Budapest, los verdes te prefieren verde
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Andrea Ruzo GarcíaEl movimiento ecologista comienza a darle un nuevo color a Budapest. Pero de una manifestación ecologista en bicicleta a un cambio político real hay un trecho. La maduración del ecologismo en la capital húngara.
Biking city: dos palabras que parecen un eslogan. En las camisetas, en los salvapantallas de los ordenadores de los cibercafés, en carteles o a veces incluso escritas en los suvenires de los turistas... están por todas partes. Budapest bien podría haber escogido la bicicleta como emblema. Y por cierto, eran decenas de miles de bicicletas las que invadieron la capital húngara el pasado 20 de abril, con motivo del día de La Tierra, para manifestarse a favor de esta pequeña reina sobre el asfalto de la ciudad.
Creada en 2004, esta aglomeración espontánea de ciclistas, una verdadera critical mass, reunió a 50.000 participantes en 2007. Según los organizadores, se batió el récord mundial: “Está de moda ir en bicicleta”, dice Gabor Bihari, de 38 años y uno de los cincuenta miembros más activos del colectivo, “los símbolos de afiliación a partidos políticos no están permitidos, llevamos ropa extravagante y pedaleamos todos juntos para apoyar la causa”. Él dice que, hasta 2007, el número de ciclistas en la ciudad se ha ido doblando cada año. Y así durante tres años. “El éxito de la ecología radica en que es un compromiso concreto que une varios sectores de la sociedad. Es más constructivo que las divisiones políticas. Crecemos a partir de ahí. Nos curamos socialmente”.
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Pero… ¿curarse de qué? De la contaminación que asfixia al centro neurálgico de la ciudad, situada a orillas del Danubio. Frente a la majestuosa Buda, colina plagada de árboles y burguesía, lo mínimo que podría decirse del corazón urbano de Pest es que apesta. La calidad del aire de la capital húngara tiene un nivel medio, en comparación con otras capitales europeas. Pero las tasas de partículas finas (PM 10 y PM 2,5) y de óxido de nitrógeno son siempre demasiado elevadas, por encima de la norma establecida por la Unión Europea. En 2005 y 2006 se contabilizaron en Budapest 160 días considerados como peligrosos para la salud pública, mientras que en 2007 el número fue de 105. El responsable de esta contaminación del aire: en un 85%, el coche. Este reinado del automóvil se está comiendo los espacios verdes de la ciudad. Kristin Faurest, una urbanista inglesa instalada en Budapest, asegura que “en el centro hay solo medio metro cuadrado de zonas verdes por habitante”. Una proporción muy baja en comparación con los 10m2 que la UNESCO recomienda en las zonas urbanas y los 2,5 m2 que posee París.
Curarse también de las divisiones que crecen en la vida política. Los húngaros atraviesan un periodo de desilusión. El 18 de abril tuvo lugar una huelga de transportes públicos en Budapest: Ni bus, ni tranvía, ni metro. Los habitantes de la ciudad no recordaban nada parecido en diez años. El “no” al referéndum sobre las reformas de financiación de la cobertura sanitaria y de la educación a principios de marzo fue un golpe más para un partido socialista en el poder que, según numerosos militantes de derecha, se encuentra dividido y corrupto.
Para ellos, el compromiso ecologista podría ser el antídoto a estos dos síntomas. Una forma de volver a movilizar a una población desilusionada. Por ejemplo, en Budapest, cuando una zona verde desaparece, son los habitantes los que se arman con un pico y algunas semillas para reconstruirlos en las terrazas de sus casas que dan a los patios comunes. Decenas de jardines emergen aquí y allá, en lugar del cemento, lo que alegra a Kristin Faurest, autora también de dos obras sobre el arte y la distribución de vegetación en el medio urbano y en las paredes: “Se está convirtiendo en una verdadera moda aquí”.
