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Cinco razones para no ir al FIB

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Cultura

Si eres europeo y tienes entre 18 y 30 años este verano tienes que ir a un festival, tío. La música es lo de menos, vas a flipar, ya verás.

Tendrás la ocasión de ponerte hasta la pata con alguna sustancia prohibida que una chica con gafas de sol de colores introducirá en tu bebida, podrás pasear las camisetas que te has comprado para la ocasión, contar esa anécdota tan surrealista y divertida que te sucedió en un bar junto a varios famosos de la televisión y que tanto éxito ha tenido este año en tu clase, enseñar tu peinado retro (pero innovador al mismo tiempo) y lo más importante: decir que has estado allí.

Algunos festivales han encontrado un filón en esta nueva moda del consumismo musical que contagia a la joven tontuna general y se han convertido en grandes centros comerciales del sonido. Tras la explosión el pasado año de la 'burbuja de festivales', los promotores que han sobrevivido hacen como los grandes bancos (¡chorizos!), y se dedican a exprimir cada vez más a sus clientes en vez de agradecerles su supervivencia.

Yo no iré al Festival Internacional de Benicassim (FIB) este año, por citar un ejemplo de uno de los muchos festivales-negocio que se dedican a tratar a su público como judios en Auswitch solo porque son jóvenes, consumen drogas y no tienen la vehemencia suficiente para reclamar sus derechos. A continuación les doy a los lectores (y/o amantes de la música) cinco razones para que no se dejen engañar y hagan lo mismo.

Este grupo actúa en muchos festivales de verano

Primera (y más importante): el precio de la entrada

¿Como es posible que, actuando prácticamente los mismos grupos, el festival Superbock de Lisboa cueste menos de la mitad que Benicassim (180 frente a 88 €)? Si las grandes bandas son las mismas, ¿dónde está esa gran diferencia? ¿Estará en las letrinas? Es cierto, las de Benicassim son de película0 (como las de Trainspotting, quiero decir).

Segunda (y quizá más importante que la primera): el precio de la cerveza

Cinco euros por un poco de agua sucia (de grifo y caliente) me parece un abuso. Lo siento, pero llamar cerveza a una Heineken es tan estúpido como decir que Obama merece el premio Nobel de la paz.

Tercera: el cartel

Como todos los años, el cartel ha sido diseñado para atraer al público inglés, que abarrota las playas, orina en las calles del pueblo y se caga en las ya calientes aguas del Mediterraneo. Arcade Fire, The Strokes, Artic Monkeys… solo ha faltado MGMT para rematar la lista de productos rockeros de radio fórmula, todos ellos con directos bastante flojos, y que han arrasado en los últimos 4 años pero de los que nadie se acordará la próxima década. Con la digna excepción de Portishead, los conciertos prometen igual de divertidos que la boda real inglesa. Además, como en las ofertas de telefonía móvil, la estafa en la letra pequeña. Lean, lean y no se dejen engañar por las luces de neón.

Cuarta: el ambiente de pasarela.

La obsesión por la imagen convierte Benicassim en un ridículo desfile de moda a cuyo carro los hombres se han subido durante los últimos años y que me produce vergüenza ajena (y ganas de vomitar). Camisas de cuadros texanos abotonadas hasta el cuello (que impiden el riego sanguíneo al cerebro), gafas Woody Allen pseudo-intelectualoides y cuidados bigotes isabelinos son las últimas tendencias para los más nerds (los pringaos de la clase de toda la vida). Ellas, con su estilo vintage, a mi me parecen más bien sacadas de un hospital de enfermos mentales, con tacones sobre los que andar 10 horas, calcetines blancos hasta las rodillas y blusas lolitas de manga larga. Pero no te preocupes si no eres lo bastante moderno. Dentro del recinto encontrarás el Fibermarket y la Fibershop, donde hay casi más gente que en los conciertos, pero podrás ponerte a la última para intentar echar un polvo gracias a tu artificial indumentaria sin personalidad.

Quinta: el infernal camping

Acampados divirtiéndoseLa zona de acampada es comúnmente conocida en el FIB como 'el patatal'. Es fascinante que, ahora sin pagar ni un euro más, puedas experimentar lo que siente una patata cuando despierta cada mañana al salir el sol en el levante español y alcanza los 40 grados. Siempre que tengas suerte y puedas despertar porque eso significará que has podido dormir algo y que no hay ninguna rave dentro de la tienda de al lado con altavoces de 10.000 watios incorporados y silbatos carnavaleros. Pero no te preocupes, la discriminación y las clases sociales ha llegado a Benicassim como en el apartheid sudafricano así que, si eres rico, puedes permitirte un alojamiento VIP, con instalaciones aclimatizadas a tu categoría, piscina y hasta una terraza con vistas al camping de los pobres donde podrás reírte de ellos todo el tiempo que quieras.

Podríamos decir que el FIB es a los festivales de música como Ryanair a los vuelos europeos, pero encima pagándolo muy caro. Trata a sus clientes como ganado. Por eso, si no quieres seguir la estela de caca que deja a su paso la manada de ovejas que, alienadas, entran y salen del recinto, ven conciertos a 200 metros a través de las pantallas de plasma sin escuchar la música y consumen y consumen y consumen sin saber muy bien qué, cómo ni por qué, elije otro festival para pasártelo bien. Hay otros mucho más divertidos de los que uno no regresa con cara de gilipollas.

Fotos: portada y texto (cc) Fiberfib/flickr ; Arcade Fire © fib