Austria: ¿un país libre de transgénicos?
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Alba MateosAustria mantiene la prohibición de cultivar maíz transgénico a pesar de los intentos de la Comisión Europea de levantar el veto a los organismos genéticamente modificados
El ministro de medio ambiente austríaco, Nikolaus Berlakovich, lo califica de éxito increíble y lo compara con ganar el Mundial de fútbol. El hecho es que, sorprendentemente, en el Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE la mayoría cualificada ha votado, tal y como Austria y Hungría deseaban, contra la derogación de la prohibición de cultivar dos variedades de maíz transgénico propuesta por la Comisión Europea. Así pues, ambos países, junto con Francia y Grecia, pueden mantener esta prohibición dentro del territorio nacional. Sin embargo, la Comisión ha adoptado el papel de principal autoridad, guiada por el lobby de las empresas de productos transgénicos. Y es que las cosas no hubieran cambiado tanto si la votación hubiera fallado a favor de la derogación.
Efectos sobre la salud
La Organización Mundial del Comercio (OMC) considera prioritario el libre mercado. Una demanda interpuesta con éxito por los tres principales productores de maíz transgénico (EE UU, Canadá y Argentina) contra las restricciones de la Unión Europea a la importación y el cultivo de maíz modificado genéticamente forzó a la Comisión a emprender iniciativas para la revocación de estas restricciones en algunos de los países miembros. Los países demandantes previeron multas en las aduanas para aquellos que no se adaptaran a la libre circulación de estos productos.
En 2005 y 2006, la Comisión presentó ante al Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la UE una petición para revocar la prohibición vigente en Austria de importar las variedades de maíz transgénico Mon810 (de la empresa Monsanto) y T25 (de la empresa Bayer CropScience), pero en ambos casos la petición fue rechazada. En mayo de 2007 el Consejo apoyó la decisión de mantener la prohibición de importación, esta vez limitada a productos alimenticios y a piensos, pero nada más, con lo que la limitación tan solo afectó al cultivo. Ahora, la prohibición puede ser revocada mediante el voto del Ministro europeo de Medio Ambiente ya que, según la nueva evaluación llevada a cabo por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), Austria no pudo aportar evidencias científicas sobre un efecto negativo del maíz transgénico en la salud y el medio ambiente.
La prohibición existente tampoco se hubiera visto afectada por un resultado positivo de la votación de la Comisión. Existe un permiso válido en toda la UE para las semillas del tipo Mon810, que se cultivan básicamente en España de manera extensiva. En Austria, un acuerdo del comercio de productos alimenticios impide la venta de los tipos de maíz transgénico mencionados anteriormente. Además, las leyes preventivas sobre la ingeniería genética de los Estados federados prevén una separación física del cultivo de las variedades modificadas genéticamente y del maíz tradicional, por lo que el cultivo del maíz transgénico no daría casi beneficio puesto que la agricultura en Austria es a pequeña escala.
Una Austria "libre de transgénicos"
¿Por qué se habría arriesgado el gobierno austríaco a un caro procedimiento de infracción en el caso de que el resultado de la votación hubiera sido contrario, en vez de aceptar un permiso para cultivar Mon810 que, además, no hubiera cambiado la situación? Y aquí empiezan las aparentes discusiones que se sostienen a lo largo del país, en las que, por ejemplo, se utiliza como estandarte la idea de una Austria “libre de transgénicos” que en realidad no existe. Esto puede verse en el trasfondo de la petición de referéndum de 1997 respecto a la industria genética, firmada por 1,2 millones de personas. Los agricultores austriacos utilizan alegremente soja modificada genéticamente como alimento principal para sus animales.
La prensa sensacionalista austríaca aprovecha esta discusión para tildar de demagógica la política de la Comisión. Incluso el ministro Berlakovich del Partido Popular Austríaco (ÖVP), tradicionalmente europeísta, opinó malintencionadamente sobre el mutismo de la Comisión tras la derrota en la votación. Y para su alivio, el tema sobre la campaña electoral en contra de la UE que la prensa amarilla y los populares de derechas del país habían puesto sobre la mesa quedó aparcado. Entretanto, Alemania demuestra su apoyo a Austria no dándole importancia al euroescepticismo latente que se vive en el país vecino. Por consiguiente, la derrota de la Comisión podría verse como una pequeña victoria para una Austria más europeísta.
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