientras otros como el UKIP tiene una agenda simplemente antieuropea y buscan, según sus propias palabras, la “ruina” del Parlamento Europeo. Con una línea nacionalista y antieuropea, es inverosímil que el Independence Party (con 12 de los 78 asientos del Reino Unido) tenga en cuenta en temas de mercado interior a los checos del ODS, que se definen como “euro-realistas” y pelean por la erosión del poder de las naciones en el sistema de voto de la Constitución.

Asimismo, es difícil ver sentados hombro con hombro a estos little Englanders y a los suecos de la June list –que desean definir los límites del eurocentralismo pero que no se oponen al proyecto en sí mismo. Por otra parte tenemos a los 7 miembros polacos del Parlamento Europeo pertenecientes al Samoobrona (o partido de “autodefensa”). Representando agricultores y trabajadores agraviados, son el partido de la desilusión, defraudados por los escasos réditos que han obtenido de la UE y por la corrupción inherente a su clase política nacional. A ellos sumamos a Paul Van Buitenen y Hans-Peter Martin, los solitarios guardabosques que luchan contra la corrupción, buscando una transparencia que es cabeza de un creciente movimiento populista, profundamente crítico hacia las instituciones pero no necesariamente antieuropeo.

La nueva agenda

Con un pedigrí político tan impuro, la política del Parlamento Europeo encara los 5 próximos años con previsión de mayores confrontaciones. Las cuestiones clave con respecto al futuro de Europa, la Política Agraria Común, la corrupción y los asuntos institucionales estarán con seguridad en la agenda de un parlamento más autocrítico, con unos miembros suficientemente enterados del escrutinio, es decir, de las necesidades de justificar su existencia.

Y ya que la reforma salarial de los miembros del Parlamento vuelve a la palestra, podemos suponer que se someterá a examen su verdadero papel –existe un amplio abanico, desde los ciertamente trabajadores a los gansos que dinamitan el sistema con su ausentismo mientras piden una mejora salarial. Este examen debe ser recibido con los brazos abiertos ya que podría promover un saludable debate y quizás un mayor espíritu político en el ámbito europeo.

Podríamos ver los progresos más interesantes en la relación del Parlamento con las restantes instituciones. Con unos poderes legislativos incrementados gracias a la nueva Constitución (en política de asilo, controles fronterizos, industria pesquera, agricultura y materia presupuestaria) cabe preguntarse si la confianza de los grupos políticos del Parlamento crecerá lo suficiente como para desafiar al Consejo en materias como la composición de la Comisión. Al mencionar a Chris Patten, Hans Gert Pöttering enfureció a ciertos Jefes de Estado, que reclamaban su derecho a tener un presidente de la Comisión procedente de su misma familia política. Sin embargo, a largo plazo, solamente un parlamento ratificado por el pueblo será capaz de realizar esta función con eficacia.

La función principal del Parlamento es la legislativa, y constituir un contrapeso efectivo a los Estados Miembros. Pero permanece confusa la idea de un Parlamento capaz de ser un negociador de hierro con el Consejo, debido a su división ideológica. No obstante, las voces disonantes pueden significar una mayor presencia en los Estados Miembros. Prodi ha afirmado recientemente que “la discusión es la especia de la democracia”. Esperemos que aparezcan pronto verdaderos partidos transnacionales que puedan disputarle el control a la Comisión y, sobre todo, desde la legitimidad del respaldo popular y cumpliendo su contrato con el pueblo.

Translated from Sharing the Power in Brussels