Agnes Obel, de cristal y hierro
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REPORTAJE PERFIL. La cantante y compositora danesa reúne en su nuevo disco, 'Citizens of Glass', sonidos que hipnotizan, pacifican, perturban y hacen pensar. Encuentro en París con una artista que se siente como el cristal.
"Es curioso. Soy muy feliz haciendo música pero no me resulta sencillo hablar de ello", explica en voz baja Agnes Obel, la cantante y compositora danesa en cuyo universo no existen los lugares comunes. Pese a las apariencias, disimula muy bien su timidez y revela una felicidad discreta que sólo alcanzan quienes se sienten realmente libres. Está sentada en el patio interior de un hotel de París, con un vestido largo negro. Ha llegado de Berlín, donde vive desde hace diez años, para promocionar su tercer disco 'Citizens of Glass' (Ciudadanos de cristal), con el que explorar la forma en la que vemos la realidad. Aunque le espera una agenda cargada de entrevistas y eventos, no tiene prisa. Escucha con atención, sonríe y reflexiona unos segundos antes de lanzarse a responder cada pregunta. Aunque no es de esa clase de personas a las que les gusta hablar de sí mismas, el instinto me dice que debo interesarme primero por sus sentimientos.
Agnes, ¿te sientes de cristal? "Me gusta esta pregunta porque de hecho sí que lo siento. Cuando escribes canciones te acabas convirtiendo en el material del que están hechas. Tú, tus amigos, tu familia, las crisis personales, los desamores… Todo se expone constantemente de manera intencionada a través de un cristal por el que todos miran", explica de manera pausada y reflexiva. Un cristal sobre el que ha pensado mucho desde que oyó en los medios de comunicación alemanes el término de "ciudadano de cristal" (gläserner bürger). Éste hace referencia al nivel de privacidad con el que vivimos cada día, lo que se sabe de nosotros y lo que no. "Me pareció un concepto tan bonito y tan poético, que pensé que tal vez podía relacionarlo con el sentimiento de estar hecho de cristal. Al final todo el álbum gira sobre esto", cuenta.
"Familiar", el primer single de 'Citizens of Glass' en conocerse.
Las diez canciones de su nuevo trabajo, compuestas y grabadas por ella misma, podrían pacificar a una bestia. También recuperar a un humano atrapado por la tecnología o despertar a toda una sociedad que mira desde la misma perspectiva. Las melodías no se alejan en exceso de sus dos discos anteriores, ‘Philarmonics’ (2010) y ‘Aventine’ (2013) aunque esta vez ha dejado más hueco a la experimentación sonora. El resultado es una bonita mezcla misteriosa -a veces casi tenebrosa- de nostalgia y abstracción. En ellas se oye su voz, a veces doble, que se une a pianos, violines, clarinetes, violonchelos, clavicémbalos, arpas medievales y hasta un trautonio de finales de los años 20. Instrumentos que requieren de muchas manos. Pero Agnes no está sola. En cada concierto le acompaña una banda compuesta en su mayoría por mujeres. Y juntas crean una atmósfera muy evocadora que parece que va a estallar en mil pedazos en cualquier momento y que, sin embargo, es más estable de lo que aparenta. "El cristal es exactamente así. Un material muy fuerte pero a la vez muy frágil. Es maravilloso. Yo también me siento así. Me alegra mucho que hayas notado esta dicotomía en las canciones, porque ésa era mi intención cuando las componía".
"Nuestro amor es un fantasma que los demás no pueden ver"
A Agnes siempre le gustó la música. Estuvo en contacto con ella desde muy pequeña gracias a que sus padres, que no se dedicaban profesionalmente a ella, también tocaban diferentes instrumentos. Aprendió piano y asistió a una escuela musical. Pero a medida que crecía se daba cuenta de que su entorno esperaba otra cosa de ella. "A veces puedes sentir perfectamente cuando la gente espera algo de ti. Y la verdad es que nadie confiaba en que yo me dedicara a la música". Por eso, para contentar a todo el mundo decidió estudiar literatura, cultura y medios en la universidad. "Un poco de todo, porque en realidad no tenía ninguna ambición. Lo bueno es que el gobierno danés te da una cantidad de dinero cuando eres estudiante. Así que digamos que estuve posponiendo el divorcio académico durante unos años, pues yo ya sabía que no iba a funcionar", afirma.
