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British Council: la geopolítica de Shakespeare

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Default profile picture Raul Fortun

Cultura

La principal institución británica en los campos de la cultura y la lengua con vistas internacionales está en el corazón de una encrucijada diplomática desde hace dos años. Rusia hace presión para que se cierren sus antenas en Moscú y San Petersburgo

Lejos de ser una simple empresa de enseñanza del idioma inglés, con carácter no lucrativo, el Consejo Británico (British Council) es también un instrumento de influencia del Reino Unido en el extranjero. Creado en 1934, tiene un estatus de organización de utilidad pública con fines no lucrativos. Esta noble institución, muy respetada en Gran Bretaña, está dirigida como una empresa privada. Más del 60 % de su presupuesto proviene de ingresos ligados a la venta de cursos de lenguas y al apoyo cultural. Pero mirando de más cerca, las relaciones con el Estado son estrechas y de una extrema sutileza.

Un brazo armado cultural

Su creación en los años 1930 se hizo bajo el impulso del Ministerio de Asuntos Exteriores británico y puede ser vista como una posible respuesta cultural al aumento de la fuerza del fascismo. Posteriormente y mediante una Carta Real del Rey Jorge VI en 1940, el Consejo Británico recibe subvenciones del Estado para ayudar y asegurar su funcionamiento. Su campo de acción hace que trabaje estrechamente con el Ministerio de Asuntos Extranjeros británico, con el fin de extender la influencia del Reino Unido mediante la enseñanza del idioma inglés y de difundir una buena imagen del país.

El documento estratégico del Consejo Británico, titulado 'Haciendo un mundo de diferencia, Relaciones culturales en 2010', mide el éxito de la influencia cultural mediante la asistencia general a sus centros y el número de visitantes de su sitio en internet; y son los valores democráticos y políticos del Reino Unido los que son promovidos mediante la promoción y el diálogo cultural. Las antenas del Consejo Británico -cerca de 200 en 110 países– pueden entonces ser legítimamente consideradas como el brazo armado cultural de las embajadas británicas en el extranjero.

En Irán, los empleados presionados para dimitir

Estas estrechas relaciones con la Oficina de Relaciones Exteriores, han estado en el centro de intensas polémicas diplomáticas desde hace dos años: la encrucijada entre Gran Bretaña y Rusia en relación a la muerte en Londres, en noviembre del 2006, del ex agente de los servicios de seguridad rusos, Alexander Litvinenko, ha llevado a las autoridades rusas a presionar sal Concejo Británico en Rusia. A la expulsión de Gran Bretaña de cuatro agentes diplomáticos en julio del 2007, Rusia respondió con la amenaza de cerrar dos centros regionales del Consejo Británico, en Ekaterinburgo y San Petersburgo, usando como pretexto un problema fiscal. La crisis llegó a su punto máximo en enero del 2008, con el arresto de Stephen Kinnock, Director de la oficina de San Petersburgo e hijo de Lord Neil Kinnock, Presidente de la Institución del Consejo Británico.

Al comienzo de este año, ha sido Irán quien ha tomado como blanco a los empleados del Consejo Británico para incidir sobre las relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Dieciséis empleados iraníes de esta agencia han sido convocados a la oficina de la Presidencia Iraní para ser presionados a que dimitan, al mismo tiempo que Irán se negaba a otorgar visas de trabajo a los empleados británicos del Consejo Británico. La antena de Teherán se ha visto obligada a suspender sus actividades culturales en ese lugar.

Cierres en Europa

Las dificultades que se tuvieron en Irán pueden posiblemente estar relacionadas con el cambio en objetivos estratégicos, decidido en marzo del 2007, por las autoridades del Consejo Británico, que cerraron numerosas antenas en Europa, para poner su objetivo en Oriente Medio e invertir en países musulmanes para reducir la diferencia cultural entre los pueblos y luchar contra el extremismo. Esta decisión ha provocado comentarios sobre posibles cierres de estos centros en el mundo, existentes al presente: en países fuera de Europa, como Lesoto, Ecuador o Perú, pero sobre todo en Europa, en las tierras germánicas, en Austria, los países Balcánicos o en Bielorrusia.

Esta reorientación geográfica y política ha sido acompañada en 2008, por la decisión de cerrar el Departamento de Artes Visuales, que ha provocado la cólera de artistas británicos. Más de 100 artistas de primer nivel, como Lucian Freud, Bridget Riley, Damien Hirst, David Hockney o Rachel Whiteread, han firmado una petición en enero del 2008 condenando las profundas transformaciones en las actividades culturales del Consejo Británico, destinadas a liquidar los Departamentos de artes visuales, teatro, cinematografía y danza.

Pareciera entonces que el éxito lingüístico y comercial ligado a la venta de cursos de inglés a miles de estudiantes en el mundo, está acompañada de profundos interrogantes para los artistas británicos, sobre el verdadero rol diplomático que se le debe asignar a esta importante institución. La promoción de la Cultura de una nación en el plano internacional, ¿está condenada a no ser más que una fachada que pretende disimular otras intenciones o actividades políticas?

Translated from British Council : la géopolitique de Shakespeare