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Amor entre expatriados: Así es Bruselas

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Lifestyle

¿Por qué todos mis amigos de todas las nacionalidades acaban enfangados en las relaciones más extrañas y complejas? ¿Es que los hombres sólo quieren sexo? Una mujer explica por qué los compañeros expatriados no pueden mantener relaciones estables.

Muchas cosas pueden excusarse con la frase "así es Bruselas": el fontanero que nunca llega, la mujer que muere aplastada por una caja de madera que se cae de una grúa, el propietario que olvida asegurar la casa… Ahora la frase alcanza un fenómeno que se multiplica en esta pequeña ciudad: triángulos amorosos irreconciliables que te muerden el culo. Hablo de expatriados.

Amor expatriado

Hace tiempo que le doy vueltas: ¿Por qué esa tendencia a retorcer hasta el límite la vida sentimental? En beneficio de la discusión, empecemos con una encantadora joven mediterránea de 27 años (las nacionalidades y los nombres no se mencionan por motivos de privacidad). Se enamoró de John, que a su vez estaba prendado de una chica de Nueva York. Mi amiga tiene otro rollito, Jim, a quien ella le confió lo de "la chica de Nueva York". Al pasar un año, Jim quiere algo más serio que un rollito con mi amiga pero su situación sentimental en Facebook revela que, de hecho, se ha enamorado de la misma chica de la Gran Manzana. Mi amiga se quedó preguntándose cuándo y cómo narices pudo pasar algo así.

Un terreno apropiado para los amores más enredadosO esta otra típica chica francesa que conozco, guapa, inteligente y divertida. Ella y un chico italiano habían estado un rato bailando juntos, en una noche lluviosa, para acabar juntos en la cama. En la segunda cita, él reveló que "estaba en un punto sensible de su vida y necesitaba espacio". Una mañana mi amiga salió de su piso y lo vio deslizarse fuera de su casa (vive unas cuantas calles más abajo) de la mano de una chica muy guapa y muy bien vestida. Se podía incluso observar que ella no se había cambiado la ropa de la noche anterior. Ay. Además, dada la proximidad, mi amiga tuvo que pararse y mantener una conversación cortés con los dos mientras iba a trabajar. Doble ay. He acuñado una frase para esto: "Cuanto más ancha es la red, menos posibilidades tienes de que te toque el premio gordo".

En la singular Bruselas, la red se hace más ancha por momentos. Una rápida encuesta entre compañeros expatriados revela que la mayoría de ellos han vivido, como mínimo, en dos países; y hablan, como mínimo, otro idioma además de su lengua materna. Además la mayoría no nos quedamos demasiado tiempo; una persona que se queda en Bruselas suele ser objeto de gran respeto en las fiestas. Así sí es posible encontrar algo estable para jugar a las casitas.

Relaciones a larga distancia desde Bruselas

Los nómadas súper-globalizados somos un insignificante 10% de los 1,8 millones de habitantes de Bruselas. Puede que, a lo mejor, en ese pequeño pero variado porcentaje haya demasiado donde elegir como para sentar la cabeza con sólo un chico. Además, hay que añadir que es demasiado fácil tener diferentes queridos en cada país. Ellos vienen, van, mandan e-mails, volamos, nos besamos, nos marchamos y ambos encontramos la felicidad en otro sitio. Y parece que con los hombres pasa lo mismo.

Aquí podemos tener todos los Pablos, Laurents, Pauls, Pierres, Bernards, Giovannis y Andrews que queramos.

Disculpa, ¿tú no estabas en mi cama hace dos minutos?

Otro ejemplo: el argentino que estaba haciéndole el ciber amor latino a una amiga mía desde que se marchó de Bruselas el año pasado. Había, claro está, un fallo en esta aventura a larga distancia. Una chica que aseguraba ser la novia in situ se tomó la molestia de llamar a Bruselas para contárselo a mi amiga. "No mi corazón, no es mi novia, está loca", se defendió el hombre de Buenos Aires. Hmmmm... Recientemente una amiga mía periodista cometió el error de enamorarse de una de sus mejores fuentes. Los dos estaban viviendo en Bruselas por esas fechas, pero él decidió conquistar su corazón en Praga, su hogar y una de las ciudades más románticas de Europa. Después de besarse en el puente Karlovy, él le dice a ella: "¡Oh! y tengo novia…", se confunde, se pone nervioso y echa a correr.

En una charla de domingo por la mañana con unas cuantas chicas sobre nuestra incapacidad de mantener a un chico (la típica vagueza felina), nos preguntamos: ¿Es que mandamos las señales equivocadas o simplemente somos inconstantes? Y surgieron estas tres preguntas: ¿Es que los hombres de Bruselas sólo quieren sexo? ¿Es que nosotras sólo queremos sexo? ¿Por qué una chica o un chico cada vez no es suficiente? No todas nos vemos como víctimas. Podríamos incluso decir que jugamos este juego con mucha habilidad. ¿Por qué? Porque podemos. Pablo, Laurent, Paul, Pierre, Bernard, Giovanni, Andrew... Todo puede, incluso, estrujarse en un período de seis o doce meses, si eres muy bueno. Después podemos irnos a casa o a otro país y tentar de nuevo a la suerte con una relación estable, la cual puede tener éxito o volver a caer en los viejos hábitos de mantener relaciones temporales con expatriados. Tal vez el único efecto secundario negativo de estas relaciones pasajeras es que puedes acabar convirtiéndote en un amante muy desconfiado o, peor aún, en una ruina nerviosa adicta al Facebook.

Imágenes: portada (cc) JLA Kliché/ darkhalf.be/; (cc) coschda/ (cc) Galería de e³°°°. Cortesía de Flickr

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