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Asociación europea: sin utilidad para la Comisión

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Facilitar a los europeos la acción colectiva ya no interesa a la Comisión. La sociedad civil europea de la que tanto se le llena la boca, ¿puede entonces existir?

13 de septiembre de 2004. La ONG bruselense ECAS (European Citizen Action Service) organiza un seminario sobre democracia participativa en el Parlamento Europeo. Universitarios, funcionarios de la Comisión Europea y representantes de ONGs o de la sociedad civil europea toman la palabra. Como programa: «las 3 C: consulta, contrato, constitución».

La Asociación europea, ¿síntesis imposible de las culturas asociativas nacionales?

Jens Nymand-Christensen, director encargado de las relaciones con la sociedad civil en la Secretaría General de la Comisión europea, descorcha la sesión. La Comisión realiza considerables esfuerzos de consulta entre la sociedad civil pero, admite, encuentra muchas dificultades en la gestión del retorno ofertado respecto a ella. Se levanta una mano en la sala. La representante de una ONG destapa la espinosa cuestión del presupuesto consagrado a la sociedad civil europea y de la complejidad administrativa del proceso de financiación de estructuras nacientes, desnudas, pero representativas de la sociedad. La Comisión hace mucho ya -insiste Nymand-Christensen-, teniendo en cuenta sus medios y comparándolos con los de los Estados miembro. Prosigue: «Hoy por hoy, no percibo interés por parte de la Comisión para crear un estatuto de Asociación europea»; y argumenta: «la variedad legislativa y cultural en cada país (en materia de asociacionismo) dificulta la posibilidad de imponer un modelo único». Entre sus temores se halla también el riesgo de que tal iniciativa desemboque en un asociacionismo más exclusivo que inclusivo, o en que nos encontremos con una bruselización forzosa de las asociaciones.

Sin embargo, el riesgo de estandardización no es percibido del mismo modo por los miembros de las ONGs presentes, quienes insisten en la necesidad de una metodología clara y universal por razones prácticas antes que por motivos de uniformización cultural.

Nymand-Christensen asegura que la prioridad de la Comisión consiste en escuchar a la sociedad civil en toda la UE, incluso a nivel local. Pero ¿emplea suficientes medios para ello?

No habrá espacio público europeo sin asociación europea

Atender a la sociedad civil es un deber ser para la democracia europea. Construir una sociedad civil artificial significaría falsear las reglas del juego. La Comisión no tiene, pues, otra elección sino la de acordarle una verdadera atención, tanto más cuanto que el Comité económico y social europeo trata de quitarle la silla al proclamarse casa europea de la sociedad civil.

2 “C” han sido desgranadas. Consulta, contratos…, y queda la Constitución y su artículo 47 acerca de la iniciativa ciudadana, que instituye la posibilidad de elevar, con 1 millón de firmas de ciudadanos europeos de varios Estados miembro, una petición formal a la Comisión, para que esta pueda hacerse cargo. Los juristas aprecian la sutilidad del texto, mientras que los funcionarios de la Comisión subrayan la audacia del artículo en una Europa de 350 millones de personas. Uno de los riesgos, cree no obstante otro funcionario, sería el de propiciar una fractura dentro de la sociedad civil europea –entre grupos de Estados miembro, por ejemplo-. La cuestión de un espacio público europeo regresa incansablemente en estos debates a modo de conclusión.

La vía hacia el espacio público europeo pasa en efecto por la aprobación de un estatuto de asociación europea, complementario de los estatutos nacionales. Un estatuto que Café Babel reclama desde hace años. Los funcionarios de la Comisión no parecen muy preparados. Pero su presidente Barroso podría declarar lo contrario. Veamos qué sucede.

Translated from Association européenne : pas utile pour la Commission