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Adherir al demos eternamente inacabado

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La República checa y Polonia en la Convención ¿extranjeros o hermanos ? ¿comunitarios o extraños ?

La Convención Europea es la primera “institución” europea donde los representantes de los estados en fase de adhesión participan en los mismos términos de igualdad que los de los actuales Estados Miembros de la Unión. Ya ha pasado un año de las deliberaciones y queda aproximadamente otro año antes que los países candidatos lleguen a ser miembros plenos de la Unión Europea. Durante este tiempo están teniendo lugar dos procesos simultáneos: uno sobre las negociaciones de acceso y los procesos de ratificación, y el segundo sobre las preparaciones para la próxima Conferencia Intergubernamental, que implica el ejercicio de escribir una Constitución Europea sobre la base de una amplia discusión sobre el futuro de Europa. La complejidad de este proceso está bien reflejada en una afirmación del ex-Presidente checo Vaclav Havel: “Leyendo (los tratados) comprendí que representan el resultado de mucho trabajo, pero no son accesibles para un escolar. Necesitamos transformar esta masa de papel en una ley fundamental, una constitución europea, que pueda ser entendida por todo el mundo”(1). Estos dos procesos están separados en la medida en que el primero trata sobre la preparación de los países en fase de adhesión para la adopción del sistema político, legal y económico de la UE, mientras que el otro trata sobre la reforma constitucional de la estructura institucional y legal de la Unión. Por otro lado, estos procesos están relacionados entre sí, ya que el debate del futuro de Europa y el trabajo de la Convención remodelarán efectivamente la Unión a la que acceden los nuevos estados.

¿Equitativo o no?

Representantes de los países en proceso de adhesión, incluyendo la República Checa y Polonia, se enfrentan a una dificultosa labor en la Convención por varias razones. Primero, vienen a Bruselas sólo para los encuentros de sus respectivos Grupos de Trabajo y para las sesiones del plenario, siendo una desventaja en comparación con los europarlamentarios y otras delegaciones, las cuales tienen un contacto más frecuente con Bruselas y, de este modo, mayores oportunidades para discutir asuntos básicos de manera informal. Segundo, los representantes de los países en fase de adhesión no dominan la jerga Europea y tienen menos experiencia con el detallado funcionamiento del sistema, lo cual supone una carga para ellos, y les hace menos ágiles en la acción. Finalmente, el estatus de “país candidato” les limita en su capacidad de influir en el debate. Simultáneamente, los Convencionados de los países en fase de adhesión están contribuyendo eficazmente al trabajo de la Convención y participando en varias alianzas, hasta el punto que el representante de los países en fase de adhesión en el Presidium, Aloiz Peterle, sugirió que su trabajo es indistinguible del de otros Convencionados.

Polonia y Repùblica checa

Existen interesantes paralelismos entre el caso checo y el polaco. En ambos países se está experimentando una división entre los negociadores en la Convención y la opinión pública, que no está particularmente interesada, informada ni integrada en el debate constitucional. En ambos casos los Convencionados son muy independientes en la formulación de sus posiciones y en sus acciones estratégicas en la Convención. En el caso checo esto es más bien encubierto, sugiriendo que los Convencionados representan a sus respectivas instituciones, lo cual es cuestionable; mientras que en Polonia los Convencionados declaran abiertamente que su trabajo en la Convención es representativo de sus propias ideas e ideales. Además, en ambos países la Convención y estos asuntos de la elaboración de la Constitución están mezclados con los temas de la adhesión. Esto es razonable porque después de todo la Convención determinará la naturaleza de la Unión a la que acceden los países. En este sentido, la conexión es positiva. El aspecto negativo es que, en ocasiones, en lugar de estar concentrados en los asuntos de la elaboración de la Constitución (cuestiones de relaciones institucionales, procedimiento legislativo, competencias, etc.), el debate se reconduce hacia la valoración de las políticas de la UE, sus méritos y beneficios para los países en proceso de adhesión, lo que poco tiene que ver con el diseño institucional. Es probable que esta dinámica se acentùe con los referenda de adhesión, cuyas campañas unirán ambos debates.

