Alex Taylor: sobre el gusto por la lengua
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Sara Solá PortilloProfesor de inglés, periodista multilingüe, productor en una emisora europea, artista... Si Alex Taylor ha podido llevar tantas vidas a la vez es sobre todo porque habla varios idiomas, «fuente de creatividad que predispone al asombro perpetuo». Entrevista en el domicilio de este políglota con facilidad de palabra que debe su carrera a Sadam Husein y su amor por Europa a un cruasán.
Nos recibe descalzo, en su precioso dúplex de Chatelet, en pleno centro de París. Hace 20 años que vive aquí. Sin embargo, Alex remolonea entre cajas entreabiertas mientras nos explica que se está preparando para mudarse, seguramente a Saint-Paul, en el barrio parisino de Le Marais. En el salón, el imponente televisor de pantalla plana emite continuamente noticias a través del canal Sky News y hace que la habitación parezca vacía, amueblada sobriamente con un sofá angular y una mesa de comedor sobre la que destacan los restos del desayuno. Aún está adormilado tras una precipitada siesta, de modo que se disculpa varias veces por la brusca entrada en materia y nos asegura que sus ojos cansados son los estigmas de una fiesta dada por el banco, más que el resultado del análisis de prensa europea que modera cada día en la emisora France Inter, a las 06.45 a.m. Alex desaparece para preparar té; con un poco de leche para él y solo para nosotros. Se descubre otra perspectiva desde la que enfocar las relaciones francobritánicas.
LOS IDIOMAS COMO SALIDA DE EMERGENCIA
Mientras acomoda sus dos metros de altura en el sofá, Alex comienza a echar pestes contra los que le piden que lo traduzca todo. "Ayer por la noche me preguntaron cómo se dice en inglés 'es un guiño a Francia'. Yo, con las equivalencias entre lenguas, ya he tirado la toalla". Así comienza su libro, Bouche bée, tout ouïe (2010), con una escena en la que unos amigos le piden que traduzca asap please, la expresión "ha pasado un ángel". Muy duro. Y sorprendente, ya que podría decirse que Alex Taylor se ha rendido a la causa lingüística. Amante declarado de las lenguas, este inglés nacido en Cornualles habla 6 idiomas con fluidez. "A veces digo que hablo 28, ¿sabes?", puntualiza, con un acento delicioso. "Es que me he dado cuenta de que la gente se queda decepcionada cuando le digo la verdad". Durante los 30 años que lleva en París y algunos más que ha dedicado a Berlín, Alex ha aprendido italiano, español y neerlandés. "Por placer", nos dice, con tono de estar diciendo algo evidente. Para él, "vivir la vida en una lengua que no es la propia predispone al asombro perpetuo". Justo el día anterior a nuestra entrevista, una buena mujer le sorprendía soltándole un "de improvisto". Tiene claro que una lengua extranjera es siempre "una fuente de creatividad extraordinaria".
Pese a las 244 páginas que Alex dedica en su libro a ese estado de asombro permanente, los idiomas no hacen más que sorprenderle. De hecho, han llegado a salvarle la vida. A sus 56 años, Alex confiesa que aún piensa en el aprendizaje de una lengua extranjera como "una salida de emergencia, un pasaporte que me permitió salir de Cornualles, ese rincón de Inglaterra donde no podía quedarme, ya que nadie allí me comprendía". Porque es gay y porque, en los años 80, Gran Bretaña era uno de los peores lugares para salir del armario. Alex incluye esta frase en uno de los primeros capítulos de Bouchée Bée, tout ouïe: "Abandoné la perversidad a la que me predisponía mi tan británica infancia para aprender a amar (...) nuestro deslumbrante continente".
SODOMA Y GOMORRA
Con la espalda derecha y una sonrisa en los labios, envuelto en un aire de gallardía ciertamente británico, Alex nos suelta mientras nos mira de reojo: "Reconoceréis que mi amor por el francés es totalmente circunstancial". Tras terminar sus estudios en Oxford, Alex desembarcó con 27 años en una Francia socialista que celebraba en el año 81 la victoria por la creación casi inmediata de Fréquence Gaie, la primera radio gay del mundo. Allí moderó algunos programas de radio y dio clases de inglés en el instituto mientras tonteaba con un joven francés. Al mismo tiempo, y solo a unos cien kilómetros, Margaret Thatcher aprobaba una de las leyes más homófobas del mundo. "Tenía 27 años y vivía en un país donde todo era posible".
Sin embargo, nuestro emigrante pasó un tiempo en Berlín, de 2005 a 2011, "cuando todavía nadie sabía que molaba vivir allí". En Alemania, Alex comenzó a ir de discotecas y se enganchó a la droga. "Terminé con mi vida de muchacho", dice. Tiene culo de mal asiento, y ello se debe, paradójicamente, a su "infancia, tan británica". En los años 60, sus padres le enviaron de campamento por Europa. "Todavía me acuerdo de mi primer cruasán en Bruselas, él fue el que me despertó el gusto por Europa", nos cuenta. Un gusto que puso de manifiesto en Continentales, un programa de televisión dedicado a las lenguas y al Viejo Continente. Este programa le concedió a Alex algo de notoriedad, sobre todo después de que una mañana él fuera el único en anunciar la invasión de Kuwait por las tropas de Sadam Husein en 1990. "¡Le debo mi carrera!", exclama, totalmente en serio.
por escrito, en francés
Hoy en día, en 2014, Alex Taylor ya no es ese europeo orgulloso de los 90. "Estoy cansado", admite. "Ahora lo que quiero es pedirles a los demás que luchen". Aunque probablemente no se lo pedirá a los medios de comunicación anglosajones, a los que Alex tacha de eurófobos mientras señala su televisor. Por otra parte, por si a caso los conservadores se atreven a convocar un referéndum para la salida de Europa del Reino Unido, una petición de nacionalidad francesa preside su escritorio. "La pediría al instante. Si se retiran, ya no tendré derecho a quedarme aquí".
A lo largo de las páginas de su último libro, publicado el 3 de febrero y titulado Quand as-tu vu ton père pour la dernière fois?, Alex se repite a menudo que "ya no tiene ninguna razón" para volver a su país. Pensado sobre el tema del desarraigo, la obra está en realidad dedicada a su padre, que murió en marzo de 2013. "Estaba en la estación de St. Pancras, en Londres, y me dije que cuando él faltase, ya habría cortado todos mis lazos con mi país", nos confía de manera reposada. Este tipo de confesiones las escribe en francés. Comenzó a hacerlo en su primer libro, Journal d’un apprenti pervers, en el que relata de una manera particular la muerte de su exnovio, enfermo de sida y fallecido en sus brazos a los 39 años. "Cuando uno escribe un libro tan personal como ese, hay que exponerse. Y prefiero hacerlo en francés, para mantener en cierto modo la distancia".
Sin ataduras, Alex Taylor es sobre todo alguien irreducible. "Me molesta sobremanera que me presenten como un periodista británico", afirma mientras nos mira con ojos severos. Está bien, un hombre que ha vivido varias vidas prefiere la etiqueta de europeo. Y el gusto por lo demás.
LEER : 'Bouche Béé, tout ouïe' (2010) EDICIÓN DE Jean-Claude Lattès Y 'Quand as-tu VU ton père pour la dernière fois?' (3 DE FEBRERO DE 2014), EDICIÓN DE Jean-Claude Lattès.
Translated from Alex Taylor : sur le goût de la langue