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Chatroulette, el Sodoma y Gomorra de la web

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ester arauzo

"Pon a prueba tus fuerzas y ejercítate mientras todavía eres joven en lo que parece inútil y el vulgo considera mera palabrería, si no, la verdad se te escapará", nos dice Platón en su célebre diálogo Parménides. He aquí una máxima que nos da fuerzas y una razón para sumergirnos en el último escándalo de internet en materia de comunicación: Chatroulette.

Meses después de la explosión del escándalo, es hora de hacer un examen moral

¿Instrumento de perversión o, al contrario, de aculturación mundial? Las opiniones divergen. Detrás del origen de Chatroulette está Andrei Ternovskiy, un estudiante moscovita de 17 años, aparentemente sobrepasado por el alcance de su creación, que invita a la ruleta rusa del chat tanto a incondicionales como estrafalarios de todo tipo.

Agenda visual universal

Guitarristas aficionados, exhibicionistas, empollones, pervertidos, curiosos o aburridos. Hay de todo en esta webAquí no hay prohibiciones, ni límites, cada uno es el guardián de su persona y Juvenal (un poeta satírico latino del siglo I d.C., conocido por ser políticamente incorrecto) reina como dueño y señor a través de sus máximas. En este sitio web lanzado en noviembre de 2009, donde 500.000 visitantes únicos al día entraban a chatear en febrero de 2010, la única arma para luchar contra toda clase de desviaciones es el uso de la tecla 'report', que condena al ostracismo al culpable durante diez minutos. Como el justiciero tiene una posibilidad entre varios centenares de volver a cruzarse con el justiciable, la aplicación de esta represión virtual no tiene riesgo y tiene un efecto más o menos inmediato. Pero dejemos este aspecto policial del viaje para interesarnos por la población tal y como nos aparece. Es curioso mirar cómo esta muestra de la población mundial, en su heterogeneidad, se engancha a la primera sonrisa, a la primera seña de simpatía o de agresión.

Un minuto para existir

El hombre está ahí tal y como es, con sus vicios, su belleza y sus pasiones. Aristóteles nos enseña que dar una definición de un ser es atribuirle su género y su definición (en el sentido literal del término). El filósofo griego habría estado encantado. Aquí, cada ser tiene algunos segundos para mostrarnos quién es él realmente o quién querría ser, con el miedo de pasar por debajo de la cuchilla que representa esa tecla que lo excluiría de nuestra pantalla. A cada uno, su género: la bella se maquilla y quiere hacernos respirar sus encantos, el delincuente se entrega sin vergüenza al vicio en público y el letrado o el artista va en busca de discípulos o maestros para trasmitir o enriquecer su saber.

Los empollones se divierten 

La web no es, en efecto, lugar para tímidosPero cuando el rostro del inocente aparece, uno se pregunta cómo reaccionará delante del escaparate sin reservas de vicios. Porque hay que reconocer que en Chatroulette, la tendencia a la exaltación de los senos, digo, de los sentidos, es bastante devastadora. El paquete de los varones aparece con la misma frecuencia que su rostro. Hay que decir que el sitio, que muchos ven como el descendiente de Omegle, un chat anónimo frecuentado por ‘empollones’, tiene todo para incitar a las desviaciones del comportamiento. Y sin embargo, funciona. Quizás los ‘cerebritos’, estos fanáticos de internet acostumbrados a probar siempre las últimas plataformas de socialización virtuales, son cada vez más influyentes. En cualquier caso, su éxito dice mucho de los gustos que nos unen hoy en día: “Chatroulette hace estallar todas las barreras en materia de actitudes numérico-individuales taradas”, escribe un periodista del sitio abstrait-concret.

Comunidad para compartir, ¿qué?

Afortunadamente, la belleza y la pasión están presentes, al menos yo he tenido la suerte de encontrarme con ellas. La belleza se me ha presentado por la gracia visible del mestizaje de esta sociedad que desfila por la pantalla, que tiene como punto en común la sonrisa. La pasión la he percibido en el ardor con el que muchas personas comparten sus dones artísticos. Así, el joven guitarrista deja libertad a su habilidad sobre las cuerdas de su instrumento, mientras que el pintor muestra con gran orgullo su obra. Todas estas cosas son perceptibles sin que el factor de la lengua entre en juego. Se trata aquí solamente de una relación de humano a humano, un acto de compartir desprovisto de interés en la mayoría de los casos. Queda la pregunta de saber qué lugar tienen el compartir y la comunicación y si estos elementos no son víctimas de la proliferación del vicio.

Fotos: ©birdsigh/Flickr; imaginen con vídeos de Chatroulette: ©Daniel Semper/Flickr; fotomontaje :©Rétrofuturs/Flickr

Translated from Chatroulette, la Sodome et Gomorrhe du Web