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Cannes, una historia de escándalos

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Cannes sus estrellas, sus escándalos... Durante 70 años, el Festival ha tenido que arreglárselas con las crisis de las estrellas. Algunas polémicas, sin embargo, han sacado a la luz el lado oscuro del cine. Comentario de tres de ellas.

El problema de los divos es que son incontrolables. En 70 años, el Festival ha dado buena muestra de ello: Bjork poniendo un huevo en las escaleras, Tarantino y su peineta al recibir la Palma de Oro, el pecho al aire de Sophie Marceau, el «yo tampoco os quiero» de Pialat a sus detractores... son algunas escenas de culto del Festival. Pero, más allá de lo anecdótico, algunas polémicas son reveladoras de realidades del mundo del cine. 

1979: Apocalypse Cannes

En 1979, Françoise Sagan presidió el jurado del festival. Siete meses después, la escritora se dirigió a la prensa para denunciar las presiones de los organizadores sobre los jurados. La víspera de la clausura, El tambor de hojalata había obtenido el favor del jurado en la votación preliminar; pero la dirección del festival no era del mismo parecer. Robert Favre Le Bret, presidente del festival, y Maurice Bessy, delegado general, visitaron a varios miembros del jurado durante la noche para indicarles su voto.

No hay que olvidar que aquel año el Festival de Cannes había invitado a un monstruo del cine, Francis Ford Coppola, con su último filme, Apocalypse Now. Conseguir su presencia no había sido fácil; el festival tuvo que echar mano de la cartera: avión privado, yate de 45 metros y varias suites en el Carlton a disposición del realizador. Todo era poco para tener al «Napoleón del cine», como le gusta que le llamen. «Órdenes y contraórdenes, amenazas de anulación a la menor contrariedad... Yo decía que sí a todo; aceptaba privilegios nunca consentidos», declara Gilles Jacob, responsable de la selección, en un libro aparecido en 2009.

Coppola es un megalómano al que es mejor no contrariar. El mensaje para los jurados era simple: Apocalypse Now tenía que llevarse la Palma de Oro. Mensaje recibido. Pero Coppola estuvo solo: tuvo que compartir el premio con El tambor de hojalata. Ofendido, se quejará a Gilles Jacob: «No me he llevado más que media Palma.»

En aquella época, los votos amañados y los juegos de influencias eran la moneda corriente del festival. Cuando no eran los organizadores los que hacían presión, eran los presidentes del jurado los que intentaban imponer sus preferencias. Se dice que en 1977 Roberto Rosselini, presidente del jurado, compró un voto con una joya de valor inestimable. En 1991, Roman Polanski empleó un viejo truco para que Barton Fink, de los hermanos Coen, se llevara el premio máximo: hizo beber al jurado. En 2009, Michael Haneke obtuvo la Palma por La cinta blanca. El problema es que Haneke era uno de los realizadores fetiche de Isabelle Huppert, presidenta del jurado. No hizo falta más para que los rumores de presión sobre el jurado proyectaran la sospecha sobre la Palma.

1983: Nada de fotos a la Adjani 

En 1983, con un César, un premio de Interpretación en Cannes y una candidatura al Óscar a la Mejor Actriz en su haber, Isabelle Adjani era una imprescindible. Estaba en todas partes, y en Cannes, claro. La actriz acudió aquel año al festival para presentar Verano asesino, de Jean Becker, en el que tenía un papel.

El escrutinio mediático permanente era demasiado para la estrella, que, en señal de protesta por la intrusión de los paparazzi en su vida privada, se negó a posar en el photocall, etapa tradicional de toda presentación de una película. Ojo por ojo, los fotógrafos denunciaron su comportamiento de diva boicoteando su paso por la alfombra roja, las máquinas de fotos en el suelo y la espalda vuelta al Palacio de Festivales.

Víctima de su propia trampa, Adjani explicó su estupefacción ante la situación: «Entré en mi habitación del hotel y me derrumbé como las niñas a las que castigan injustamente cuando las obligan a posar para la foto de familia.» Entre el deseo de escapar a la presión mediática y la necesidad de ser mirado e inmortalizado sobre la alfombra roja, la fama es una droga dura que produce esquizofrenia. 

2011: Von Trier, persona non grata

Un artista reconocido puede en ocasiones esconder un lado oscuro. En 2011, Cannes se convirtió en el festival internacional de la incomodidad gracias a Lars Von Trier. De forma excepcional, el director danés claustrofóbico y con fobia a los viajes, especialmente en avión, acudió a Cannes para presentar su película Melancolía. El entusiasmo se vino abajo en plena conferencia de prensa, y con él la campaña de promoción de la película.

Al ser interrogado por unas declaraciones a la prensa danesa en que confesaba su «gusto por la estética nazi», el realizador declaró sentir «simpatía por Hitler». «Sólo digo que comprendo al hombre. No es realmente un buen tipo, pero lo comprendo mucho y siento algo de simpatía por él.» «Oh, my God», dejará escapar Kirsten Dunst, la protagonista de la película, sentada a su lado. Pero no quedó ahí, Von Trier siguió: «no tengo nada en contra de los judíos. Estoy con ellos, por supuesto, pero no demasiado... Porque Israel fastidia bastante.» Consciente de haber ido demasiado lejos, el realizador intentó corregirse, pero solo empeoró las cosas: «¿Cómo salgo ahora de esta? [...] Vale, soy un nazi.»

Acababa de caer una bomba atómica sobre Cannes. El realizador presentó sus disculpas, pero era demasiado tarde. Gilles Jacob convocó un consejo de administración extraordinario que declaró a Lars Von Trier «persona non grata en el Festival de Cannes, y con efecto inmediato.» Lo nunca visto: un director expulsado. Pese a todo, Melancolía permaneció en la competición y Kirstin Dunst recibió el premio de Interpretación Femenina. Seis años después del escándalo, Lars Von Trier afirma estar negociando con los organizadores del festival su regreso a la alfombra roja para el 2018. 

Translated from Cannes, une histoire... de scandales