Charlottengrad: El frío corazón del Berlín ruso
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Teresa Molés CasesA principios de los años veinte el barrio berlinés de Charlottenburg empezó a conocerse como "Charlottengrad", tras ser inundado por rusos que emigraron a causa de la revolución. Hoy la capital alemana alberga entre 200.000 y 300.000 rusófonos. Pero, ¿se consideran estos ciudadanos parte de la UE?
En el supermercado Rossiya, justo al lado de la estación de Charlottenburg, no hay escapatoria frente a productos rusos, como los dumpling (bolas rellenas), el vino, el vodka y el clásico chocolate Alyonka. Parece un sitio idóneo para empezar nuestro tour por el Berlín ruso. La tienda también ofrece una pequeña sección de cosméticos, ya que "las chicas rusas sólo confían en productos de maquillaje provenientes de Rusia", o al menos eso dicen. Los dependientes visten la misma camiseta roja, que orgullosamente reza Russia en azul y blanco con letras cirílicas.
Dejando la moda de Rossiya a un lado, y siguiendo con nuetro tour, es más conveniente hablar de la comunidad rosófona en Berlín, ya que sus miembros proceden de diferentes áreas y pertenecen a diferentes grupos étnicos. "De hecho, hay tres grupos", nos cuenta Stefan Melle cuando nos reunimos con él en su oficina de la organización de intercambio germano-ruso, Deutsch-Russischer Austausch. "Por una parte, están los llamados refugiados contingentes, judíos que llegaron de la Unión Soviética a través de un acuerdo administrativo con Alemania. Pero la mayoría de la comunidad es en realidad de ascendencia alemana. El tercer grupo está más diversificado, con diferentes procedencias de las antiguas repúblicas soviéticas".
EL BERLÍN RUSO
La organización de Stefan ayudaba, especialmente durante los años noventa, a los inmigrantes que llegaban a Alemania. Actualmente ya no llegan tantos. "Muchos son inmigrantes de segunda y tercera generación. Tienen su propio negocio, llevan a sus hijos a escuelas bilingües, están muy integrados en la sociedad".
Sin embargo, el concepto del Berlín ruso de los años veinte todavía se mantiene vivo para las generaciones de más edad, que viven una auténtica vida rusa en el suelo de la capital alemana. "Hay personas que nunca aprendieron alemán", dice David, un joven alemán de ascendencia rusa que vive en Berlín con su mujer rusa. "Supongo que su visión del mundo se corresponde con la perspectiva general de Rusia. Al fin y al cabo, siguen principalmente las noticias a través de los medios rusos".
Por tanto, parece improbable que estos berlineses sientan que pertenecen de algún modo a la Unión Europea, de la que en realidad forman parte. Efectivamente, "pertenecen mucho más a los estados nación, no tanto a las organizaciones transnacionales", explica Stefan. "Alemania suele asociarse positivamente con bienestar y estabilidad, más que la UE". David parece estar de acuerdo: "Pero las relaciones entre la UE y Rusia se debaten una y otra vez, particularmente con los sucesos en Ucrania".
UNA EUROPA EN PROBLEMAS
Inevitablemente, la crisis de Ucrania proyecta una larga sombra durante nuestra visita al Berlín rusoparlante. No obstante, según Stefan, el verdadero punto de inflexión en la percepción de la UE fue el año 2008. "Para muchos, la crisis significó el final de la UE como garante de bienestar. Ésta se debilitó y era incapaz de recuperar su economía. 2008 fue también el año del conflicto en Georgia, contexto en el que se culpó a la UE de haber hecho una lectura errónea y precipitada de la situación", indica.
Esta percepción negativa reinante de la UE no ha cambiado mucho desde entonces, más bien al contrario. Nuestra impresión se confirma cuando David nos presenta al padre Andrej, un sacerdote de una de las iglesias ortodoxas en Charlottenburg. Es corpulento, barbudo e intimida un poco. El padre Andrej parece que goza de mucho respeto en la comunidad. Mientras vamos a su despacho, los visitantes de la parroquia lo saludan a modo de reverencia. Muchos de ellos llevan allí a sus hijos los sábados al oficio religioso y a clases de lengua.
Cuando le pregunto su opinión sobre la integración europea, el párroco responde de forma categórica: "La UE es un error. Aquí, en la parroquia, debatimos sobre política europea. Nos preguntamos cuándo se desmoronará la UE. ¿Quién cree en este proyecto europeo? ¿Un proyecto de paz? ¿Qué ocurre con la problemática de Irlanda del Norte? ¿O las tensiones entre los alemanes y los griegos?".
GUERRA DE PROPAGANDA
Mientras culpa a la UE por su carácter dócil y cobarde y por someterse de forma poco crítica a Estados Unidos en el tema de Ucrania, el padre Andrej es más bien blando con respecto a su país de procedencia. "Sentimos una responsabilidad hacia el estado alemán, al que muchos de nosotros pertenecemos. Pero definitivamente no pertenecemos a la UE", zanja.
Muchos en la comunidad señalan los efectos perniciosos de los medios de comunicación, y los hacen responsables de una gran laguna que se va fraguando entre Rusia y la UE. El padre Andrej denuncia de forma vehemente la "guerra de propaganda" con ejemplos vagos sobre la cobertura mediática de la guerra de Georgia de 2008, pagada por Estados Unidos, a su modo de ver. Por su parte, David es más prudente. "Pero es cierto que si prestas atención a la cobertura de noticias sobre la crisis ucraniana, se pueden observar ciertos estereotipos reciminiscentes de la Guerra Fría", opina.
"Piensa en la fotografía de Volker Beck (político alemán), atacado por rusos violentos, homófobos y hostiles. Sobran las palabras. Mientras Rusia se siente orgullosa de ser una nación europea, aquí se la tiende a considerar un país del lejano este, incluso asiático. Creo que necesitamos estrechar lazos", agrega.
A LA ESPERA DE MERKEL
¿Y es el deber de Alemania desempeñar ese papel? Al fin y al cabo, el país tiene un legado histórico unificador entre Oriente y Occidente, y actualmente está gobernado por una canciller que habla ruso con fluidez, mientras su homólogo ruso mantiene lazos estrechos con el país germano en el que residió durante cinco años. "Alemania tiene un papel clave, pero está cometiendo graves errores a la hora de gestionar el conflicto ucraniano. A Merkel se la respeta, tanto en Rusia como entre la comunidad rusoparlante aquí en Berlín. Está haciéndolo lo mejor que puede, pero no se está enfrentando a los estadounidenses", se queja el padre Andrej.
David es menos crítico con su país de origen. Sin embargo, está convencido de que Alemania debería hacer mucho más para mejorar la frágil relación entre Rusia y la UE. "Me enfada ver todo el potencial que tiene Alemania y cuánto infraexplota las oportunidades que se le prestan. Alemania necesita convertirse en mediador e involucrar a Rusia. Si no, movimientos como los del Front National o Jobbik lo harán, pero no de un modo que sea bueno para Europa", concluye.
Para obtener más información sobre la organización de intercambio germano-ruso o Deutsch-Russischer Austausch, visita la web.
ESTE ARTÍCULO ES PARTE DE UNA SERIE ESPECIAL DEDICADA A BERLÍN. FORMA PARTE DE EU-TOPIA: time to vote, UN PROYECTO DIRIGIDO POR CAFÉBABEL EN COOPERACIÓN CON hippocrène foundation, LA COMISIÓN EUROPEA Y EL MINISTRO DE ASUNTOS EXTERIORES Y evens foundation.
Translated from Charlottengrad Revisited: The Cold-Hearted Europeans of Russian Berlin