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Cerdeña se sale de la fortaleza europea: No a los radares antiinmigrantes

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Anna Sanna

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Default profile picture María Lomeña

Política

Las revueltas populares del norte de África y los países árabes no tardaron en llegar a las puertas de Europa. Las nuevas medidas contra la inmigración, así como el replanteamiento del espacio Schengen, dan a entender que el viejo continente se siente asediado.

Para protegerse de la ola de miles de migrantes que toman el camino del mar, Europa piensa cubrir las costas italianas de radares antidesembarco de fabricación israelí. Pero los habitantes de Cerdeña no están por la labor.

Los sardos dicen 'no' a la tentativa de militarizar una vez más su territorio. Estudiantes, padres de familia, jubilados, profesores o alcaldes llevan semanas vigilando el lugar en el que se prevé la construcción del radar, impidiendo el acceso a los trabajadores. En la que es segunda isla del Mediterráneo se han establecido cuatro puntos de implantación en áreas de alto valor ambiental y paisajístico: Capo Sperone en la isla de Sant’Antioco, Capo Pecora en Fluminimaggiore, Ischia Ruggia en Sinis, y más al norte, en el maravilloso pueblo minero de Argentiera.

Los cuatro radares forman parte de una red nacional compuesta por 17 instalaciones divididas entre Cerdeña, Sicilia, Calabria, Puglia y Liguria, gestionadas por la Guardia di Finanza italiana (perteneciente a las Fuerzas Armadas). Los potentes radares de microondas (llamados EL/M-2226) son producidos por la empresa Elta Systems, controlada por la compañía estatal Israel Aerospace Industries Ltd. (IAI), gigante de la industria militar y aeroespacial. Con más de 30 metros de altura, son capaces de interceptar todo tipo de embarcaciones embarcaciones, incluso las más pequeñas, a una distancia de 50 metros de la costa.

La nueva estrategia de Frontex

Estas torres de guardia ultramodernas forman parte del plan de desarrollo de Frontex, la agencia de la Unión Europea que coordina la acción de los Estados miembro en la gestión de las fronteras externas. Su objetivo es defender la fortaleza de las oleadas migratorias del norte de África. La población sarda sin embargo, no comprende de qué o de quién tiene que defenderse. Todas las localidades destinadas a la instalación se encuentran en la costa occidental, en rutas que se alejan de las que habitualmente frecuentan los traficantes. Quizás Sant’Antioco, al sur de la isla, podía ser uno de los destinos elegidos por los contrabandistas de seres humanos como alternativa a Lampedusa, pero es difícil decir lo mismo de otros destinos como Argentiera.

Capo PecoraLos habitantes de esta pequeña joya incrustada entre los acantilados más occidentales del extremo norte de Cerdeña no se lo han pensado dos veces y han abandonado sus casas y subido hasta la Vedetta, la cima que domina el pueblo y el emplazamiento elegido por el gobierno para albergar la torre israelí. Han parado excavadoras y los trabajos de los operarios que se disponían a allanar el terreno para construir una alambrada de 36 metros de alto. Están dispuestos a vigilar para que no vuelvan y a proteger su territorio de las decisiones que imponen los de arriba. Lo mismo han hecho en otros tres lugares que optan a la candidatura de 'zona sitiada por radares'.

Una (desagradable) sorpresa para la isla

Se han creado comités espontáneos de ciudadanos, personas comunes que hasta hace pocas semanas no podían imaginar que cerca de sus casas se instalaría un radar y cuya existencia han sabido de casualidad. Nadie pensó en informar a los residentes, que se han enfrentado a unas obras ya comenzadas. Por ello la protesta saltó de inmediato, también por la red: desde el blog noradarcaposperone, que da un testimonio diario de la presencia humana 24 horas al día para impedir la fortificación, hasta las páginas de Facebook creadas por cuatro comités No radar. "La preocupación por el fuerte impacto ambiental y paisajístico se une a la de la salud de las personas. Las radiaciones no son peligrosas", asegura Almaviva, la compañía que tiene la contrata: la potencia de los radares apenas llega a los 50 vatios, menos que el microondas de casa.

35 mil hectáreas de la isla tienen ya un uso militar. Los sardos no quieren que la cifra aumente

Argumentos poco convincentes para los que viven cerca, en una isla que ya ha pagado un precio elevado en términos de vidas humanas: en Quirra, en la Cerdeña oriental, las autoridades judiciales están indagando sobre el uso de uranio empobrecido en el área del polígono militar de Perdasdefogu. Para los sardos, la lucha contra la inmigración clandestina es un simple pretexto para aumentar la militarización de Cerdeña, donde el ejército domina ya más de 35 mil hectáreas, cerca de un 62% de la superficie.

Para la asociación medioambiental Legambiente, el aumento de la militarización de la isla es inaceptable y culpan a un gobierno italiano del que dicen siempre ha demostrado escasa sensibilidad ambiental. Un grupo de parlamentarios sardos del Partito Democratico ha presentado una queja al Parlamento para que el tema sea objeto de debate nacional. En el referéndum consultivo contra la instalación de las centrales y puestos de almacenamiento en la isla el pasado 15 de mayo, Cerdeña rechazó en masa la energía nuclear con el 97,64% de los votos. Los sardos, después de la energía nuclear dicen un no decisivo también a los radares, lo que manifiesta una mayor voluntad de autodeterminación y la necesidad de implicar a las comunidades locales para que tomen así decisiones fundamentales para la isla.

Foto portada: (cc) Global Justice Posters/flickr; Fotos texto cortesía de NO RADAR/facebook

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Translated from L’Europa una fortezza medievale? La Sardegna si ribella ai radar anti-migranti