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Cine contra la monotonía cultural

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Default profile picture carolina rubio neira

Una pequeña comunidad de seguidores cinematográficos han dado nueva vida a la cartelera de Vilnius.

La entrada del antiguo cine Skalvija a orillas del río Neris resplandece de luz y seduce a los paseantes. En el interior, los jóvenes entran en calor en el Café Bruce Lee, que acaba de ser inaugurado. Las paredes están recién pintadas. Todas las mesas están ocupadas. Los invitados aguardan la próxima representación de Murderball, un documental cargado de emoción que narra la historia de un jugador de baloncesto en silla de ruedas. Greta Zabukaité, directora del Skalvija está radiante y afirma: “Desde el año pasado el número de invitados ha crecido en un 350%”

Un buen programa y mantas que abrigan

El programa del Skalvija va dirigido a un público exigente que prefiere el cine alternativo a las películas taquilleras de Hollywood. El público renuncia para eso a los grandes lujos: el cine no ofrece ningún sistema de sonido perfeccionado Dolby Surround. En invierno, las salas pueden resultar incómodas del frío que hace. Por ello, hay un programa muy variado y un montón de mantas que pueden tomarse prestadas en la puerta. Los espectadores no necesitan mucho más para pasar una agradable tarde de cine.

El trabajo del cine es mucho más que proyectar simplemente las películas; hace poco que Skalvija fundó una academia de cine para jóvenes talentos. Los estudiantes se atreven aquí a dar sus primeros pasos en la industria cinematográfica. Los jóvenes talentos aprenden de la mano de los profesionales el trabajo de los actores, la producción y técnicas de rodaje. Greta Zabukaité opina que “se promueve el talento de los estudiantes y se despierta su inclinación por el entretenimiento cultural”.

Entusiasmar a los jóvenes

Cambio de escena; en el Life Club, con decoración futurista, no lejos del centro de la ciudad de Vilnius, se han congregado cientos de jóvenes a las 19.00h. Tras una nube de flashes fotográficos se reúnen las estrellas de la televisión lituana. En medio de una suave música electrónica y con un montaje algo pobre se celebra la presentación del Kino Pavasaris de este año (“cine de primavera”). Es el mayor festival de cine de Vilnius. El pasado año acudieron casi 45.000 personas a ver las proyecciones. En dos años, los organizadores han duplicado el número de espectadores. Con la ayuda de películas galardonadas a nivel internacional, como Camino a Guantánamo o Taxidermia, la organizadora, Vida Ramaškiene, quiere superar el número de espectadores del pasado año. “Queremos, sobre todo, entusiasmar a los jóvenes. Si nadie se interesa por el cine en un futuro, desaparecerá”, opina Ramaškiene.

La preocupación por la supervivencia del cine de los directores de Lituania está justificada; en otoño de 2005 se cerró el mayor cine independiente de Lituania, el Lietuva. El edificio tenía que ser derribado. Los inversores planeaban construir en su lugar un bloque de viviendas exclusivas para la nueva clase pudiente que había surgido en la ciudad. Casi al mismo tiempo, el Ayuntamiento comunicó que el edificio del Skalvija se iba a vender también a inversores privados. El número de espectadores era ínfimo. El cine tenía grandes deudas. Parecía el fin de toda la cartelera de Vilnius.

Pérdida de la diversidad

Como ocurría antes ahora también. En Vilnius se ha extendido la monotonía cultural. En la época soviética se formaban, todas las tardes, largas colas a la puerta de los pequeños cines de la capital lituana. El cine ofrecía una de las pocas oportunidades para proteger la identidad cultural de Lituania. Cuando los lituanos van hoy al cine suelen ir cada vez más a los multicines junto a la playa, en los que se proyectan sobre todo películas taquilleras de Hollywood.

Hay que agradecer el gran compromiso mostrado por las personas entusiasmadas con el cine y la cultura que han hecho posible la existencia del cine alternativo en Vilnius. De esta manera, una iniciativa de los vecinos ha evitado hasta hoy que el cine Lietuva se haya derribado. Incluso aunque el edificio no se pueda recuperar. “El inmueble ha de seguir siendo la Casa de la Cultura”, exige Sarunas Bagdonas, dirigente de la iniciativa de los vecinos. Este ciudadano ha impulsado una acción judicial que investige las irregularidades acaecidas en la venta del edificio a inversores privados.

Mucho ambiente

El apoyo al cine independiente de forma voluntaria se ha convertido en algo prestigioso para los jóvenes. Por ejemplo, el cine Kino Pavasaris está siendo apoyado por treinta voluntarios. Se han presentado tantos voluntarios ante los organizadores que estos tuvieron que hacer una elección. Algirdas Ramaska, director comercial del festival, afirma “estar muy contento de la cantidad de ayudantes voluntarios. Sin ellos ya no existiría el cine kino pasavaris”.

Una de las ayudantes se llama Jurga Stakenaite. Es coordinadora y está al cargo de las cuestiones logísticas. Al mismo tiempo organiza con ayuda del Centro Cultural Francés de Vilnius un pequeño festival de cine en invierno. “En los últimos años se ha creado un ambiente muy vivo que hace todo lo posible por llevar al público interesado en la cultura buen cine que se aleja de la corriente popular del cine norteamericano”, opina Jurga.

Greta Zukabaite, directora del Skalvija, sólo puede decir encantada que “el año no tiene suficientes semanas para albergar todos los festivales”. Particularmente activas son las instituciones culturales de todos los países. Apoyarían algunas semanas cinematográficas o festivales de cine de artistas lituanos contando con la disponibilidad de películas gratuitas de sus países. Entretanto, Skalvija no tiene deudas. El Ayuntamiento ha desembolsado en diciembre de 2006 80.000 euros adicionales para poder presentar a final de año un balance estable, según afirmó Greta. Asimismo, la venta del inmueble todavía no está decidida. Sin embargo, es posible que el cine Skalvija se traslade, ya que las salas no pueden dar cabida a tanta gente. Greta Zabukaite tiene que sonreír. Hace año y medio tal cosa era impensable.

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Translated from Gegen den kulturellen Einheitsbrei