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Alemanes sin billete de vuelta

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Cada día más jubilados alemanes e ingleses eligen las costas españolas como destino para su jubilación. El clima agradable, la cobertura sanitaria y el bajo coste de vida son los atractivos de la Florida mediterránea.

A pesar de sus setenta años recién cumplidos y varias operaciones graves de las que prefiere no hablar, Geraldine conserva toda su vitalidad. Prueba de ello es que no han dado las nueve de la mañana y ya vuelve de un largo paseo con su perro Keny por la orilla de la playa. “Ahora un cafecito en el bar de mi amigo Antonio y a casa”, comenta risueña en un castellano que necesita de toda su expresividad corporal para hacerse comprender.

Vacaciones para siempre

Casi todo el mundo en el barrio conoce a Geraldine Riemer y a su marido, una pareja de alemanes que, a la hora de jubilarse, decidieron comprar una casa en España y hacer de su lugar de vacaciones su residencia permanente. Vendieron su pequeño hotel familiar en Alemania y escogieron como destino Denia, un pequeño municipio de la costa levantina. No son los únicos. De los 1.352.000 inmigrantes europeos residentes en España en 2005, los alemanes son la tercera comunidad más numerosa con 133.000, sólo por detrás de Rumania (317.000) y el Reino Unido (227.000), según el Instituto Nacional de Estadística (INE)

¿El atractivo principal? Con una gran sonrisa y los brazos abiertos Geraldine exclama: “¡El sol y el mar!”. Era lo que buscaban cuando vinieron, pero la verdad es que con el tiempo encontraron todo un modo de vida al que no renunciarían ahora: “¿La siesta?, todos los días”. Y sobre la mesa, de vez en cuando, alguna paella. La madre de Geraldine vive en Alemania y tiene noventa y siete años. “Voy a verla, pero a los pocos días echo de menos esto: no encuentro mi lugar en Alemania”.

Un ambiente con facilidades

El caso de los Riemer no es un hecho aislado, si bien no es habitual que los alemanes instalados en Denia hablen castellano. Las calles de Denia están llenas de mayores de todas las nacionalidades, aunque predominan los alemanes: hasta 2.500 en esta población de 42.000 habitantes. Paz Collado, empleada en una farmacia del centro, atiende a sus clientes en alemán, inglés o francés. “No tuve más remedio que aprender”, comenta mientras despacha a una pareja de holandeses. “No comprendía lo que me pedían”. Esta es otra de las razones por las que la mayoría tienden a relacionarse entre ellos aunque no sea la intención primera al mudarse a España.

Un hombre de unos setenta años acaba de llegar en bici a la plaza principal. Se baja, compra el periódico y saluda en alemán a un grupo que está desayunando. Sin una palabra de castellano y con ciertas reservas a hablar en inglés le cuesta pensar en algo que eche de menos de su país. “¡Desde luego no es el clima!”, bromea. Para muchos, el verano, los meses de mayor concentración turística, son el momento de hacer una pausa y volver a su país. Para otros, en cambio, supone la oportunidad de recibir visitas de familiares.

Este fenómeno en los últimos años se ha acrecentado mucho. Los avances en la integración europea favorecen la movilidad de todos los factores (moneda, sanidad, seguros, etc.). Según Paz Collado, “muchos de ellos están solos y algunos hasta discapacitados, pero la cobertura sanitaria funciona sin problemas, tanto la privada como la pública”. Basta un paseo por la ciudad para darse cuenta de la cantidad asombrosa de centros de asistencia médica cuyos carteles están en alemán. Pflege Siggi es otra buena muestra: un médico ambulante por Denia y alrededores (Javea, Moraira, Benissa, Calpe) que ofrece asistencia las veinticuatro horas. Una labor parecida desempeña la Asociación de transporte sanitario Amigos Europeos de Jávea, con dos mil socios y seis mil beneficiarios, que cubre también el municipio de Denia.

Transformación y tradición

Según las estadísticas, la población extranjera de Denia ha aumentado más de un 140% de 2001 a 2006, a lo que habría que añadir que en los últimos veinte años Denia ha crecido un 88%. Sin duda, este ascenso masivo en la población tiene consecuencias directas sobre el paisaje urbano pero, con todo, Denia conserva su carácter de pueblo pequeño. A diferencia de otras poblaciones del Mediterráneo español, se podría decir que Denia ha sabido conciliar la venida del turismo con su propia identidad y tradiciones. A finales de abril, por ejemplo, se sigue celebrando la tradición de “moros y cristianos”, una escenificación de un desembarco y una lucha en el castillo al más puro estilo medieval. Además, Denia no se queda desierta durante la temporada de invierno, como ocurre en algunos pueblos de la costa.

Es probable que esta combinación de circunstancias la conviertan en un lugar privilegiado para los más mayores que desean disfrutar de su jubilación en la tranquilidad del mar y el clima Mediterráneos. Pero quedan cuestiones sin resolver: para Geraldine es indignante que, siendo europea, tenga que desplazarse hasta Valencia cada cinco años y hacer cola durante horas para renovar su carné de residente. “¿Por qué estoy en la misma cola que los no comunitarios?”, se exclama indignada.