A pesar de estas similitudes, existen marcadas diferencias entre ambos dos países. Los Convencionados polacos son personalidades políticas más visibles, lo cual les sitúa a ellos y a la convención dentro del foco de atención de los medios de comunicación. Esto trae un doble beneficio: la Convención viene a ser un asunto mediático, alimentando el debate público sobre el proceso constitucional; y, simultáneamente, los Convencionados son escrutinados y sometidos a supervisión pública, lo que les hace más responsables. Esto falta en el caso checo donde los altos políticos (a nivel ministerial) no están tomando parte significativa en el debate ni en el proceso de la Convención. El foro nacional está mejor desarrollado en Polonia, donde varias redes de ONG y gabinetes se concentran sobre asuntos de la UE, de forma que tienen la capacidad de seguir el debate de la Convención. Fueron esencialmente estos actores de la sociedad civil los que organizaron el primer foro de debates, presionando así al gobierno a responder con otro debate promovido por el propio Gobierno, y desarrollando una saludable competencia entre el gobierno y los actores no gubernamentales. Aunque en ambos países el debate público es más bien limitado, en Polonia el asunto “invocatio Dei” (la referencia constitucional a Dios) despierta muchos sentimientos en la población, incrementando, así, el interés por la Convención. No encontramos una respuesta semejante a este tema en la República Checa debido al fuerte carácter secular de la sociedad.

¿Cómo se puede explicar estas diferencias?

Esta es una pregunta algo difícil para la cual sólo podemos proporcionar respuestas especulativas. El mayor interés por la Convención de las altas figuras de la política polaca, quienes parecen dirigir la profundización de todo el debate, está relacionado con varias posiciones de Polonia no compartidas por la República Checa. Polonia es un país grande, que espera legítimamente jugar a la larga un rol de “Estado grande” en la UE. Esto actúa como motivación de un mayor interés en el futuro de Europa. Además, Polonia se enfrenta a consecuencias socio-económicas potencialmente importantes tras la adhesión, debido a que todavía alguno de sus grandes sectores económicos es débil (especialmente la agricultura). La República Checa, que no tiene que preocuparse mucho acerca del impacto económico de la adhesión, puede permitirse ser menos receptiva a toda la cuestión del futuro de Europa. Finalmente, mientras que el país checo nunca ha aspirado realmente a tener un gran poder, Polonia ha conocido un pasado glorioso. No obstante, éste fue radicalmente interrumpido por las particiones del s. XVIII, que pueden haber influenciado la psicología polaca, heciéndola más escéptica sobre cualquier potencial pérdida de soberanía. De este modo, mientras la República Checa observa la Convención como algo exterior y más bien irrelevante, Polonia está más atenta de este proceso “externo”, comprendiendo que puede afectarles profundamente.

Convencionados versus opinión pùblica

En suma, parece que los países en fase de adhesión analizados han pasado la prueba de su primera entrada en el marco institucional de la UE. Han aprendido a adaptarse al entorno de trabajo y han producido una considerable cantidad de trabajo de calidad. A pesar de que ciertos aspectos de su actividad, tales como el desarrollo de un posicionamiento y una contribución de la sociedad civil, aún parecen ser, más bien, sub óptimas, la semejanza entre los estados en fase de adhesión y los actuales estados miembros está bastante marcada: sus Convencionados son profesionales efectivos que realizan su trabajo seriamente, mientras que la opinión pública está sólo marginalmente interesada e involucrada. Esto apunta al hecho de que la Convención no ha logrado aún las condiciones para instigar un proceso democrático amplio, que involucre verdaderamente a la ciudadanía, y, de este modo, vencer el admitido déficit democrático de la Unión.

(1)Extraído de una conversación con Jacques Delors en “Le Monde” a principios de Febrero del 2003. Fuente: Artículo de Marek Ostrowski en “Polityka”, del 10/03/2001.

Translated from Accession to the ever unfinished demos