Clima de tensión en Budapest: los gitanos y la sociedad civil contra la derecha radical
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Alberto Haj-SalehDentro de pocas semanas Hungría pasará a manos de la derecha, mejor dicho, de la extrema derecha. En el país sólo queda un exiguo puñado de activistas dispuestos a remar contra la cada vez más fuerte corriente nacionalista. Pero son los propios activistas los que o bien van a la deriva, dispersándose, o bien han perdido del todo su fe en la política
“Ya veo fantasmas”, dice estremeciéndose Magdalena Marzovsky en medio de un grupo de manifestantes en la Heldenplatz de Budapest. El 6 de marzo la derecha radical había decidido desfilar por la Hosök tere (la Plaza de los Héroes), pero inmediatamente los neonazis han decidido anular la manifestación. En Hungría es época de batallas electorales. Las cámaras de seguridad identifican a cerca de un centenar de activistas: prácticamente ninguno ha ido a la manifestación. A lo lejos ondea una bandera húngara. ¡Afortunadamente no hay ninguna nazi! Delante marcha solamente un puñado de gitanos. “Veo por todas partes la cruz del Jobbik”, dice Magdalena aterrada.
El Jobbik es el movimiento de la derecha radical fundado en 2004 que ha conseguido tener un enorme crecimiento, sobre todo después de la crisis económica internacional. En su campaña, el Jobbik ataca principalmente a los gitanos, que representan cerca del 8% de la población húngara. Sobre el emblema rojo y verde del partido resalta una doble cruz blanca.
En Hungría la xenofobia, las promesas vacías y el anticapitalismo gozan de un terreno muy fértil desde hace ya años. En las elecciones europeas de 2009, el partido del Jobbik obtuvo el 14,7% de los votos. Ahora, el 11 y el 25 de abril aspirará al gobierno húngaro y, según una encuesta reciente del instituto de sondeos Gallup, hay bastantes posibilidades de que lo consiga. El Jobbik podría conseguir el 20% de los sufragios y colocarse por delante de los socialistas como segundo partido en el Parlamento. Una situación parecida a la de Francia en 2002, con la diferencia de que en este caso todo parece mucho más predecible.
“Aquí en Hungría se respira un clima de guerra civil”: la periodista Magdalena es la viva imagen de la desesperación. La sociedad civil activa en Hungría es bastante exigua. Se consideraba a las feministas “los motores del compromiso democrático” desde el principio. Andrea Alföldi es la fundadora del consorcio de las feministas de izquierda. Ya algunas semanas antes, durante el Día del Honor, había organizado una manifestación antifascista, pero ahora sobresale su ausencia como acto de protesta. “Para mí el objetivo original de la organización se pierde en cuanto se mezcla con la política”.
Todo este malhumor político colectivo se ha delineado particularmente a través del trauma de las mentiras del ex primer ministro socialista, Ferenc Gyurcsàny. El entonces presidente del MSZP (el Partido Socialista húngaro) en 2006 admitió que su partido había “mentido desde que se levantaba hasta que se acostaba” para ganar las elecciones, algo que provocó protestas en masa espontáneas. También habló de Hungría en términos de “tierra de putas”. Todo puesto en bandeja para los partidos de la oposición, Fidesz y Jobbik. Desde entonces se puede ver y escuchar a Gyurcsàny -el sucio judío- en numerosos vídeos de Youtube publicados por el entorno de la extrema derecha. ¿Los socialistas? ¡Unos traidores! En las mesas del Szimpla Kert, un club situado en una antigua fábrica siderúrgica, se encuentras pegatinas que imitan “El grito” de Munch, sobre la que hay escrito: “¿Otra vez Gyurcsàny? ¡Nunca más!”.
