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Carnicerías

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Hay actos que no tienen nombre. Como el de Cho Seung-hui, el estudiante surcoreano de 23 años que, el pasado 16 de abril, mató a 32 personas a tiros en la Universidad Virginia Tech de Blacksburg, en los Estados Unidos. Sin motivos aparentes. Por otro lado, ¿cómo encontrar las palabras para definir las acciones de Robert Steinhäuser, de 19 años, en el Instituto Gutenberg de Erfurt, en Alemania, el 22 de abril de 2002? Aquél día, Steinhäuser mató a 13 profesores y un policía a sangre fría.

Pocos idiomas poseen un término adecuado para designar los asesiantos absurdos. ¿Cómo explicar que tales jóvenes se coinviertan en salvajes? En la mayoría de los países de Europa, se califica estos actos como “masacres”. Palabra que viene del verbo meitzan (“abatir”) en antiguo alemán pasado por el tamiz del vocablo latín mazacrium, que luego se convirtión en Francia en Massacre, el “matadero” de los vecinos galos. Sólo ingleses y alemanes disponen de un término específico para estos acontecimientos: hablan de running amok o Amoklauf. Un término que proviene de la palbra malaya mengamuk, que significa “loco rabioso”. En el origen designaba un fenómeno militar observado entre las castas de guerreros de Malasia, el sur de la India e Indonesia. Se trataba de un asalto llevado a cabo por soldados sedientos de sangre. El origen de estos dos términos subraya la imposiblidlad de estas carnicerías absurdas cometidas por Cho Seung-hui o Robert Steinhäuser. Quizás estos términos tengan por función tranquilizar a la población, en tanto son las cosas que no tienen nombre las que más aterran.

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