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Atentados en Estambul: El terror se vuelve común

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Sociedad

El martes por la mañana, el distrito hiper turístico de la Mezquita Azul fue golpeado por un ataque terrorista que provocó una docena de muertos y quince heridos, en su mayoría turistas. En el resto de la ciudad se habla de ello, pero la vida sigue su curso. Como si el terror se hubiera convertido en algo tristemente común.

Eran las 11:30 de la mañana del martes. Noticias de última hora en los canales locales, mensajes de texto enviados por familiares, el boca a boca entre dos clientes de un bakkal, redes sociales: La información está en todas partes, ha habido una explosión "de origen desconocido" en el distrito turístico de Sultanahmet.

Yo mismo fui advertido por mis padres –más o menos en el momento en el que leía, en Facebook, la publicación de un contacto en la que preguntaba "Estoy en Cihangir (Taksim) y acabo de oír una explosión, "¿alguien más la ha oído?". Y otra respuesta que aseguraba que "también la escuchó. Sonaba como una tormenta, pero no hay nubes. Muchos objetos grandes y pesados caen cuando el Lodos sopla sobre Estambul. Quizás sea eso lo que hemos escuchado".

Sin demasiado estrés, confío en la pista obvia del Lodos, ese viento cálido y de gran alcance que a menudo provoca daños en la ciudad. hasta los distribuidores de gas suelen recomendar que evitemos encender los calentadores cuando sopla, pues los puntos de evacuación pueden ser bloqueados por el viento.

Nos entra por un oído…

Sin embargo, decido consultar el Hurriyet Daily News, el homólogo anglófono del reconocido y respetado Hurriyet. La portada anuncia una explosión que ha herido a varias personas cerca de la popular Mezquita Azul.

Inmediatamente comparto la información con mi compañero de cuarto, un diseñador gráfico treintañero. Más interesado por su turno en la partida de una aplicación cuyo nombre he olvidado, su reacción es interesante: En un primer momento, ninguna. Absolutamente ninguna.

Con el anuncio de varios muertos y un supuesto origen terrorista, nuestras conciencias despiertan, en parte. "Evita al menos tomar el metro", me dice. "Tengo que trabajar, pero no debería haber ningún problema", le respondo. Quentin, del equipo de Cafébabel Estambul, está de acuerdo: "En la universidad, la gente sigue bebiendo su çay y riendo, no es tan grave". Sin embargo, los dos sabemos que, en nuestro país, probablemente estaríamos encerrados en casa y evitaríamos cualquier desplazamiento para no amenazar nuestra supervivencia.

…y nos sale por otro

Ante mi negación y mi calma, me pregunto sobre la percepción que tenemos del terrorismo en esta ciudad que desde hace dos años es también la mía. Una bomba, explosiones, disparos: Todas esas situaciones, para ser honesto, me provocan casi la misma ansiedad que el saber cómo me las arreglaré para pagar el alquiler a final del mes, quizás incluso menos. Sin exagerar.

Por supuesto, me sentí profundamente conmovido por los ataques en Ankara  (el pasado 10 de octubre, un ataque reivindicado por Daesh que causó 102 muertos, el ataque más mortífero en la historia de Turquía) y estuve más alerta, aunque realmente no puedo decir que en algún momento temiera por mi seguridad. Nunca tanto, sin duda, como lo hice por mis familiares en Bélgica y Francia. ¿Es mi propio desconocimiento o es inconsciencia general? ¿Es mi propio fatalismo o es el fatalismo general?

Lo que me lleva a plantearme estas preguntas es el lado repetitivo de este escenario, en el que un atentado en Estambul parece preocupar más a becarios a miles de kilómetros que a quienes viven en la ciudad.

Parientes, costumbres, geografía: ¿Por qué?

¿La razón? La desconozco. Tal vez porque allí, en Bélgica, en Países Bajos o en Francia, se encuentran nuestras familias y nuestros amigos, que se informan y se preocupan. ¿Cómo no comprender que, tras ver el titular "Explosión cerca de una estación de metro en Estambul" y apenas 20 días después de los terribles ataques de Ankara, mi padre me escriba que "ya es hora de volver a casa"(a Bruselas)? Puck, del equipo local de Estambul, me escribió hoy, por ejemplo: "He sabido del ataque cuando mi familia empezó a enviarme mensajes para saber si yo estaba vivo".

Quizás también porque aquí, a diferencia de "en casa", este tipo de eventos, estos ataques, son más frecuentes. Y con "aquí" me refiero a Turquía en general, dividida desde 1984 por el conflicto kurdo. Entonces oigo "Estambul", cuya densidad de población supera los 5.000 habitantes por kilómetro cuadrado y donde el riesgo de que haya incidentes es, creo yo, sin duda superior. Inevitablemente, cuanto más escuchamos hablar de ello, más nos acostumbramos. Sin contar además con la estructura de la ciudad, dividida en tres (Asia, Europa y el Cuerno de Oro) por el Bósforo. Un "ataque suicida con bomba en una comisaría de Fatih", que causa un herido y dos muertos, parece estar, subjetivamente, lo suficientemente lejos.

Quizás también se deba a que el sensacionalismo, primero desde Gezi y tras los ataques en Ankara después, los eventos que tienen lugar en Estambul tienden a ser abordados desde los puntos de vista antes mencionados. Cualquier manifestación se vincula con Gezi y cualquier explosión, con un acto terrorista organizado. Por otra parte, Estambul no es solo una ciudad de 2.600km², sino también una región de 5.000km²: De manera que, tanto si hablamos de desbordamientos como de una "explosión en Estambul," el territorio es vasto. Tomemos como ejemplo la noticia de que la policía ha abierto "fuego en Estambul": Un titular pegadizo, pero incompleto. Okmeydani, sin querer hacer apología de los hechos, es un barrio cuyos vecinos a menudo se enfrentan a la violencia urbana y donde suele haber enfrentamientos entre policías y civiles. Es un poco como si habláramos de todos los incidentes que tienen lugar en los suburbios de París, Nueva York, etc.

Nuestros parientes que se preocupan en exceso, un país en el que uno acaba por acostumbrarse a "lo peor" o acontecimientos que se repiten demasiado a menudo en los medios de comunicación: Tal vez la diferencia entre la reacción de alguien a miles de kilómetros y la mía, aquí hoy, se deba a una de estas razones. Tal vez no. Tal vez sean todas a la vez.

No tengo respuesta. Pero hay algo que marca hoy la diferencia: Por primera vez, me preocupa la forma en que mi mundo sigue girando, como si el terror se hubiera convertido en un lugar común.

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Este artículo proviene del equipo local de Cafébabel Istanbul.

Translated from Attentats à Istanbul : la banalité du mal