“La extrema derecha húngara es, sin duda, muy hábil. Ellos explotan los casos de corrupción en Hungría, la rápida difusión del anticomunismo y la xenofobia”, afirma el etnógrafo Peter Niedermüller, de 58 años, que desde hace un año y medio escribe un blog en el Népszabadság, periódico de la izquierda liberal. Niedermüller ha bautizado su blog Védgát ('punto de corte'). Con respecto a los actos simbólicos, el ex profesor de etnología y antropología cultural no tiene muy buena opinión: “No va nadie. Los jóvenes evitan las manifestaciones de ese estilo”
El rock contra el Jobbik
En Francia en 2002 los ciudadanos se echaron en masa a las calles cuando, por culpa de una elevada abstención, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas Jacques Chirac se encontró de frente a Jean-Marie Le Pen. En 2010 en Hungría la situación es más drástica. El líder del Fidesz, principal partido de la oposición, Viktor Orban, viene comparado ideológicamente al proprio Le Pen. Según los sondeos, la victoria de Orban y de los suyos podría ser aplastante: con una mayoría de dos tercios, los conservadores de la derecha podrían cambiar la Constitución.
El músico heavy metal András Vörös, de 38 años, mantiene aún el optimismo. Imagina un movimiento de protesta al estilo húngaro: “Espero que una onda expansiva se cierna sobre Hungría, tal y como ha pasado en Francia. A veces hay que hacer mucho ruido, funciona mejor. Pero es necesario dejar que las cosas sigan su curso. Me puedo imaginar a los jóvenes húngaros saliendo a las calles casi al límite: por ejemplo, con las mentiras de Gyurcsàny ha sucedido”. András le da otra calada a su Gauloises. El líder de la banda de rock underground Superbutt se ha comprometido este año en el proyecto Música contra el Racismo (Zare). En marzo Superbutt y otros grupos tocaron en el Gödör Klub reclamando una mayor tolerancia. “Un intercambio sincero, que ha sido importante. Un grupo gitano han hecho versiones de nuestros temas y viceversa”.
El acontecimiento ha sido organizad por la Foundation of Subjective Values, una ONG húngara patrocinada por Marcell Lorincz. A los 31 años, siendo estudiante en Pécs, había trabajado al principio para una radio sin ánimo de lucro, de la que posteriormente nació la iniciativa. Ahora asiste a un workshop sobre la tolerancia en una escuela húngara, coopera con otras naciones europeas u organiza otras protestas musicales de este tipo. “Desgraciadamente el antirracismo no es muy popular -afirma Marcell- y el gobierno intenta neutralizar nuestras actividades”. También András Vörös está cansado de la omnipresencia de la política: “Me gustaría que nuestra música y nuestro compromiso se mantuviese al margen todo lo posible de las luchas electorales. Si un político da un sólo paso en un club, nosotros paramos inmediatamente de tocar”.
El mensaje está claro: la política queda fuera. También es así como Alföldi ha justificado su ausencia con ocasión de la manifestación contra el fascismo. El proprio Marcell se ha mantenido bien lejos de la protesta. El activismo húngaro está todavía en pañales. “Muchos tienen miedo y los disidentes democráticos son todavía como pequeños brotes” dice Magdalena. Ella es la intérprete de Aladár Horrváth, un notorio activista gitano húngaro que se ha presentado a las elecciones. Su eslogan es “Cohesión”. “La última vez, en 2002, cuando Fidesz hizo una coalición con el Jobbik, tuve el impulso de abandonar el país. Pero moralmente eso no es aceptable. Mucha gente confía en mí. Si me marcho, debo ser el último, y sólo si es necesario. Hay que luchar en el campo de batalla para poder quedarse en casa. Si los gitanos no permanecen unidos, este país no tendrá ningún futuro”.
Agradecimientos aJudit Járadiy al equipo deCafebabel en Budapest
Fotos: ©habeebee/flickr; campaña de Jobbik ©jobbik.hu; campaña feminista ©AA; cartel de Gyurcsány DS; András Király ©; András Vörös & Marcell Lőrincz ©Fabien Champion
Translated from Bürgerkrieg, und niemand sieht hin: Budapests zivile Knospen gegen Rechts