Asalto a la Bastilla del comunismo
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luis gonzález vayaDemolición, desmantelamiento o rehabilitación. Los países del bloque del Este se preguntan qué hacer con los vestigios del comunismo. Cuatro ejemplos muestran lo que puede pasar con los dinosaurios del Este.
Títulos llamativos, cercanos al pueblo, dimensiones notables y fachadas que atraen la atención: los edificios representativos debían simbolizar el poder del llamado Bloque del Este. La síntesis que se predicaba de cercanía y amor al pueblo, a la cultura y a la mejora de la forma física debía encontrar su expresión en estos edificios. ¿Qué debe hacer Europa con estos monumentos de un pasado no demasiado lejano?
Berlín, Palacio de la República
Palacio de la República en Berlín, RDA 1977 (Foto: Istvan/flickr)
El 23 de abril de 1976 se abrió el Palacio de la República. Bajo este techo se podían encontrar actividades de tiempo libre abiertas al público y actividades políticas de la Cámara del Pueblo, reunidas por el emblema del martillo y el compás; una mezcla que se busca en vano en los países democráticos capitalistas. “Lo mejor era que uno podía permitirse los eventos culturales, no como hoy”, recuerda la doctora Manuela Karmein, de 61 años, habitante de Potsdam. Añade: “El palacio era superquerido entre la gente”. Aun así, el Bundestag alemán (actual sede parlamentaria) decidió en 2002 desmontar el edificio, una vez saneado de amianto. Ahora se planea una reconstrucción del Stadtschloss (castillo de la ciudad), destruido en la II Guerra Mundial, para, en palabras del presidente del Bundestag, Wolfgang Thierse, “recuperar la Historia”. Sigue sin estar claro por qué la Historia prusiana debería privilegiarse sobre la Historia de la RDA. Manuela aventura: “Occidente quiere destruir todos los recuerdos positivos que guardamos del socialismo”. Tampoco Nina Brodowski, de la Alianza por el Palacio, entiende por qué no se utiliza el potencial del palacio como icono de una transformación no violenta a la democracia. Desde 2006, el palacio está siendo desmontado.
Bucarest, Palacio del Pueblo
Palacio del Pueblo, Bucarest (Foto: Dan/flickr)
Para construir el enorme edificio civil, en 1977 se derribó un quinto de la ciudad vieja de Bucarest. Ancianos que se negaban a abandonar sus viviendas se suicidaron, valiosos monumentos arquitectónicos cayeron víctimas de las excavadoras. La profesora de instituto Elena Colan, de 65 años, se burla un poco: “El gigantesco idiota de Ceaucescu sí que logró algo con eso”. Mientras crecía una cruda mezcla de neoclasicismo, relleno de detalles kitsch y con una pomposa, monumental y amedrentadora fachada, el pueblo debía ahorrar luz y electricidad. “Claro, para muchos el palacio es un recuerdo de los malos tiempos”, concluye Elena. Sin embargo, ¿habría por ello que derribar el edificio, construido sólo en un 70%? Stere Lazar, ingeniero electrónico jubilado de Botosani, opina con pragmatismo: “Fue un proyecto caro. Sería bueno utilizar el edificio ahora”. De hecho, la Cámara de Diputados y el Senado rumanos se encuentran en el Palacio. Mientras tanto, los habitantes de Bucarest están incluso orgullosos de este logro doloroso; en especial la arquitecta Anka Petrescu, que ha sido contratada para concluir el 30% restante.
Vilna, Palacio de los Deportes
Palacio de los Deportes, Vilna (Foto: Julija Ksivickaite)
El Palacio de Deportes y Cultura está situado en la orilla derecha del río Neris en medio del centro histórico de Vilna, capital de Lituania. Convertida en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1994, la ciudad está dominada por los estilos barroco, gótico y renacentista. Contrasta con fuerza la moderna fachada de cemento de este edificio polivalente de 15.000 metros cuadrados. En lugar del millón de rublos que planeaba gastar la Unión Soviética, el coloso tragó 7,5 millones hasta que por fin el 17 de diciembre de 1971 los asientos pudieron acoger a los espectadores de un concierto. Los constructores recibieron un Premio Nacional del Modernismo Lituano. En cambio, los ciudadanos miraban a este “monstruo gris” más bien con desconfianza; la asociación mental con los ocupantes estaba demasiado reciente en el recuerdo. Tras el cambio político y económico del país se privatizó el edificio, que resiste con valentía la tempestad de denuncias, que lo definen como la Bastilla del Comunismo. Entre tanto el basto edificio tiene el estatus de monumento protegido, lo quieran los lituanos o no.
Varsovia, Palacio de la Cultura
Palacio de la Cultura de Varsovia (Foto: tschaut/flickr)
22 de Julio de 1955: se inaugura el Palacio Josef-Stalin de la Cultura y las Artes. Se pudo prescindir de la estatua del que le daba nombre, ya que éste había muerto por entonces. El arquitecto ruso Lev Rudnjev dio rienda suelta a su “estilo de confitería”, aunque sus colegas polacos pudieron colarle al menos elementos de su propia arquitectura a los patrocinadores soviéticos. Sin embargo, la altura de 231 metros y los 33 pisos muestran el poder de los ocupantes sobre los cimientos del gueto. Mientras el símbolo secreto de la ciudad recuerda a la población madura los tiempos de represión, los jóvenes opinan: “¡El palacio es de culto!”. Así lo piensa al menos Jaciek Sienkiewicz, que lleva una discoteca en el ala noroeste. Al parecer, destruirlo habría resultado demasiado caro. El edificio, con su función de templo del consumo y de la diversión, se ha adaptado sin problemas al ritmo occidental capitalista.
Translated from Sturm auf die Bastille des Kommunismus?