Esas nubes de suciedad
Sólo queda transformar este fenómeno de moda en un movimiento duradero. Y no es una tarea fácil: “Las personas son cada vez más conscientes de los peligros de la contaminación de medioambiente, pero deben esforzarse para cambiar sus costumbres”, confirma Erzsebet Beliczay, vicepresidenta de Clean Air Group, una de las mayores asociaciones ecologistas húngaras. “El número de propietarios de grandes automóviles aumenta desenfrenadamente con el crecimiento urbano. Y los políticos no son conscientes de estos problemas. La prueba: los transportes públicos son muy caros, tanto como en Bruselas o Zúrich".
A finales de marzo de 2008, una joven coalición se reunió bajo el nombre Stop szmog (‘Acabemos con los tubos de escape’), para denunciar la pasividad del gobierno local en la política de transportes. En este ámbito, la idea de hacer pagar un impuesto a la entrada de la ciudad, sobre todo a los vehículos pesados, está abriéndose paso. Pero se trata también de movilizar a los habitantes: “Vamos a organizar un picnic a orillas del Danubio, por donde circulan los coches, para mostrar cómo sería esta ciudad si las orillas del río fuesen peatonales” explica Vay Marton, encargado de desarrollo de la asociación Vedegylet, que en húngaro significa ‘Protege el futuro’. Es en la calle Bartok Ut, en un edificio típico de Budapest, dónde Vedegylet tiene su sede: “El potencial de esta coalición es muy importante, gracias sobre todo al movimiento ciclista. El eslogan stop szmog puede perdurar en el tiempo porque no es solo ecologista, sino que también intenta mejorar la calidad de vida de la gente que vive en esta ciudad”, explica este joven militante.
Su asociación, que cuenta con una decena de asalariados, cuenta con muy buena reputación entre la opinión pública. Además, cuenta también con grandes proyectos: después de oponerse a la instalación de un radar de la OTAN en Zengo, sus miembros votaron la creación de un defensor del pueblo húngaro dedicado a las generaciones futuras, un ombdusman con gran responsabilidad. Incluso consiguieron que su fundador fuese elegido como presidente… ¡de la República de Hungría!
Sin etiquetas, afiliado por encima de todo a la sociedad civil, László Sólyom fue escogido en 2005 y ostenta solamente un puesto honorífico. Pero es el presidente verde del país, líder de un movimiento mundial de presidentes verdes del planeta, uno de los padres fundadores de la nueva democracia húngara. László Sólyom no dudó en participar en la manifestación a dos ruedas en 2007, incluso acompañado de “dos guardaespaldas en bicicleta”, como recuerda Gabor Bihari con una sonrisa en la boca. Una bicicleta más entre las otras y un gran apoyo para las asociaciones ecologistas locales.
Un nuevo partido verde y social
Con tal apoyo, la estrategia de crear una asociación fuerte va por buen camino. Estos jóvenes activistas tienen sus raíces en el militarismo ecológico de los años 80. En aquella época el medioambiente, y sobre todo la construcción de una presa hidroeléctrica en el Danubio, movilizó a todos los oponentes al régimen soviético, pertenecientes a un amplio abanico ideológico. Hoy en día, el proyecto de crear un nuevo partido político nacional, ecologista y social, se encuentra estancado. Alrededor de 150 personas se reúnen periódicamente para hacer madurar esta apasionante idea, en gestación desde hace ya meses. Pero las cuestiones presupuestarias son un problema y podrían comprometer seriamente el primer objetivo de los ecologistas, que sueñan con presentar un candidato a las elecciones parlamentarias de 2009.
“Montar en bicicleta está de moda, la política no”
De todas formas, no se puede hacer nada sin una base popular y un apoyo masivo. Los militantes mantienen los pies en la tierra en cuanto a su capacidad de movilizar a la población húngara bajo la causa ecologista: “Montar en bicicleta está de moda, la política no”, concluye Kristof Szombati, activista de Vedegylet que relativiza el éxito del movimiento ciclista. Aun así, es optimista: “Hay varios grupos que se intentan dar a conocer y se están organizando hoy en día. Pero eso lleva mucho tiempo. Siento los primeros coletazos de un pensamiento ecológico, los primeros síntomas.”
Vídeo del famoso Bike rising (levantamiento de bicicletas), grito de guerra de los revolucionarios de la bicicleta
Translated from Les Verts dans la pomme Budapest