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Bodas en Lituania: enlaces peligrosos

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Lituania aguanta un poco más el desamor en el matrimonio que el resto  de Europa. Una tenacidad muy influyente, sabiamente sustentada por la Iglesia, que se encuentra angustiada ante la idea de sacrificar su principal institución sobre el altar de las "nuevas tendencias sociales". Reportaje entre Vilna, Kaunas y un enredo de bodas rebeldes.

Kęstutis Ignatavicius está feliz. Embutido en un blazer entallado, el quincuagenario muestra una sonrisa de oreja a oreja agitando con ímpetu un cetro artesanal que, según la leyenda, hace y deshace a su antojo a las parejas recién casadas en Kaunas. "En cuanto más agite la novia la campana del cetro, más posibilidades tendrá de concebir un hijo", explica. Kęstutis fabricó el objeto con sus propias manos. Hace 22 años que nuestro protagonista sirve en calidad de maestro de ceremonias. En éstas, Ignatavicius ha casado al actual alcalde de Kaunas, a algunas baloncestistas conocidos y a un puñado de políticos locales.

Casados a toda costa

En el mes de septiembre, un sol de verano baña la segunda ciudad más grande del país y, por una vez, Kęstutis ha decidido asistir a las festividades sin presidirlas. Según ha explicado, hoy se censarán en el estado civil 24 nuevas parejas, casadas en el ayuntamiento. Presentado como un menú de degustación, el programa propone matrimonios cada 10 minutos, así como saber los años de nacimiento de los novios que se sitúan, sin excepción, en los años 90. Desde las 10:00 de la mañana, la pareja sube a la sala de recepción, intercambia tres frases con la maestra de ceremonias, firma y después se marcha de la habitación, delante de la cual espera ya otra pareja. En total dura tres minutos. No son más de diez lo que dura alejarse del edificio con la marcha nupcial. Fuera, algunos curiosos los observan mientras entran en la limusina alquilada en medio de aplausos, pero sin un solo grano de arroz. Si Kęstutis no pone mala cara por la banalidad del ambiente, hace un mohín de disgusto cuando se trata de confirmar la impresión de que la ciudad casa a las jóvenes parejas en cadena. "En 1990, celebraba 5.000 uniones mientras que en 2013 sólo hemos celebrado 2.000".

Casi al igual que en el resto de Europa, "la institución" ya no tiene la cota de jóvenes lituanos que tenía antes. En 2014, el número de parejas casadas no ha disminuido tanto como en otros países de la UE, pero sin embargo un matrimonio de cada dos acaba en divorcio. En 2011, se estimaba en un 30% el número de niños nacidos fuera del matrimonio. Una tendencia completamente normal si se tiene en cuenta que las nuevas aspiraciones de una nueva generación que rechaza vivir en pareja. Sin embargo, en Lituania, el ambiente está más contaminado que otras veces. En dos ocasiones, el Parlamento ha intentado modificar el artículo 38 de la constitución que fija el estatus familiar. ¿El objetivo? Hacer del matrimonio el único fundamento jurídico de la familia. Denegado por la Corte Constitucional en 2008 por no tener suficientes apoyos, en 2012 el texto presentado por los conservadores tenía como ambición oficial "fomentar el amor entre los ciudadanos al rechazar las tendencias ideológicas". "Una ley cuasi talibán", resumió en su momento un diputado socialdemócrata bastante preocupado por el devenir ciudadano de los solteros y los hijos adoptados. El Seimas, la instancia legislativa suprema en Lituania, no ha sido el único en promocionar el matrimonio. En la primavera de 2012, fue el ministro de Empleo y Seguridad Social quién confeccionó en la radio una campaña enorme de vallas publicitarias con el objetivo de "repoblar Lituania", sometida tanto a una fuerte desnatalidad como a una emigración considerable. Los medios de comunicación hicieron el resto, presentando durante bastante tiempo a las caras famosas del país, todas felizmente casadas.

