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CINE: El Pasolini extranjero de Abel Ferrara

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Cultura

Pasolini, la última y esperadísima película de Abel Ferrara, relata con determinación sincera el último día de vida del intelectual italiano pero se pierde en su propio artificio.

Después de tres años ausente de la gran pantalla, Abel Ferrara (Teniente corrupto y El rey de Nueva York, entre otros) vuelve con un homenaje a Pier Paolo Pasolini, una breve película biográfica que aparece con ocasión del cuadragésimo aniversario de la muerte del poeta. El motivo no sorprende pues el director neoyorquino es de origen italiano (su abuelo emigró de la región de Campania), vive desde hace años en Roma, se declara discípulo de Pier Paolo Pasolini y desde siempre ha sido amante de historias ambiguas, de personajes que dan de qué hablar y de temáticas como el crimen, la violencia y las oscilaciones de la moralidad. Y, como es sabido, el personaje de Pasolini está impregnado de todo ello. Pero ¿qué ofrece Ferrara al público con este reto?

Máscaras espectrales: El fantasma estadounidense del escritor 

El resultado es casi un retrato descriptivo. Willem Dafoe proporciona una máscara estupenda (el parecido físico es evidente), pero, a pesar de sus esfuerzos, el actor estadounidense sigue siendo un cuerpo sin alma. Su Pasolini es un cadáver mucho antes del trágico final. Faltan el espíritu cautivador y carismático, la dulzura, la duda y el orgullo del verdadero Pier Paolo.

Además, la desafortunada elección del bilingüismo da lugar a escenas absurdas: todos los actores italianos se expresan en italiano entre ellos y en inglés únicamente con Pasolini/Dafoe, quien pasa no muy ágilmente de su inglés americano a alguna frasecita circunstancial en su italiano americano. Una histeria molesta para un personaje que debería estar totalmente inmerso en la realidad que le rodea. El espectador queda desorientado, al igual que lo está el protagonista: Pasolini se convierte, en realidad, en extranjero, en un fantasma estadounidense del escritor.

Casi espectrales son también todos los demás elementos, desde los diálogos vacíos y forzados en inglés (que parece que estén ahí solo para resaltar todos los nombres italianos que se pronuncian) hasta los personajes secundarios caricaturizados, o desde la artificial ambientación de Roma hasta los episodios narrativos fuera de lugar.

En general, el modelo de película biográfica firmada por Ferrara busca el cruce entre un documental con demasiadas referencias y una ficción demasiado visionaria. Incluso pasando por alto la arriesgada puesta en escena final del asesinato, que aquí se ha hecho derivar solo de los insultos contra la homosexualidad (cuando ni siquiera se sabe bien todavía cómo sucedieron las cosas realmente), lo que llama la atención es la realización inédita de algunos fragmentos de sus proyectos inacabados el último libro Petróleo y la última película Porno-Teo-Kolossal. Ferrara imagina algunas secuencias de estas dos obras, imitando el estilo del último Pasolini que tendía a atmósferas extravagantes y a un erotismo irreverente, e incorporando a un ya anciano Ninetto Davoli que se presta al guiño.

Estamos frente a un asunto hipotético tan íntimo que, claramente, quema demasiado en manos de otros. Sin embargo, las divagaciones hiperbólicas de la mente del protagonista pretenden traducir un espíritu inquieto, una vida que se consume en el deambular del pensamiento y del cuerpo. El director pone mucho interés en representar el universo de Pasolini, del que enumera los elementos más relevantes y célebres como su pasión por la música y el fútbol, el amor por su madre, su complacida enajenación del sistema, sus invectivas despiadadas y su problemática sexualidad.

De las entrevistas y de los monólogos que se incluyen, que recogen las propias palabras del artista, traslucen la lúcida rebelión contra lo moderno, el deseo y la necesidad de experimentación expresiva, su compleja relación con el mundo y su carácter profético. Todo condensado en el toque oscuro, crepuscular y agresivo de Ferrara.

Difícil homenaje a Italia y a la herencia de Pasolini

Como explica el propio autor, la película es un homenaje a su país de origen, "a la lengua italiana y a Italia", una mirada extranjera, aunque sea externa, hacia una figura de la fascinación intelectual internacional. Es un gran acierto el haber escogido el último día de vida de Pier Paolo en la intimidad de su casa, de sus pensamientos y de sus evasiones, y se advierte también la escrupulosidad e incluso la pasión, a pesar de la poca naturalidad y la poca "verdad" de esta representación demasiado absorbida por la puesta en escena.

Si Pasolini afirmaba que la muerte conduce a una especie de montaje (cinematográfico) de la vida, Ferrara anticipa este montaje al último día. El último día de Pasolini quiere contener a todo Pasolini, mostrarlo a creyentes y a profanos, pero de él aflora realmente poco. Sombras que se alargan sobre el mundo, fantasías que se coagulan en la mente.

Marcado por la interrupción violenta de su vida, por sus reflexiones y por sus proyectos, el último periodo de Pasolini es, por lo demás, de carácter caótico e insondable: los Escritos corsarios, las Cartas luteranas o el ataque contra la "mutación antropológica". Es difícil adentrarse en el estado de ánimo de un poeta, quien, herido por los 33 procesos que sufrió, vivía el rechazo de una sociedad que condenaba la libertad de expresión bajo la protección de la moral burguesa y de una cerrada religión dogmatizada. "Estamos todos en peligro", advertía.

Hoy, Pasolini se ha convertido en el símbolo de un pasaje histórico complejo y problemático, una figura "no alineada" que ya había advertido sobre los riesgos de la mecanización, del desarraigo y de la homogeneización de una sociedad en la que no hay espacio para la "vieja" humanidad. Y en este sentido su voz todavía puede hablarnos, como amonestación y conciencia, y, a pesar de todo, traducirse en otro cine.

Pasolini - El tráiler

Translated from Il Pasolini straniero di Abel Ferrara