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Berlín, capital de los perdedores polacos

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SociedadPolítica

Los polacos han constituido la segunda mayor minoría en Berlín durante años, pero ahora el estereotipo del trabajador inmigrante polaco está desapareciendo. La nueva savia polaca: estudiantes, artistas y hombres de negocios.

“¿Vas a Berlín? Está tan cerca que es como si fuera una ciudad polaca.” Bromea un vendedor al comprar un callejero en una librería de Varsovia. Hay algo de cierto en ello. Berlín, situada a 70 km de la frontera polaca, tiene una minoría de polacos con tradiciones que se remontan a principios del siglo XX cuando constructores de las regiones de Silesia y la Gran Polonia fueron atraídos hacia aquí por el bien del intenso desarrollo de la ciudad. Hoy, uno de los vestigios de este periodo es la estación de metro Schlesisher Tor (La puerta de Silesia), antiguamente, la última estación para los trenes con trabajadores polacos.

Ahora, los 3,5 millones de habitantes de Berlín incluyen entre 30 y 40 mil polacos, y un número indefinido de trabajadores temporales, estudiantes y habitantes sin registrar. Sin embargo, apenas se puede oír polaco o ver carteles en polaco por las calles. No hay barrios o edificios polacos y -como dicen los autores del informe de Integración y Migración en Berlín– “al contrario que otras nacionalidades, los polacos están dispersos por todos los distritos de la ciudad”.

No es fácil alquilar un piso, de todas formas. Un polaco necesita hacer acopio de una montaña de documentos para probar su credibilidad y solvencia de cien formas. Una joven pareja de arquitectos de Cracovia ha pasado por ello. “La burocracia aquí es horrible, pero el verdadero problema es que incluso si tienes todos esos papeles en perfecta regla, los caseros alemanes prefieren alquilar un piso a alemanes”, explican. Según ellos, esto demuesta la discriminación con los inmigrantes del otro lado del río Oder. Sin embargo, su paciencia ha sido por fin recompensada y están apunto de mudarse a un apartamento grande, confortable y sorprendentemente barato. “¿Qué puedes conseguir por la misma cantidad en Varsovia o Cracovia?”, se preguntan retóricamente. “Un gran…¡estudio!”

Culto a la multiculturalidad

A pesar de que sea bastante barato, Berlín –con su 18% de desempleo– no es tan atractivo para los trabajadores extranjeros como antes. Las grandes ciudades en el oeste de Alemania, como por ejemplo Hamburgo, acogen a muchos más, pero Berlín es conocida como el lugar donde las culturas se funden. “No me gustaría vivir en otra ciudad de Alemania. Aquí, todo el mundo puede sentirse tranquilo, en casa”, Declara Andrzej Raszyk, un recien graduado de una universidad polaca. Tiene la ciudadanía alemana, “heredada” de su abuelo incluso sin saber alemán, pero se mudó a Berlín hace unas semanas. Experimentó la modélica apertura a los otros desde que llegó a la capital de Alemania, mientras asistía al curso básico de alemán para extranjeros que proporciona la ciudad donde el énfasis se pone en la integración y en conocerse unos a otros, lo que ha incorporado el aprendizaje a su bagaje. “Un chico de Ghana realizaba bailes tradicionales africanos, y una chica brasileña enseñaba capoeira mientras a su lado yo intentaba terminar algunos ejercicios” dice.

Creativamente furioso

Tal atmósfera atrae a gente joven que busca un lugar interesante para vivir. Andrzej trabaja en el proyecto Culturia (www.culturia.de) cuyo objetivo es apoyar la creatividad y construir una red de trabajo entre jóvenes artistas. Culturia permite a los no-berlineses permanecer en la ciudad de 3 a 6 meses llevando a cabo sus propias empresas. Iniciativas similares reciben fondos también de algunos distritos. “Fue una experiencia extraña estar ante una comisión oficial y solicitar una subvención, hablando seriamente sobre mis extrañas ideas”, dice Joanna Ha’Bas, riéndose. Gracias a este apoyo, durante los últimos años ha conseguido abrir un estudio y una galería. La galería se llama Furia, ya que la inspiración le vino del enfado con amigos que tenían don pero eran muy pasivos y no hacían uso de las espléndidas oportunidades”, explica.

