Albania: búnkeres de hormigón y calas para bañarse
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Luis González VayáEn el lugar donde se encuentran el Adriático y el Jónico está Albania, el último paraíso escondido de Europa. El pequeño país balcánico quiere poner en marcha su economía con el turismo y cuenta con dar una imagen más positiva en occidente desde su ingreso en la OTAN. 20 años después del final de la dictadura, Albania se ha convertido en un secreto a voces para los turistas individuales
Cientos de miles de ellos cubren el país entero –al borde de la carretera o a lo largo de la costa, junto a colegios o en parques o en campo abierto: los pequeños búnkeres unipersonales de hormigón crecen del suelo como champiñones. Son testimonio de un tiempo en el que Albania –y sobre todo su dictador estalinista, Enver Hoxha- se sentía amenazada por todas partes. Especialmente desde el sur, por su vecina y miembro de la OTAN Grecia. Los sombreros de hongo de hormigón, cada uno con una mirilla para disparar en dirección al enemigo, son el resto más visible de 40 años de aislamiento y dictadura comunista, que implosionó en 1990.
20 años después, Albania es irreconocible, por muchos búnkeres que hayan sobrevivido. Hace tiempo que perdieron todo su valor militar; hoy son usados por los más de tres millones de habitantes de este país aún pobre como pequeños establos para cabras y ovejas. Pero hambre y miseria palpables, como se veían en muchas partes al caer el régimen, ya no se dan prácticamente en Albania. El PIB por año y habitante ha subido desde 1990 hasta hoy de 654 dólares a 4.000, según datos del FMI. Al desarrollo ha contribuido el millonario apoyo de Occidente –solo desde Alemania fluyeron en los últimos 20 años más de 800 millones de euros en concepto de cooperación al desarrollo en Albania. Es más que cualquier otro país del mundo, calculado per cápita.
Bruselas a lo lejos
El Estado se ha transformado en una democracia y quiere pertenecer sea como sea a la UE. A finales de abril el primer ministro Sali Berisha entregó a la presidencia de turno checa su petición de ingreso. Pero antes de que Albania llegue a Bruselas pueden pasar todavía algunos años –Albania todavía tiene que luchar fuertemente contra problemas como la corrupción o un deficiente Estado de Derecho. Sin embargo, el ingreso en la OTAN el 1 de abril de 2009 dio al país un importante empujón. “Es el mayor logro de mi país desde la independencia”, dijo el conservador primer ministro Sali Berisha con orgullo.
La prueba clave en el largo camino hacia la UE serán las elecciones parlamentarias del 28 de junio, cuyo resultado en estos momentos parece completamente abierto. El oponente de Berisha es el jefe de los socialistas y alcalde de Tirana, Edi Rama. Si las elecciones son libres y justas, Albania estaría un paso más cerca del estatus de candidato a la UE.
Los avances en la integración euro-atlántica son de enorme importancia para la imagen de Albania, que aún se asocia en Europa occidental con caos, emigración masiva y crimen organizado. Mientras tanto, ya empieza a notarse el cambio: más de dos millones y medio de visitantes viajaron en 2008 a Albania. La costa albanesa se extiende durante 362 kilómetros desde el río fronterizo que la separa de Montenegro hasta la frontera con Grecia, bañándose en el Adriático y el Jónico.
Playas blancas – manchas blancas
Pueden encontrarse calas de ensueño y playas vírgenes en el sur del país, alrededor de las ciudades Vlora, Himara y Saranda. Detrás se encuentra un salvaje paisaje montañoso que cubre casi el 70% del país, que tiene 2/3 del tamaño de Suiza. Hay que sumar Tirana, la capital, que vive un auténtico 'boom': en los últimos años se ha convertido en una emergente metrópolis del sudeste europeo. “El turismo es con mucho el potencial más grande de nuestro país”, afirma el jefe de gobierno de Berisha. La mayoría de los turistas vienen de países vecinos como Kósovo y Macedonia o son albaneses que viven en el extranjero. Alemanes, suizos y otros europeos occidentales son más bien la excepción.
No es probable que esto cambie a corto plazo, opina Gerd Hesselmann, berlinés experto en turismo. Para el turismo de sol y playa a lo grande ve poco futuro en Albania: “Primero porque no tiene el estándar mínimo, y segundo porque el nicho de mercado del turismo de sol y playa ya no crece en general. A Albania le queda poco por recoger".
Aparte de este tipo de turismo, el poco conocido país del sudeste europeo tiene muchas cosas excepcionales que mostrar. Monumentos histórico-culturales como las ciudades de estilo otomano de Gjirokastra y Berat o las ruinas arqueológicas de Butrint –las tres parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO- y su adaptación a un paisaje fascinante hacen de Albania un lugar especialmente atractivo, según Jörg Kahlmeier, director de proyectos de Weit-Blicke en Leipzig, que ofrece viajes de estudios.
Lo más interesante, sin embargo, son según Kahlmeier “las todavía hoy palpables huellas de 40 años de aislamiento en Albania y la especial forma de comunismo del país”. Es lo desconocido y diferente, lo auténtico y misterioso, lo que crea el atractivo del país para los turistas individuales o pequeños grupos de europeos occidentales interesados. Jörg Kahlmeier da en el clavo cuando dice: “El hombre se esfuerza por naturaleza en encontrar 'puntos blancos'". ¡En Albania puede hacerlo!
El autor de este artículo, Norbert Rütsche, es miembro de la red de corresponsales n-ost
Translated from Albanien: Polittourismus zwischen Betonbunkern und Badebuchten