Bulgaria: La bala que rebotó y la crisis de refugiados
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Naiara Reig PellicerUn disparo mortal se hizo eco en todo el mundo y mostró la falta de estrategia y voluntad política en Bulgaria para hacer frente a la crisis de refugiados. Al mismo tiempo, la esperanza de la UE de que los estados orientales acepten refugiados en cantidades cada vez mayores es, en opinión de esta autora, un gran error político.
La trágica muerte de un refugiado afgano en Bulgaria ha planteado muchas preguntas en las últimas semanas. Lo único que se sabe con certeza es que una patrulla de la frontera búlgara se encontró con un grupo de alrededor de 50 refugiados cerca de la ciudad sureña de Sredetz, a 30 kilómetros de la frontera búlgaro-turca. Según los oficiales, algunos miembros del grupo se resistieron al arresto (el Ministerio del Interior afirmó primero y más tarde negó que el grupo también estaba fuertemente armado y era agresivo), lo que provocó que uno de los guardias disparara un tiro de advertencia. La bala rebotó en un puente, uno de los refugiados sufrió una herida de bala y murió más tarde de camino al hospital.
La falta de detalles planteó una serie de preguntas relativas a la seguridad fronteriza y a la seriedad con la que se llevó a cabo esta investigación. Los oficiales búlgaros optaron por centrarse en el orgullo que supone tener una protección fronteriza tan avanzada. Aun así, hay quien afirma que el sistema de protección estuvo inactivo el día de los hechos, aunque no indican si fue debido a un problema técnico o alguna otra causa que no está clara. Por tanto, ¿tiene razón el Gobierno búlgaro al argumentar que su país cumple con todas las reglas de Schengen para la protección de las fronteras de la UE?
Pero más allá de la tragedia, la manera tan inadecuada en la que reaccionaron tanto los medios de comunicación como el público fue aún más inquietante. Incluía titulares como: "No hay lágrimas para el inmigrante afgano asesinado". En lugar de producirse un fuerte llamamiento para que se llevara a cabo una investigación transparente, se lanzó una petición para que se premiara al policía fronterizo con los más altos honores. La mayoría de la gente lo considera un héroe y cualquiera que ofrezca un punto de vista contrario a menudo es acusado de traición a la patria o de falta de patriotismo.
Tanto ACNUR como el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, han recordado a Sofía sus responsabilidades en virtud del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, este fue ampliamente rechazado por los nacionalistas de extrema derecha, que lo llamaron "la manipulación occidental" que permitiría que Sofía continuara en silencio y colaborara obedientemente en mantener sus puertas abiertas para los refugiados.
¿Están sus puertas realmente abiertas?
El tráfico de refugiados es un "negocio" muy lucrativo, en el que ya participan múltiples redes búlgaras poderosas. Otra "parte interesada" importante en este proceso y que es a menudo convenientemente ignorada es la Policía. De acuerdo con una investigación reciente de la red nacional bTV, algunos miembros de las fuerzas del orden tienen un papel clave en el tráfico. Un traficante de crack explicó el esquema: Que alguien haga la vista gorda y permita que una furgoneta llena de inmigrantes ilegales llegue desde Sofía a la frontera serbia cuesta 200 euros por cada patrulla policial.
Otros mecanismos para desalentar a los refugiados para que no permanezcan en Bulgaria durante demasiado tiempo son las malas condiciones en los campamentos de refugiados y la falta de programas de integración eficaces. No nos olvidemos de que Bulgaria es el país de la UE más pobre y que en la actualidad acoge a más de 13.000 inmigrantes ilegales de Siria, Irak y Afganistán.
Esto se suma en cierta medida a la cuenta de los fuertes sentimientos anti-inmigración de la mayoría de los búlgaros: Les preocupa hasta qué punto abrumará a su ya frágil economía y debilitará la cultura nacional. Incluso la Iglesia Ortodoxa llama a poner fin a la aceptación de refugiados musulmanes a fin de evitar una "invasión". De hecho, Bulgaria fue uno de los primeros países de la UE en instalar una valla en su frontera, mucho antes de que el primer ministro húngaro Viktor Orban hiciera pública su idea de contruir un muro. Una larga valla de 30 kilómetros se instaló a lo largo de la frontera con Turquía el año pasado, junto con 2.000 guardias fronterizos adicionales.
Investigación del aumento de la xenofobia
¿A qué se debe este aumento vehemente de la xenofobia hacia los refugiados en Europa del Este? Resulta bastante paradójico, si se tiene en cuenta que millones de europeos del Este se han estado moviendo hacia el Oeste en busca de una vida mejor. ¿Qué les da a aquellos que se quedaron en su país el derecho de describir a los refugiados de Oriente Medio como "invasores" que quieren "conquistar Europa"?
No sería justo culparles del todo a ellos, cuando el motivo se encuentra realmente en la desequilibrada y caóticola posición de la UE. La falta de solidaridad, de una política coherente y de asistencia real desde Bruselas ha sido la tónica en varias ocasiones durante las últimas cumbres de la UE, que suelen terminar con un sentimiento de "estamos de acuerdo en no estar de acuerdo" y una llamada al Este para que simplemente "los mantengan allí".
Nos encontramos frente a una gravísima crisis moral en Europa. Una bala supuestamente rebotó y mató a un hombre, pero ¿somos también testigos de un "rebote" político? Los estados miembros ricos están pidiendo a sus socios orientales que muestren el tipo de solidaridad que ellos mismos no están dispuestos a ofrecer. No es extraño que estos últimos acaben por negarse. Puede que no haya que esperar demasiado antes de que el alumno se convierta en el maestro.
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Este artículo es parte de nuestro proyecto East Side Stories. A través de la lucha contra los clichés más comunes empataron en el sur y este de Europa, que tiene como objetivo mantener la idea europea viva mediante la sensibilización, la creación de un diálogo, el intercambio de ideas e informar más allá de los grandes medios.
Translated from Bulgaria: A ricocheted bullet and the refugee crisis