Y entonces se hizo la luz. Cuando con 26 años se marchó a Berlín, un sentimiento de felicidad le recorrió el cuerpo. "La música era algo tan importante para mí que me daba miedo decir que quería dedicarme a ella porque entonces tendría que haber estado a la altura de las expectativas. Tenía mucho miedo al fracaso". Continúa: "Sé que si me hubiera quedado en Dinamarca habría seguido los deseos de otra persona y no los míos". Agnes sabe muy bien lo que hace y por qué. O al menos eso aparenta. Por eso, no le ha dado vértigo alejarse de un país que dice ser el más feliz del mundo. "Necesito mucha paz y mucho espacio para escribir mis canciones. Y precisamente todo eso me faltaba en Copenhague. Por eso me fui", detalla con serenidad.
Cuando echa la vista atrás y piensa en su primer trabajo ‘Philarmonics’ (2010), reconoce que nunca podría haberse imaginado la buena acogida que tendría más tarde. "Hay algo muy importante cuando compones tu primer álbum: no tienes expectativas. Lo haces desde un lugar que es sólo tuyo", explica. Ese lugar tan íntimo del que habla, que sólo ella conoce, permanece siendo un misterio. Tanto como su mente. Una mente que no es la misma de la de aquella adolescente que escribía canciones en el instituto sin alardear demasiado y que diez años más tarde encantaría a la crítica. Tras recibir varios premios de la academia de música danesa, la crítica europea, en concreto la alemana, la francesa y la inglesa, también se rindió a sus pies. En 2012, Agnes recibió el European Border Breakers Award, un galardón que entrega la Comisión Europea a jóvenes artistas cuya música ha logrado traspasar fronteras. En esa lista también están Adele, Mumford & Sons, Stromae o Damien Rice.
El sencillo 'Beast' forma parte de su primer disco 'Philarmonics'.
Antes de seguir con la conversación, las palabras "europeo", "romper" y "fronteras” nos obligan a hacer un alto en el camino para hablar del mundo que Agnes observa a través de sus canciones. ¿Qué piensas de la crisis de refugiados? "Estoy decepcionada con Europa. Hemos tenido la oportunidad perfecta de encontrar juntos una solución. Era el momento idóneo de demostrarlo, y estamos fracasando. Alemania, y en cierto modo Suecia también, han intentado liderar este asunto. Pero Dinamarca, mi propio país, está demostrando una forma de hacer política muy equivocada y muy mediocre". Se hace el silencio durante unos segundos y prosigue: "Me apena también mucho ver cómo todos esos partidos de extrema derecha están ganando terreno gracias a un miedo que es totalmente irracional", afirma con el ceño ligeramente fruncido.
El silencio vuelve a aparecer en la conversación, tal y como lo hace en sus canciones. En ellas lo emplea para dar sentido a todas las partes, de ahí que incluya piezas enteramente instrumentales. "El silencio es uno de los ingredientes más importantes en mi música. Pero no hay que olvidar que se trata de una ilusión. El silencio también es un sonido, lo que ocurre es que, al ponerlo en relación con otro, parece estar vacío", explica. La repetición de elementos es otro de los signos identificativos de su música y sus vídeos, para cuya realización cuenta con el fotógrafo y director de animación alemán Alex Brüel Flagstad. "Este tipo de repeticiones hablan de mí. Pero también con ellas quiero pensar en el mundo. Sobre este miedo a lo desconocido que ya hemos vivido antes en Europa, en el que las personas pasan a ser fácilmente manipulables". La Historia se repite y en sus vídeos se simboliza mediante una bola de cristal que distorsiona la realidad; a través de cuerpos idénticos que bailan al unísono, o mediante su propio rostro repetido en el espacio.
Agnes, antes de acabar, ¿si pudieras pedir un deseo, cuál sería? "Me encantaría crear un álbum con el que poder transportarnos, ¿entiendes lo que quiero decir? Llevarnos lejos a otro lugar. Ésa es una de mis grandes obsesiones. Pero por el momento, espero poder crear muchos álbumes más". ¿Te hace feliz? "Sí, mucho", concluye.
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