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Actitudes de largo alcance en Rusia

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Putin anuncia la creación de nuevos misiles nucleares rusos y nadie parece darle importancia a la escalada armamentística que sus bravuconadas pueden inspirar. La UE bosteza mientras tanto.

Son formas que apuntan en una dirección. Rusia tendrá pronto unos misiles nucleares con una tecnología “sin parangón en el mundo durante muchos años” en palabras de su taimado presidente. Se trata de la tecnología BULAVA-30 cuyos trabajos comenzaron en 1986 y que ha llegado hasta nuestros días en forma de misiles de 8.000 km de alcance con 10 ojivas contra objetivos independientes, que pueden lanzarse desde submarinos.

Una realidad ambivalente

Científicos y altos responsables políticos de todo el mundo no parecen darle excesiva importancia a lo que consideran efectismos del anuncio de Vladimir Putin. Muchos, como lo confirma Scott McClellan, portavoz de la Casa Blanca, estaban al tanto de los experimentos y no los consideran una amenaza. Rusia fabrica 4 misiles al año y necesitaría fabricar 40 al año para poder renovar de aquí a 2020 todos sus misiles obsoletos. Ciertamente, esta renovación de misiles nucleares respeta el Tratado de Moscú para la reducción de armas estratégicas ofensivas y el SALT 1 que exige que ambas partes se informen mutuamente, con debida antelación y con entrega de datos sobre los programas de desarrollo de misiles estratégicos. Por otro lado, las pruebas que se llevan realizando desde enero de este año se han hecho con cargas inocuas y es cierto que Rusia lleva sin hacer pruebas nucleares desde 1990.

No obstante, cuanto más alta es la tecnología que se practique, mayor será el número de pruebas nucleares necesarias para su puesta a punto. Y si a eso le sumamos que para 2005 el presupuesto de defensa ruso ascenderá un 30% hasta alcanzar los 15.000 millones de euros, preguntarse si la estrategia de Putin conviene a los europeos no es cuestión secundaria.

La particular soledad de Europa

Durante el anuncio que Putin protagonizó a este respecto, añadió: “tan pronto como bajemos la guardia en los principales componentes de nuestra defensa, como el escudo nuclear, nos veremos confrontados con nuevas amenazas”. Es precisamente lo que debe preocupar a la UE. Putin no sólo considera la necesidad de un escudo nuclear como el de Bush para los EE UU, con el objetivo de lo que en Europa se considera matar moscas a balazos, sino que deja a Europa más sola en su estrategia pacifista y en sus planes de inteligencia para la lucha contra el terrorismo. Mientras la UE trata de pactar con países como Irán un uso no bélico de la energía nuclear, Putin se apunta a la bravata. Es dudoso que con estos envites se granjee y nos granjee a los demás la amistad de países cruciales en la lucha contra el terrorismo como lo son Irán, los países transcaucásicos e incluso Pakistán.

Una carrera armamentística va en contra de los intereses por doblegar al terrorismo. Con 1 207.000 militares y 876.000 miembros de personal militar malviviendo tras años de pagos suspendidos o aplazados, el ejército ruso es un gigante prácticamente desprofesionalizado y desmotivado, y esta es la razón principal por la que la lucha antiterrorista en Rusia es un fracaso. Y si bien es cierto que todas estas actitudes evidencian cada vez más el estilo conciliador y negociador de la UE frente a otros países, no menos cierto es que se la ve como el pariente blando y pobre de occidente entre los círculos terroristas, motivo por el cual nos vemos obligados a relatar episodios como los del 11-M y los del asesinato de Theo Van Gogh, y a observar atónitos hasta qué punto hemos sido los posaderos involuntarios de las redes operativas del terrorismo internacional. Lo peor es que Europa sabe que estos misiles también apuntan hacia países con gobiernos de dudosa independencia, como Bielorrusia y la inestable Ucrania –sus vecinos-, y ni se le ocurre chistarle a Putin por temor a que sus economías sufran aún más el azote del precio del petróleo.

Las estrategias armamentísticas rusa y estadounidense no deben torcer el buen talante europeo y sus políticas orientadas a la cooperación y al mejoramiento de los servicios de inteligencia, pero urgen aún más a la aprobación y puesta en marcha de la Constitución para que las diplomacias europeas no se tambaleen y para que las políticas de defensa y seguridad común demuestren al resto del mundo los beneficios del equilibrio entre pasiones securitarias, calidad democrática y habilidades de diplomacia.