Gracias a estas acciones los extranjeros se convierten en comunidades locales. Ambos, Andrzej y Joanna, se establecieron sin dificultades en Berlín. “En Viena, donde he vivido durante algunos años, siempre he sido una extraña”, añade. En abril de 2006, junto con unos amigos, participaron en un festival para promocionar Polonia, el Terra Polska, que tuvo lugar en el centro cultural Kulturbrauerei de Berlín. Parodiaron el idílico estilo de vida polaco inspirado en las tradiciones. “Nos vestimos con ropa tradicional auténtica pero con un toque hortera y llevábamos unas trenzas rubias artificiales terribles. La gente podía probar el pierogi (un plato tradicional polaco) en la calle, y al lado podía hacerse una foto con un hombre disfrazado de oso blanco, souvenir muy típico del popular centro turístico polaco Zakopane.”

Es un hecho que hay muchos acontecimientos relacionados con Polonia en Berlín. Como en cualquier otra ciudad con una comunidad polaca significativa, hay periódicos polacos, el Instituto de Cultura Polaca, ONG polacas y una iglesia que oficia en polaco, todos divulgando la cultura polaca y llevando a cabo acciones a favor de los polacos y la relaciones polaco-germanas. Así lo hacen, entre otros, la Deutsche-Polnische Gesellschaft y la revista biligüe DIALOG.

Sin embargo, ninguno de mis interlocutores ha oído nunca hablar de la reciente exposición de diseño polaco en el Kunstgewerbemuseum y las salas vacías del museo lo prueban. Parece que Polonia y los polacos le deben una particular y efectiva promoción en la escena cultural de Berlín no a las grandes instituciones o a los famosos, sino a los perdedores.

La burla como estilo de vida

El Club de Perdedores Polacos, que organiza conciertos, espectáculos, encuentros con autores, visionado de películas polacas, exhibiciones y eventos sociales desde 2001, no necesita promocionarse. Mientras que, en general, los inmigrantes luchan por una vida mejor, ellos manifiestan su desagrado por la obsesión por el éxito, carrera e inspiración para la perfección. Esta burla abierta de la imagen negativa de un polaco atrae a los polacos, pero también a los alemanes –estos últimos son los dos tercios de los visitantes, de acuerdo con Piotr Mordel, uno de los perdedores fundadores y diseñador gráfico en la revista DIALOG-. “A lo mejor es que los polacos no tienen esa necesidad cultural”, comenta con una burla.

Cuando nos reunimos en el club en Torstrasse comprobamos que hay una desesperada renovación en marcha, ya que el club ha sido obligado a trasladarse a otro lugar. Los vecinos prefieren la calma y el silencio. Un grupo de amigos de los perdedores están limpiando la pintura negra de las paredes y el techo al ritmo de la música, charlando y cerveza polaca en mano. Como anunciaron en la web del club, han perdido su lucha por una Alemania mejor por culpa de la burocracia policial.

Aún, teniendo en cuenta los sentimientos mezclados que los representantes del gobierno polaco causan fuera y sus recientemente presentadas preferencias fuera de Europa uno debe esperar que en la lucha contra los estereotipos la auto-ironía se convierta en una herramienta suficientemente efectiva.

Un fragmento del manifiesto de los perdedores:

Como nosotros no hay muchos en la ciudad.

Unos pocos sólo, quizá algunas decenas.

El resto son personas de éxito,

fríos y de sangre fría, especialistas.

Nosotros, los débiles, los que tenemos poco talento,

los que compramos la leche en la farmacia,

sobre quienes los coches pasan por encima,

nosotros, nos quedamos parados en mitad del camino.

Los demás admiran las selectas, perfectas y complicadas materias, nosotros preferimos la basura.

Foto: Club de los perdedores polacos en Berlín, Maria Kwiatkowska

Translated from Nieudacznicy?