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Cancelar las ayudas agrícolas, no la deuda

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África no debe vivir de limosnas, sino de exportaciones, principalmente agrícolas.

La cuestión de la deuda externa de los países pobres, y de África en particular, resulta un verdadero problema. Sin embargo, muchas veces la comunidad internacional tiende a tratar este problema de modo ideológico y sobretodo ineficaz. Es el caso de iniciativas como las del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), o las propuestas de organizaciones no gubernamentales (ONG) como Jubileo. La verdad es que la UE y los Estados Unidos no adjuntan a estas iniciativas otras políticas de ayuda al crecimiento a través del comercio internacional, algo a lo que el Fondo europeo para el desarrollo no da acceso. Antes al contrario, durante los años 90’ los países ricos han obtenido una liberalización de sentido único: numerosas economías pobres han abierto sus mercados a las mercancías y servicios occidentales, sin que sus productos, por lo general agrícolas, encuentren salidas en occidente.

Tres días de camino para una reunión

A solicitud del G7, en 1996 el FMI y el BM pusieron en marcha la iniciativa más importante hasta la fecha para reducir la deuda externa de los países más pobres. De esta forma, los países más desarrollados reconocían la necesidad de reducir el coste de la deuda de estos países confrontados a un proceso complejo y muy largo de ajuste económico e institucional. El objetivo era reducir esta deuda externa hasta un umbral de viabilidad; la iniciativa a favor de los países pobres muy endeudados (PPME) vinculó a 41 países, situados casi todos en África, que representaban 600 millones de habitantes. En el año 2000, la deuda de estos países se acercaba a los 200 mil millones de dólares, representando el 10% de la deuda externa del conjunto de países en vías de desarrollo (PVD). La esperanza de vida en los PPME es 7 años inferior a la media de los PVD. Con la ayuda de instituciones multilaterales, la iniciativa PPME viene a ser un instrumento de lucha contra la pobreza –cada país debe definir una estrategia para luchar contra la pobreza y proteger a los sectores más frágiles de la población– en el marco de un programa de reequilibrio macroeconómico orientado a fomentar el crecimiento. Tal estrategia se traduce en un procedimiento de consultas muy complejo entre la sociedad civil y el gobierno, exigiendo grandes esfuerzos logísticos a países en donde carreteras y medios de transporte brillan por su ausencia: participar en una de estas reuniones puede costar 3 días de viaje. Los fondos de los donantes multilaterales y bilaterales cuentan con una bajísima tasa de interés (0,5%) reembolsable en 10 años.

La «trampa» monetaria

Hoy, 27 de los 41 PPME han alcanzado el umbral que se perseguía: su deuda externa ha disminuido de 77 mil millones a 26 mil millones de dólares. El gasto público destinado a la lucha contra la pobreza ha pasado de 6 mil millones de dólares en 1999 a 10 mil millones este año, y se prevé que alcance los 12 mil millones en 2005, mientras que el pago anual de la deuda ha disminuido de 3 mil millones a 2 mil millones. En cuanto a la estabilización macroeconómica, queda claro que los programas multilaterales han permitido controlar la inflación. Es más, los datos de crecimiento son positivos. Pero hay un problema: con la fuerte reducción de la inflación, las tasas de interés real han aumentado y pueden frenar el crecimiento, con lo que el programa de ajustes podría convertirse en víctima de su propio éxito en lo monetario, convirtiendo el crecimiento en insuficiente para garantizar el pago de la deuda externa. La extensión del programa ya se ha aprobado.

Las ayudas agrícolas siguen siendo el núcleo del problema

Junto a estos programas, muchas ONG solicitan la condonación total de la deuda, ya sea porque es inextinguible, insostenible, o porque su pago absorbe recursos que pueden ser invertidos en desarrollo. Se trata de una solución algo simple: el ajuste macroeconómico y la estrategia de ayuda a los sectores más frágiles continúan. En países en que el consumo para la supervivencia física supera la producción, la deuda volvería a acumularse al año de una hipotética anulación: y aún así, sería insostenible.

Es necesario que los países ricos, y en particular los Estados Unidos y la Unión Europea, se comprometan al aumento de los fondos de asistencia. Hoy por hoy, sólo dedican el 0,25% de sus respectivos PIB en vez del 0,7% prometido. De hecho, estos fondos siguen siendo más bien instrumentos estratégicos que ayuda humanitaria: la mayoría de los fondos de la agencia estadounidense para el desarrollo internacional (USAID) van rumbo a Egipto e Israel. Las ayudas son insuficientes: hay que ofrecer a estos países la posibilidad de desarrollarse económicamente.

La UE gasta vertiginosas sumas destinadas a la Política Agrícola Común (PAC), impidiendo a los países pobres el acceso al mercado europeo. Tendría que abrir de modo progresivo su mercado agrícola. Esto permitiría a los PPME desarrollarse gracias a la exportación y a sus recursos propios, no a la caridad. Pero es que además los consumidores europeos podrían pagar mucho menos por los productos agrícolas y las materias primas, contribuyendo así a aumentar su poder adquisitivo y el de los países pobres. Una solución en la que todos ganan...

Translated from Cancelliamo i sussidi agricoli, non il debito