Campaña electoral, campaña navideña: ¿Quién maneja los hilos?
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¿Qué será, será… del euro, del Estado de bienestar, de nuestro futuro...? Será lo que los mercados quieran. ¿Nos resignaremos a ser meros peones que votan tras las campañas electorales y que consumen por Navidad? Seamos ciudadanos rebeldes con una causa: desenmascarar a los mercaderes que se benefician de esta crisis especulativa.
En España, tras el bombardeo que para nuestras cansadas retinas, para nuestras exhaustas mentes y voluntades, ha supuesto la campaña electoral de las Elecciones a Cortes Generales (Congreso y Senado) del 20 de noviembre, llega ahora, como un obús inevitable, otra campaña no menos agotadora e inquietante: la navideña.
Campaña sobre campaña
La campaña navideña, recién inaugurada en Madrid capital, con sus luces de leds de bajo consumo, con sus decoraciones urbanas de años anteriores reutilizadas, usa los mismos eslóganes que la clase política durante las campañas electorales y dice “súmate, únete, compra algo, lo que sea, pero compra algo”. Una celebración cristiana que como un mantra de adviento reza: empleo, turrón y iPads para todos. Parece plausible deducir que ambas campañas, electoral y navideña, persiguen un mismo fin: reactivar la economía, sinónimo de alegría y regocijo en este siglo XXI, y, así, complacer a los mercaderes, poder fáctico, inefable. Y como objetivo adicional, no declarado, ambas campañas rezuman un subproducto con "retrogusto" a chamusquina: lograr hacernos sentir míseros peones en el tablero de juego del mundo.
Vota, compra, observa
Carteles, luces, eslóganes. Reclamos. Los políticos, los comercios llaman nuestra atención. Se nos necesita. Somos los electores, somos los consumidores. Somos una ciudadanía con derecho de sufragio, con derechos laborales a la baja, unos consumidores con poder adquisitivo lentamente mermado y, en el fondo, ellos lo saben, unos habitantes del primer mundo malcriados, mal acostumbrados a la buena vida que el Estado de bienestar de las últimas décadas nos ha regalado. Con tendencia al terror ante el cambio, iremos perdiendo derechos adquiridos, si bien protestaremos, como ya se ha hecho en Grecia, en Portugal…de una manera u otra, pero a día de hoy seguimos, como masa, siendo fácilmente manipulables porque aún albergamos la esperanza de que los recortes no nos afecten especialmente.
Se nos necesita. Somos los electores, somos los consumidores
En España, la propaganda electoral, con sus carteles azulados, del Partido Popular en las Elecciones del 20 de noviembre decía “Súmate al cambio”. Súmate, únete, vótanos a nosotros y acabaremos con la crisis con mano dura. Creemos que votamos porque somos demócratas activos, porque sabemos que la soberanía nacional reside en el pueblo que elige y controla a unos gobernantes que gobiernan con y para ese pueblo. Pero ahí están los gobiernos de varios países europeos que han sufrido cambios, que han caído en desgracia gracias al empujón propinado por la presión de los mercados, ese monstruo especialmente voraz con la deuda soberana últimamente, auténtico Leviatán desatado que ha llegado, incluso, a traer gobiernos de tecnócratas bajo el brazo.
Más de 10.800.000 electores confiaron su voto al PP en las Elecciones al Congreso con la esperanza de que las promesas de su campaña electoral se cumplieran cuanto antes: empleo para todos, saneamiento de las cuentas públicas, revalorización de la patria y de su deuda pública, en casa y en la esfera internacional… El fin último: recortar el déficit público, reducir la prima de riesgo, que mide el diferencial entre el bono español a diez años y el alemán del mismo plazo y erradicar sin concesiones, excepto en el caso de las pensiones, el despilfarro del Estado de bienestar. Tal y como está el panorama económico-financiero a nivel mundial, ni rogando al altísimo, a cualquiera de los dioses monoteístas en activo, se va a solventar la situación.
Que los otros dioses den la cara
Al final, será lo que quieran los mercados, que se nos presentan como omnipotentes, ubicuos e invisibles: como los mismos dioses. Observando sus jugadas, nos consumiremos, como ciudadanos, como Estados soberanos, a menos que se nos encienda una luz insospechada que nos guíe hacia alguna salida que, a día de hoy, aún no somos capaces de entrever entre tanta campaña que reclama nuestra atención. Si los mercados desean que elijamos a Gobiernos con tendencias neoliberales, el pueblo soberano vota a partidos conservadores; si los mercados desean la recuperación de la economía, nos lanzamos al consumo navideño. Pero, si nosotros deseamos ponerle cara a los mercados y desenmascarar a los culpables de esta crisis ¿se nos concederá este deseo?
Debería investigarse a fondo, con denuedo, hasta dar con las caras humanas de los mercados porque aunque tengan los atributos de los dioses, las personas físicas que se están enriqueciendo directa e indirectamente de las jugadas que en el tablero de la especulación financiera se pergeñan, existen. Se puede dudar de la existencia de los dioses e incluso se puede negar. Los beneficiarios de la actual crisis tienen nombre y apellidos. Deberían dar la cara. ¿Quiénes serán, serán…?
Fotos: Portada, (cc) lomo-cam/flickr; texto: © Cristina Mirinda.