“Bir Kadın Bir Erkek”: sexo y feminismo para “una pequeña revolución en Turquía”
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Ángela Agraz CapellaEn 1997, a un quebequense le vino la inspiración divina y creó Un gars, une fille: una comedia que, mediante la burla, desmenuza las relaciones de pareja. Tal es el éxito que el modelo canadiense ha engendrado una veintena de retoños a lo largo y ancho del mundo. Gracias a la realizadora Müge Turalı, Turquía es uno de los últimos países que ha sucumbido a este fenómeno catódico.
El formato de corta duración de Un gars, une fille, compuesto además por alentadas musicales, ha facilitado el ejercicio de adaptación y, por tanto, la exportación del concepto a través del mundo. Sin embargo, en un país donde las pantallas se encuentran inundadas de melodramas lacrimógenos o, de lo contrario, violentos, infundir un poquito de suavidad es todo un reto. Para hacer frente al escepticismo de los canales de televisión, ha hecho falta toda la tenacidad de una mujer para imponer una serie de tan solo cuarenta minutos e inyectar una dosis de entretenimiento en el panorama audiovisual turco.
“Intuí que triunfaría desde el principio”, asegura Müge Turalı. Triunfo que, desde que se emitió por primera vez en 2009 en un canal de pago, no se ha desmentido nunca. Lejos de contentarse con más de un millón de seguidores y con 5.000 visitas semanales, la realizadora se ha dado el lujo de otorgarse un récord mundial. En verano de 2011, Facebook se dirigió asimismo a Bando Yapım, la productora. El correo anunciaba que Bir Kadın Bir Erkek había sido la página de mayor progresión a lo largo del verano: en efecto, 216.000 espectadores habían visitado la página de su serie favorita en una semana.
Madame lleva los pantalones
La otra cara revolucionaria de la serie es la consagración de un personaje femenino de carácter fuerte y temple considerable. De entre todas las versiones, ¿no es el título turco el único en dar preferencia a la peripuesta Zeynep? Mujer emancipada que verbaliza sus deseos con facilidad, reclama sexo sin ambigüedad y, sin miramientos, reprocha a su pareja la mediocridad de su actuación bajo el edredón, gratificando regularmente a su ozi (ojito derecho) con un áspero salak (imbécil).
Mujeres bajo un velo se extasían, prueba de que a ellas también les gusta la serie.
Müge Turalı admite de buena gana que este aspecto contrasta con la manera típica de repartir los papeles entre las parejas turcas. Zeynep se ha convertido en el personaje preferido de los espectadores aunque no refleja de ningún modo la manera que tiene la sociedad turca de percibir a la mujer. Viene a ser el avatar televisivo de Müge: “Con este personaje, he perdido un poco mi faceta de mujer dominante”, bromea la productora. Pero ¿se puede excluir el impacto de una Zeynep salvajemente independiente del imaginario de las espectadoras, de las cuales el 40% tiene una edad de entre 19 y 25 años?
¿Y qué hay de los machos turcos? La respuesta estalla en un ataque de risa: “¡Öküz!” (toro). El hombre turco se ve “desprovisto de empatía” porque “desde que nace, es el rey”. Por lo tanto, no es coincidencia que öküz sea la invectiva favorita de Zeynep con vistas a su pareja, Ozan. Eso sí, aunque este tenga todos los defectos del mundo, su mavishı o mavizeytinım (ojitos azules y olivita azul, literalmente) le perdonará siempre. La armonía conyugal se preservará gracias a las virtudes emblemáticas de mujer turca que posee Zeynep: paciencia y empatía.
¡Cuidado que quemo!
El éxito de la importación del concepto Un gars, une fille depende esencialmente del trabajo de adaptación. En un país enfrentado al conservadurismo religioso, cabría esperar una transposición edulcorada: “¡Casi la llegamos a tener!”, clama dignamente la productora. Aunque no veréis que en ningún episodio se haga referencia a la religión, lo que sí podréis constatar es que la realizadora no duda en mostrar la excitación de los atributos masculinos de Ozan. Desde que un gran canal de televisión tomó el relevo, una veintena de episodios ardientes han visto la luz; sin embargo, su difusión ha sido restringida a únicamente la red.
Asimismo, Müge Turalı se enorgullece de haber “conseguido penetrar en la habitación de matrimonio de todos los hogares turcos”. “Ciertamente creo que es una pequeña revolución para Turquía. Hemos demostrado coraje y la amplitud de nuestras mentes: no nos dejamos nada en el tintero en cuanto a las relaciones hombre-mujer”, continúa. Según ella, esta también es la cara picaresca de la serie y la que explica su audiencia, que comprende las clases más conservadoras de la sociedad. La productora cuenta una anécdota reveladora: durante un rodaje en Ümraniye (barrio de la parte asiática de Estambul), entre los curiosos, unas cuantas mujeres bajo un velo se escandalizaron como si de un grupo de niñatas se tratara: ¡acaban de reconocer a su Ozan! Prueba de que a ellas también les gusta la serie.
La pareja formada por Zeynep y Ozan ha iniciado su vida catódica en calidad de noviazgo y comparten piso. Ella, treintañera, aspira al matrimonio y sueña con ser madre. Él se muestra más bien reacio a todo compromiso: solo le falta una suegra pesada. En Turquía, se trata de un personaje inesperado que ha adoptado este papel. La RTÜK, autoridad que tutela los medios audiovisuales, ha estimado que la imagen de pareja que proyecta la serie no es un ejemplo para las jóvenes generaciones. Dicho de otro modo, una oficialización de la relación del vínculo matrimonial no estaría mal. El pasado mes de mayo, mientras la prensa se olía la posibilidad de una próxima unión por parte de nuestro par de tortolitos, arrancaba una nueva temporada sin desvelar si Zeynep se vestirá de blanco o si se liberará de las convenciones sociales.
Fotograma: portada, © cortesía de la página en Facebook de la serie. Video: (cc) FilmIstanbul/YouTube.
Translated from « Un Gars, une Fille » version turque : culot, féminisme et jeu de société