Bienvenida al Brexit, Gran Bretaña: la sociedad del ¿espléndido? aislamiento
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Melisa Laura Díaz[OPINIÓN] Hoy por la tarde, Theresa May dio comienzo formalmente al proceso del Brexit y a lo que serán dos largos años de negociación con la UE. Es un arduo trabajo, y la única manera de lograrlo es trabajando en equipo. Según May, eso quiere decir que tendremos que hacer todo lo que ella diga.
Al hablar sobre el Brexit, las personas que votaron por permanecer prefieren las metáforas de autobuses. Especialmente, la metáfora de un autobús que sale volando de un acantilado. A mi me gusta pensar que se trata de los Acantilados de Dover [famosos acantilados británicos, al encontrarse en pleno Canal de la Mancha, en la zona más cercana entre Francia y la Gran Bretaña, ndlr]. A veces, el autobús lo conduce Theresa May. Otras veces es Nigel Farage, Boris Johnson o David Cameron. Muchas veces el autobús está en llamas. Y si miras con atención, puedes leer las palabras “350 millones de libras a la semana” [en relación a la falsa afirmación favorable al Brexit, que defendía que Reino Unido podría dedicar 350 millones de libras a la semana al servicio sanitario si abandonaba la Unión Europea (UE), ndlr] pintado sobre el costado.
Sin embargo, existe una metáfora de autobuses que es aún más apropiada: el final de la clásica película de 1969 The Italian Job en el que un autobús (rojo, blanco y azul, convenientemente) lleno de criminales y su oro recién robado queda colgando en los Alpes. Mientras el oro inclina cada vez más el autobús hacia el abismo y la tripulación se amontona en el otro extremo para hacer contrapeso, el inigualable Michael Caine – tendido sobre su estómago con las manos estiradas – sonríe con aires de ganador. “Esperen un poco, muchachos… Creo que tengo una gran idea”.
Me gustaría pensar que Caine y su banda de ladrones encontraron una manera ingeniosa de escapar de esa situación tan peligrosa. Y me gustaría creer, en el futuro, que me equivoqué en sentir la ansiedad y el pesimismo que siento ahora. Pero si tuviera que juzgar a partir de los nueve meses que pasaron desde la votación del referéndum, no tengo mucho por lo que estar alegre.
Para que no me acusen de pintar a todos los partidarios del Brexit con el mismo pincel, soy consciente de que muchos de los que votaron por irse tenían muchas razones válidas para hacerlo. La UE es una bestia difícil de manejar, que necesita una reforma desde la base. Pero hay muchos más que votaron casi puramente por razones de odio, un intento patrioterista de librar al país de cualquiera que no fuera como ellos, y los líderes de la campaña a favor del Brexit (y luego los líderes del nuevo Gobierno) les dieron exactamente lo que querían. Puede que haya ido a mayores, pero para el 24 de junio se trataba de un debate sobre la inmigración.
Pero los ganadores del referéndum tampoco han estado exentos del uso de la hipérbole. Cualquier intento de sugerir mínimamente que una Gran Bretaña post-Brexit estaría lejos de ser utópica ha encontrado desprecio y desdén como respuesta. Los medios de comunicación como la BBC han recibido acusaciones de parcialidad, mientras que los jueces superiores han sido calificados como "enemigos del pueblo" -una frase también adoptada por los dictadores y el nuevo presidente de Estados Unidos- por atreverse a sugerir que el Parlamento debería tener voto en las negociaciones.
Un líder más fuerte habría hecho bien en reconocer la insuficiencia de la mayoría, o en reconocer las divisiones que este voto provocó en un instante, y que llevará generaciones reparar. Pero en lugar de eso, aterrorizada de mostrar incluso un momento de debilidad, redobló las falsas imágenes de unificación; vociferando frases como "la voluntad del pueblo" y "Brexit significa Brexit" hasta que quedaron completamente desprovistas del poco significado que alguna vez tuvieron. Ella ha insistido en que tenemos que estar unidos, y a la vez no ha hecho nada para unirnos realmente.
La mayoría de las personas que votaron por permanecer no quieren que se haga de nuevo el referéndum. Queremos garantías, estabilidad, una medida de los matices. Nuestros líderes han fallado completamente en proporcionarlos. Los miembros del parlamento se negaron vergonzosamente a garantizar que los innumerables ciudadanos de la UE que viven y trabajen en el Reino Unido tendrán libertad para seguir haciéndolo.
David Davis, el hombre que se supone debe liderar las negociaciones con la UE desde nuestro lado, ha tomado una postura de orgullo perverso por su falta de preparación ante la posibilidad real de que las negociaciones se fracasen y nos quedemos sin un acuerdo viable. Y Jeremy Corbyn, patéticamente ausente durante la campaña, ha demostrado ser el líder más débil de la oposición en décadas en momentos en que una oposición saludable nunca ha sido más importante. Y sólo Dios sabe cómo deben sentirse ahora los ciudadanos de Escocia e Irlanda del Norte, atrapados entre la espada y la pared.
Me gustaría desesperadamente estar equivocado. Quiero que el Brexit sea un éxito, que haga de Gran Bretaña un país más seguro y próspero. Pero la situación actual es como si Theresa May hubiera hecho estallar la camioneta cuando se suponía que solo tenía que deshacerse de las malditas puertas, y ahora quiere salir a dar una vuelta.
Translated from Welcome to Brexit Britain: the self-preservation society