Amelia Andersdotter, vigilando la gran ballena
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Teresa Molés CasesAmelia Andersdotter es la eurodiputada más joven y a veces hasta ella misma se pregunta cómo ha llegado hasta aquí. Esta joven sueca se vuelve a presentar a las próximas elecciones europeas en representación del Partido Pirata. Hablamos con ella del Parlamento Europeo, de comas etílicos y de ballenas.
Amelia Andersdotter lleva una mochila de color verde claro y mira a su alrededor. Cuando nos estrechamos la mano parece aliviada. La joven eurodiputada no suele frecuentar París. De camino a una cafetería nos cuenta un poco sobre el congreso de ciberseguridad al que acudirá al día siguiente, aunque en realidad no está segura sobre de qué irá todo aquello. Más bien le parece que será como una caza de fantasmas. Me pregunta si tengo miedo a los fantasmas, pero no encuentro respuesta. Nos quedamos callados un poco.
Poco antes de su ingreso en el Parlamento Europeo
En la cafetería pide una bolsa de patatas y un té que huele muy bien. Nos sentamos en un rincón de un patio interior lleno de jóvenes parisinos bien vestidos. Algunos están sentados solos con sus Macbooks, otros escriben en sus libretas Moleskin. Las barbas largas se rinden a los primeros vestidos primaverales. El sol todavía brilla un poco. Amelia empieza a comer patatas, un poco nerviosa.
MIENTRAS ella hacía política, otros bebían
¿Es en realidad Suecia, su país de origen, tan romántico como lo pintan? Seria, levanta la mirada. Creció en un pueblo pequeño, alejado de las grandes urbes, tal y como les gusta a las familias suecas ver crecer a sus hijos. Sobre los suecos, Amelia dice que son reservados. "Yo creo que también encajaría bien en esa categoría". Lo dice sin esperar reproches por mi parte. Cuando se mudó cerca de Estocolmo para estudiar no le apetecía beber, al contrario que al resto de jóvenes de su edad. "A los jóvenes suecos les encantaba beber hasta la saciedad", cuenta. Ése fue el principio de su carrera política. Mientras la mayoría de estudiantes se emborrachaba, ella debatía sobre política en su círculo de amigos. "Encontré mis ideas políticas en una taza de café". Suena como si Amelia fuese una revolucionaria, lo dice con una seriedad impenetrable. "¿Por qué quieres volver a ser elegida para el Parlamento Europeo?", le pregunto. Al escuchar esto, se muerde la comisura de los labios, mira hacia el ocaso parisino despejado de nubes y se agarra fuerte a su mochila. "A veces es difícil explicarlo. Las instituciones europeas son como una ballena enorme que sólo puede moverse lentamente". Entonces quiero saber si es realista que la ballena se dé la vuelta en algún momento. "Si se tratara de una mosca sería más fácil, ya que ésta puede cambiar de dirección enseguida". Me muestra la trayectoria de una mosca con sus manos.
Podría estar riéndose de mí, o quizá quiere que me ría, en realidad no estoy seguro. La razón de ser de su trabajo en el Parlamento Europeo viene motivada por la rabia que le producen los sinsentidos. Y da un ejemplo. Recientemente ha escuchado a un representante de la industria del cable cuyo discurso decía lo mismo que el que pronunció uno de sus compañeros en una sesión parlamentaria unos días antes. Muchos parlamentarios no saben esquivar la presión del lobby en el Parlamento y repiten al milímetro lo que los representantes de grupos de interés quieren oír. Su crítica es concluyente. A muchos parlamentarios les faltan valores y moral a la hora de oponerse a los intereses del lobby, como a su compañero, que recitó las declaraciones de la industria del cable. Por eso, tras su experiencia en Bruselas, ha empezado a valorar a las personas en función de a quién representan.
¡PLAGIO!
La entrevista con Amelia no ha contribuido mucho a que sintonizase con las instituciones europeas, sino que más bien las ha dejado como monstruosos colosos a los que más vale no acercarse. En realidad no pude evitar imaginarme a una serie de parlamentarios cuyas ideas eran tragadas por una ballena enorme y cuya opinión sufría una total desconfiguración a causa del lobby. ¿Infunde tanto miedo Europa?
Al contrario, Amelia dice: "Europa debería seguir garantizando el libre intercambio dentro del continente. Tradicionalmente Europa ha estado a la cabeza en materia de ciencia y cultura porque los europeos se han plagiado unos a otros. El Parlamento debería garantizar la libre circulación de personas para que así éstas se inspiren entre sí. Vivimos en una época en la que lo que tenemos en común con nuestros amigos son las experiencias y no tanto la situación geográfica".
Al final de la entrevista nos volvemos a estrechar la mano. Esta vez me dedica una leve reverencia. Y luego se marcha presurosa, con su mochila verde claro. Hasta las elecciones del Parlamento Europeo todavía queda mucho por hacer.
Translated from Amelia Andersdotter: Politik statt saufen