Ciudades a flote
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"La humanidad naufraga en la orilla". Esta frase es, posiblemente, la más repetida en los medios desde que la foto del niño Aylan diera la vuelta al mundo revolviendo consciencias. La Unión Europea, Premio Nobel de la Paz en 2012, ha tardado demasiado en dar respuesta a una urgencia de primer orden y, ante la inacción de los Estados, han sido las ciudades quienes se han decidido a dar el paso.
Barcelona, Madrid o Valencia son sólo las más grandes de 55 localidades españolas que se muestran ya dispuestas a ofrecer hogar y comida a los ciudadanos sirios. Mujeres, hombres y niños de todas las condiciones, edades e ideologías que huyen de un complejo conflicto que enfrenta a 14 facciones en el último país laico del Medio Oriente. La “Red de Ciudades-Refugio”, como se ha llamado a este conjunto de municipios a propuesta de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, empezará de inmediato a recibir exiliados. Pero ¿a qué situaciones se enfrentan y cómo las resolverán?
A corto plazo
En 2007, Valencia inauguraba el Veles e Vents, un edificio de vanguardia que daba la bienvenida desde el puerto a los asistentes a la America’s Cup. Desde 2009 el edificio se encuentra sin uso convirtiéndose en un emblema del despilfarro. Joan Ribó, nuevo alcalde de la ciudad, ha propuesto este edificio para dar la asistencia de primera instancia a los refugiados, complementando así la propuesta del gobierno autonómico de usar ese mismo puerto para recibir a los refugiados en barco. Esta medida evitaría a los exiliados el tortuoso camino a través de Grecia, Macedonia y, especialmente, Hungría, donde el trato recibido no está siendo el más agradable. También evitaría que los sirios arriesguen sus vidas en las barcazas con las que cruzan el mar Egeo.
De este modo, las ciudades lanzan una ayuda de urgencia a los refugiados ofreciendo solución a su necesidad más inmediata: Salir del país de origen y tener un trayecto seguro. Una vez aquí, necesitarían cubrir otras necesidades básicas como la alimentación, el hogar, la sanidad y, por supuesto, la educación "para los cientos de niños que huyen arrastrando el trauma de la guerra", como indican desde el departamento de prensa en el Ayuntamiento de Valencia.
La reciente restauración de la universalidad en el sistema sanitario, retirada por el gobierno del PP en 2012, pondría solución a las necesidades médicas de los refugiados, pues la salud pública está de nuevo garantizada en nuestro país a todos los ciudadanos. ¿Y en cuanto al hogar? Según el último informe sobre el Derecho a la Vivienda de Amnistía Internacional, en España están vacíos el 30% de hogares construidos, es decir, 3,5 millones de viviendas disponibles.
El impacto de miles de nuevos ciudadanos llegando de la noche a la mañana a estas localidades es innegable, aunque los ayuntamientos no parecen preocupados. De hecho, en los consistorios más pequeños sumados a la red este impacto sería positivo, pues podría poner solución a la despoblación que padece el interior peninsular. Para coordinar esta llegada se han establecido diversos protocolos: Por un lado, la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias) pretende coordinar la distribución de los recién llegados, mientras ciudades como A Coruña han tomado la iniciativa abriendo un formulario web en el que se pueden registrar los coruñeses dispuestos a ayudar.
Y es que la respuesta de los ciudadanos ha sido masiva: Cientos de peticiones digitales a favor de la acogida, gente ofreciendo sus hogares en redes sociales o donando ropa y alimentos se suman a las escasas competencias de los ayuntamientos para dar una asistencia de calidad. La petición abierta por ACNUR al gobierno para interceder por los refugiados, por ejemplo, suma ya más de 150.000 firmas.
A medio y largo plazo
Pero los conflictos no se acaban de un día para otro y cabría asumir que la estancia de los refugiados puede ser duradera. Por ello, es importante que los hogares proporcionados sean estables, y no una solución transitoria. La vivienda es un problema generalizado en el Estado español, donde la vivienda social supone el 1,1% del total, frente al 32% holandés o el 23% austríaco, como indica el citado informe de Amnistía Internacional.
Aunque el estatuto de refugiado permite a los Estados restringir el derecho a trabajar, los gobiernos deberían plantearse también las ventajas de que los sirios acogidos accedan a un empleo. Muchos de ellos tienen un elevado nivel de estudios y podrían aportar no sólo riqueza material a nuestras ciudades, generando comercio y pagando sus impuestos, sino también riqueza cultural. Desde el Ayuntamiento de Valencia, por ejemplo, proponen que "si nos repartimos el trabajo, todos podemos acceder a él".
Los refugiados pasarían a ser uno más tras llevar años trabajando, viviendo y relacionándose con valencianos, barcelonesas, santiagueses o madrileñas. Un primer efecto sería el rejuvenecimiento de la población, algo de lo que el Estado del Bienestar está muy necesitado. Además, también tendrían hijos que, por derecho de nacimiento, serían ciudadanos españoles.
Pero al final, el mayor y mejor motivo para convertirse en ciudad refugio no es ni económico, ni social. Este motivo es que se trata de seres humanos pidiendo ayuda a otros seres humanos, y esto debería bastar para actuar. Los Derechos del Refugiado se crearon precisamente para responder a los exiliados europeos durante la II Guerra Mundial y, del mismo modo que en aquellos años nos acogieron en masa ciudades como Buenos Aires, La Habana o Nueva York, ahora nos toca ayudar a nosotros.