Cacao: fantasías, vicios y virtudes
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Mònica Gil CastilloEntre las palabras de Balzac (“Quién sabe si el abuso del chocolate no tuvo algo que ver con el envilecimiento de la nación española, que en el momento del descubrimiento del chocolate estaba a punto de volver a empezar un imperio romano”) y la reacción de los británicos por el anuncio de la compra de Cadbury por la estadounidense Kraft, el cacao es tanto una delicia como objeto de nuestras
fantasías
“Dichoso chocolate, que después de haber recorrido el mundo a través de la sonrisa de las mujeres, encuentra la muerte en un beso delicioso que se funde en su boca”. Anthèlme Brilliat-Savarin, Fisiología del gusto
Las primeras huellas de la transformación del cacao en chocolate se remontan al testimonio de los conquistadores de las civilizaciones de América Central, concretamente, en la corte de Moctezuma. Después de que Bernal Díaz del Castillo, conquistador junto a Hernán Cortés, introdujera la idea de que el emperador Moctezuma bebía chocolate caliente para atraer los favores de las mujeres de su corte, la preciada haba de cacao ha provocado no pocas fantasías en las cabezas duras de los europeos. El cacao, alejado del alcance de los niños, estuvo reservado a los adultos hasta principios del siglo XIX, ya que era considerado un producto exótico y sus virtudes estimulantes, especialmente para curar la anemia, hacían pensar que ¡también podía actuar como afrodisíaco!
Medicina y cuaquerismo
Afortunadamente para los niños glotones, los industriales europeos se apropiaron de una bebida de élite para convertirla en un producto de consumo de masas. Y eso se debe a que, sorprendentemente, la mayoría de los patrones de las empresas de chocoloate estaban impregnados de los valores de los cuáqueros (grupo religioso independiente de origen anglicano). Los industriales del chocolate gestionan su negocio a la manera de un “buen padre de familia”. La marca de chocolate francesa Meunier, abrió una ciudad obrera en Noisiel (Francia), siguiendo el modelo del Falansterio de Charles Fourier (comunidad inspirada en el socialismo utópico), y los industriales Georges Cadbury en Inglaterra y Victor-Auguste Poulain en Blois, en el centro de Francia, le siguieron los pasos.
De pronto, el chocolate tenía buena prensa, visto que Meunier en Francia, Frey en Suiza y muchos otros no eran más que farmacéuticos reconvertidos, pues el chocolate pasó a ser apreciado por sus propiedades medicinales (es eficaz contra la anemia, aporta energía gracias a la teobromina, un primo de la cafeína, aporta magnesio, entre otras cosas). Incluso la Iglesia permite a los creyentes desde 1662 beber chocolate durante el periodo del ayuno. Hay que decir que las primeras tabletas de chocolate no verán la luz hasta 1847. Posteriormente, ya se sabe que las hay para todos los gustos, pero los añadidos industriales de los productos transformados no curan tanto como una buena taza de chocolate caliente.
¿Cadbury crea adicción?
¡Todo lo contrario, ellos se vuelven adictos! Como testimonio el periodista inglés, Jay Rainer, deThe Guardian que, después de la nueva compra de Cadbury por la norteamericana Kraft, evoca la manera tan inglesa de consumir chocolate: “Están todas ahí, comenta delante de la estantería de un supermercado, como todas las etapas de mi infancia: Topic y Bounty, Dairy Milk y Galaxy, Wispa y Twix, Kit Kat, Toffee Crisp, Flake, Star Bar, Maltesers”. No hace falta precisar que este tipo de caprichos contienen más manteca de cacao que polvo de cacao, los dos ingredientes base del chocolate, de los cuales, la manteca es el más calórico. Yo lo prefiero negro, en tableta, con un 70% mínimo de cacao. Por eso a veces me resulta difícil entender a Tim Richardson, autor de ‘Sweets: a History of Temptation’ (‘Dulces: una historia de tentación’). El autor afirma que “la gente asocia los dulces con la infancia, ya que es la primera cosa que nos pertenece, que consumimos y que intercambiamos con total autonomía.” Prefiero la teoría de David Kessler, el antiguo director de la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense, que afirma que la mezcla con otros ingredientes es lo que convierte a los productos industriales a base de cacao, desde el Frapuccino de Starbucks Coffe a Mars, en irresistibles!
Llamadme aguafiestas pero yo me pirro mucho más por un soufflé de chocolate que por una barrita de Bounty (¡aunque las haya comido!). Para los niños que tienen paladar de adultos, aquí va una receta rica en chocolate bien negro. ¡Probadlo, es bueno para la salud!
Bizcocho de chocolate
Preparación: 10 minutos
Cocción: 30 a 40 minutos
Ingredientes (para 6 personas):
- 125 g de harina
- 125 g de mantequilla
- 250 g de azúcar
- 1 tableta de chocolate negro (200 g)
- 4 huevos
- ½ sobre de levadura
Preparación
Precalentar el horno a 180 ºC.
Fundir el chocolate en una cazuela con un poco de agua. Apartar del fuego y añadir la mantequilla, el azúcar, la harina y la levadura. Batir las yemas de huevo, el azúcar y un poco de agua y añadir a la mezcla con el chocolate.
Batir las yemas a punto de nieve e incorporarlas a la cazuela lentamente.
Verter todo el contenido en un molde alto previamente untado con mantequilla y meter en el horno durante unos 35 minutos.
Se puede cubrir el pastel de azúcar glasé y chocolate fundido.
Foto: Principal ©L.Marcio_Ramalho/Flickr; bizcocho de chocolate ©Premshree Pillai/Flickr; vídeo zeumbeuk300/Flickr
Translated from Fève de cacao: fantasme, vices et vertus