"Lituania es un Estado religioso"

La batería mediática va a toda máquina y a la Iglesia la pintan como la única institución organizadora que queda. En un país en el que el 80% de la población se declara católica, no es raro ver a algunos sacerdotes velar por el correcto desarrollo de los hechos corrientes. Marija Aušriné Pavilioniene sabe de esto. En 2004, el bautismo político de esta antigua profesora de literatura no deseaba más que una cosa: denunciar las colusiones entre la Iglesia y el Estado lituano. Hoy en día, una década después de llevar puesta la cruz, la diputada pregunta previamente al entrevistador si cree en Dios y aún suspira cuando se trata de abordar el asunto. "La situación está peor que hace 10 años. El asunto familiar ya no se discute en el Parlamento, totalmente marginado por la casi totalidad de los grupos parlamentarios, incluido el mío", explica mientras dobla las hojas del dossier. En 2012, sólo había un pequeño grupo manifestándose delante del Seimas en la víspera del voto decisivo sobre la ratificación del famoso artículo 38 de la constitución. En su despacho del Parlamento en Vilna, la diputada socialdemócrata suspira con cada pregunta, encuentra a menudo las respuestas en los ojos de su interlocutor y acaba por soltar que, según los hechos, "Lituania es un Estado religioso". A su espalda, sus ayudantes imprimen cientos de páginas que atestiguan un enlace entre el Vaticano y la República lituana con respecto a la educación, la cultura, el ejercito, el gobierno... Sobre la emisión de las leyes, la diputada utiliza, sin embargo, el condicional: "podría haber influencia en ello". Como buena atea, Marija sólo cree en lo que ve: cargos políticos que rezan, sacerdotes que asisten a las charlas parlamentarias, y su apellido en los carteles que hay en las puertas de las iglesias con la frase "no la vote".

"Preservar el amor"

En Kaunas, los programas apoyados por la Iglesia con el fin de ayudar a los jóvenes a ver el proceso más claro se organizan principalmente con hospitalidad. En el centro de ayuda para la preparación de la familia, sobre una pequeña mesita, tres tazas de café y dos prospectos esperan a los invitados. Sentada entre un cactus y una figura de Cristo, Giédré, la codirectora del centro muestra una sonrisa deslumbrante. El mensaje oficial de la institución no es muy diferente al del Gobierno. Aquí, las cientos de jóvenes parejas que siguen el programa cada año "aprenderán a querer y conservar el amor". Subvencionado un tiempo por Caritas y nunca bendecido por el Vaticano, el centro de Kaunas es uno de los 50 centros en Lituania construidos y subvencionados por la Iglesia en la década que siguió a la independencia del país. Concretamente, se los prepara para el matrimonio y la vida en pareja por medio de talleres en grupo, pero sobre todo vía un "cuaderno de esponsales" que desgrana en 83 páginas ejercicios sobre la percepción de su futura vida.

Mindaugas, de 23 años, ha seguido la preparación del matrimonio durante un año. A día de hoy, se ha convertido en uno de los tutores del programa y acaba de pedirle la mano a su novia. Junto con Migle, explican pausadamente que el centro les ha permitido "encontrar el amor en la unión sagrada". Para ellos, este amor es "una elección" y, presentado en una propuesta de matrimonio, "tienen una responsabilidad ante su familia, sus amigos y ante Dios". Para Marija Pavilioniené, son frases aprendidas de memoria, símbolo del "adoctrinamiento y de la omnisciencia" de una institución religiosa preocupada por la idea de sacrificar su principal acto solemne (el matrimonio) sobre el altar de las nuevas tendencias sociales.

Sea como sea, la relación entre la Iglesia y los jóvenes se ha agriado. Hoy en día, muy pocas parejas van a sonar la campana de Kęstutis; prefieren acudir 200 metros más allá, al ayuntamiento, donde la gente ya hace cola.

Todas las declaraciones han sido recogidas, salvo excepciones, por Matthieu Amaré y Vaida Ražaitytė, en Vilna y Kaunas.

Este artículo es parte de una edición especial dedicada a Kaunas y realizada en el marco del proyecto Eu In Motion, lanzado por CaféBabel con el apoyo del Parlamento Europeo y la Fundación Hipocrène.  Pronto encontrarás todos los artículos en nuestro dossier "EU In Motion - Kaunas".

Story by

Matthieu Amaré

Je viens du sud de la France. J'aime les traditions. Mon père a été traumatisé par Séville 82 contre les Allemands au foot. J'ai du mal avec les Anglais au rugby. J'adore le jambon-beurre. Je n'ai jamais fait Erasmus. Autant vous dire que c'était mal barré. Et pourtant, je suis rédacteur en chef du meilleur magazine sur l'Europe du monde.

Translated from Mariages en Lituanie : les liaisons dangereuses