Acostumbrarse al velib
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Si la vida en Paris empieza a parecer un poco aburrida, siempre se puede emocionar un poco tentando a la muerte con un velib. Cuando ves al trafico parisino, especialmente las glorietas caóticas de Bastille o el Arco de Triunfo, montar una bicicleta y echarse al corriente de motores no es la primera cosa que le ocurre a uno.
Sin embargo, un día bonito decidí de tentar mi suerte con las nuevas bicicletas parisinas. Estos velibs han estado poniendo de nervios los conductores de coches desde el julio pasado y parecen siempre estar volviendo más y más populares. Los velibs (el nombre viene de bicicleta – velo – y libertad) pesan por lo menos 25 kilos y no son muy bonitos, aparentemente fueron designados para disuadir los ciudadanos deshonestos.
Sin dolor no hay ganancia
Es claro que el velib no es para los nerviosos, toma todo su valor y calma para sumergirse en el tráfico de los franceses imprevisibles. Los coches no son realmente un problema porque las calles parisinas normalmente son nada más para un coche en cada sentido, lo que deja un buen metro para el ciclista, SI no hubiera los motociclistas.
Los motociclistas son una especie de locos especial que piensa tener el mismo status que todos los otros de dos ruedas, por ser igualmente pequeños y ágiles. Nota: móvil con un motor hace toda la diferencia. Comparado con estos monstruos tienes la impresión de estar sentado sobre una cáscara de huevo que va a romperse con la más pequeña de empujadas. Estos búfalos no tienen ni razón ni alma, cortan delante de ti y cuando el rojo se vuelve amarillo aceleran para llegar hasta el próximo semáforo, dejándote asfixiado con su humo.
Motociclistas no son la única razón por la cual se tiene que poner atención, los parisinos en pied causan ciertos problemas también. La ley no escrita en Paris es que cruzas la calle donde te antoja, y de ninguna manera debes echar ojo para ver si vienen vehículos. Claro que lo más de repente e imprevisible, lo mejor.
¡Pero vale la pena!
Pero el velib es como una droga, al haberlo hecho una vez, quieres más. Te vuelves adicto a la emoción de escapar por un pelo los objetos de motor o humanos, y al reto de quedar enfocado con la multitud de semáforos y señales de todos tamaños y colores. Comparado con el deporte extremo de ir en velib hasta el juego de ordenador el más difícil parece juego de niños.
Desafortunadamente la mitad del tiempo mis impulsos atléticos son impedidos por problemas técnicos; mi tarjeta de crédito no funciona o no obtengo un recibo. Otro problema es que la adicción al velib parece haberse propagado como una enfermedad por todo Paris. Entonces si el sol esta brillando, es seguro que no encontraras ni una bicicleta, a pesar de los 20 000 que deberían circular por la ciudad. Pero cuando si te encuentras sobre una bicicleta es maravilloso: descubres Paris con toda su variedad, con una brisa veraniega soplando tu pelo, y la vida es estupenda.