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Barrio chino en Barcelona: más inmigrantes que enigmas

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bobe.barsi

Sociedad

Cada vez son más numerosos. Están detrás de los mostradores de esas tiendas en las que puedes encontrarlo absolutamente todo. Sin embargo, nadie sabe nada sobre los integrantes de la comunidad china en España. Acabamos con el misterio adentrándonos en el barrio chino barcelonés.

En el locutorio que hay frente a mi casa, cincuenta de las sesenta computadoras tienen el sistema operativo en chino y, en el supermercado chino de al lado, una larga cola de chinos suele estar esperando en la caja para pagar las galletas importadas de Beijing y cervezas Tsingtao apiladas en su cesta. 

De estilo orientalEstamos en Fort Pienc, el barrio chino barcelonés. De los quince mil residentes chinos, la mayoría entre 25 y 40 años, más de mil viven en esta parte del Eixample. No obstante, los locales no saben casi nada de ellos. Cuando les pregunto a mis compañeros de piso qué saben de sus vecinos chinos, sus respuestas suelen ser saturadas de lugares comunes copiados de los medios: mafia, competencia desleal, inmigración ilegal. La conclusión que extraen de la prensa española es que Barcelona está llena de “Fu Manchus”. La bruma mística les rodea. Pero, ¿por qué sabemos tan poco de estos inmigrantes, muchos de los cuales tienen nuestra misma edad?

Regentar su propio negocio

Vinieron a la segunda ciudad más grande de España para hacer un trabajo que no requiere cualificación y que les permita ganar lo suficiente para abrir su propio negocio. Para realizar este sueño tienen que trabajar sin parar y muchos les exigen lo mismo a sus hijos. “Mis amigos, en general, están en el negocio de sus padres. No les molesta porque en el sur de China es tan común como que los chicos en los EE.UU. y en Europa estudien. "Para mí, ir a la universidad es un regalo" dice David, un chino que conocí en la farmacia de mi barrio. 

Según manda una de sus costumbres, sus padres les mandan varias veces a China, a los campamentos de verano organizados con el fin de que aprendan bien el mandarín. A veces, la estancia es de un año entero para ahorrar la matrícula de la guardería. Cuando vuelven a España se visten según la última moda china y ven videos de bandas taiwanesas y hongkonesas en páginas como 1ting.com, la versión china de YouTube. Por la tarde chatean con sus amigos de China y por la mañana estudian historia española en catalán en la escuela. Viven entre dos mundos.

Estudiar español es un lujo 

Wenquing llegó a Barcelona hace tres años. Desde entonces se llama Eva. Uno de sus familiares le rebautizó, explicándole que Eva es un nombre más fácil de recordar aquí. Primero su padre y hermano menor llegaron a Barcelona; después lo hicieron su madre y su hermano mayor. Eva tenía que decidir entre quedarse en China, donde tenía un trabajo correspondiente a su título universitario, o venir aquí para estar con la familia y empezar una nueva vida. Se decantó por lo segundo y durante el primer año trabajó de camarera en un restaurante chino. “No nos hicimos amigos con los colegas, no teníamos muchos temas en común. Pero como no hablaba español no encontré otro trabajo”, dice. . Los que tienen más de diez años cuando llegan nunca van a controlar la lengua al 100%. Ni siquiera los que van a escuela. Los alumnos chinos preguntan poco en las clases porque en China no es educado hacer preguntas al profesor. Tienen poca tendencia de expresar emociones, por lo que a los pedagogos les cuesta acercarse a ellos. Tienen el sentido de la vergüenza muy arraigado y por eso no les gusta hablar en español al principio. El resultado: muchos no aprueban aunque en China podrían ser brillantes. Los lazos familiares tampoco son siempre inmaculados. A veces los chicos pasan tanto tiempo en China sin ver a sus padres que cuando llegan a España les resulta difícil recuperar la confianza. Hay encuentros y desencuentros. Muchos llegan al borde de la depresión juvenil.

"La gran parte de los chinos no aprende el español (…). No tienen ni tiempo ni necesidad de estudiar el idioma"

Eva se tomó bien los retos. A diferencia de la mayoría, ella acudía a un curso de español y ya está preparándose para el examen de nivel avanzado, tarea que compatibiliza con su trabajo en una inmobiliaria china. Su sueño es ser traductora-interprete. Pero le costó tres años tener una vida que le hace feliz. “Imagínate, de repente te encuentras en el medio de la nada, no conoces a nadie, no entiendes nada y tienes que empezar todo de cero.” 

Un pedazo de China

Aparte de ir a locutorios y al karaoke, jugar con las máquinas tragaperras es otro de los pasatiempos populares entre los jóvenes chinos. Los empleados de las tiendas chinas se escapan del trabajo para ir a jugar al bingo y se reservan las máquinas para que nadie saque el dinero invertido mientras salen a comer. A cantar karaoke van a un restaurante donde se puede reservar una sala privada con este fin.

Fuimos a cenar ahí con Hsi quien recién llegó de Hong Kong. Nos conocimos en Fort Pienc y me sorprendió que Hsi no sabía que vivía en el barrio chino. “Hay tantos chinos en todas las partes del mundo que no me di cuenta” , declara. Hsi piensa que todos los chinos vienen aquí a trabajar y no para conocer la cultura local. Habla de una manera tan generalizada de los inmigrantes de Qingtián como los españoles hablan de los inmigrantes de China. Si al mirar una comunidad desde afuera es tan fácil caer en esta trampa ¿qué pensarán los chinos de los españoles?

Fotos: portada, (cc) BoHeMIo/flickr; texto, (cc) Yellow.Cat/flickr y celebración Año Chino, (cc) Joseph form Paris/flickr.

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