Acorazando la fortaleza
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Tras los ataques del 11-S y sus posteriores replicas sobre suelo europeo, asistimos a la aplicación de una serie de medidas antiterroristas que buscan garantizar nuestra seguridad. Vistazo a las más llamativas.
Londres, 10 de agosto de 2006. Las autoridades británicas frustran un plan para hacer estallar varios aviones en vuelo. Como consecuencia, se incrementan los controles sobre los viajeros, se les impide subir a bordo con el habitual equipaje de mano, así como con cualquier tipo de líquido. La misma semana, se reúnen en Bruselas expertos de aviación civil para analizar la viabilidad técnica de nuevas y polémicas medidas antiterroristas, entre las que se encuentran el acceso de los gobiernos a un listado de datos personales sobre los viajeros o la identificación biométrica, por ejemplo a través del iris, ya implantada en los aeropuertos holandeses de manera voluntaria. Tony Blair va más allá y propone incluso la selección de personas que pudieran resultar sospechosas en función de su etnia para someterla a controles más rigurosos.
Privacidad: la delgada línea roja
La lucha antiterrorista no sólo reclama poder tener acceso a los datos de las compañías aéreas o a nuestros datos biométricos, sino saber además con quién nos comunicamos a través de la retención de datos sobre las comunicaciones telefónicas y electrónicas. Algo para lo que el europarlamento ya ha dado su visto bueno.
La instalación de cámaras de vigilancia en lugares públicos es otra de las medidas que despiertan recelos entre la opinión pública europea, pero poco a poco se va abriendo paso en nuestras vidas. El Reino Unido planea controlar por medio de cámaras los movimientos diarios de todos los vehículos que circulen por sus carreteras, lo que permitirá saber los movimientos de un vehiculo especifico a lo largo incluso de varios años. Basada en esa misma tecnología ya hay aeropuertos que usan cámaras de reconocimiento facial, es decir, cuando graban a alguien cotejan el rostro con su base de datos con porcentajes de reconocimiento que rondan el 90% de efectividad.
¿Y si fallan las medidas preventivas?
Puede que las medidas de control de datos y personas para evitar posibles atentados sean las más polémicas, pero en caso de que estas fallen se baraja una heterogénea batería de acciones no menos espectaculares y que a veces rozan la ciencia ficción.
Ya se trabaja en un software antisecuestros que permita pilotar y aterrizar aviones íntegramente desde tierra dejando bloqueados los controles internos del avión. La llamada guerra contra el terrorismo se perfila como una batalla altamente tecnificada, pero el reino animal también desempeña su papel, como dejó al descubierto el huracán Katrina cuando a su paso dejó en libertad al menos a 36 delfines entrenados por el ejército estadounidense para disparar contra posibles terroristas o descubrir espías submarinos. Sin salir del agua, en Japón se investiga con pececitos modificados genéticamente para que reaccionen ante cualquier tóxico o veneno vertido en el agua, cambiando automáticamente de color. Por ejemplo, ante un intento de envenenar los depósitos de agua de una gran ciudad.
De lo pequeño a lo minúsculo
Otro frente de batalla en la lucha antiterrorista será el relacionado con las armas químicas y biológicas. Es aquí donde la incipiente nanotecnología -técnicas para manipular la materia a escala molecular- jugará su mayor papel, y ya se hacen experimentos basados en esta tecnología para detectar y repeler de forma rápida y eficaz cualquier tipo de ataque bioterrorista.
No podemos pasar por alto las armas genéticas. En 1998, Israel fue el pionero en la investigación sobre las armas genéticas, esto es, armas biológicas desarrolladas a partir del descifrado del genoma humano diseñadas para que afecten a un determinado grupo de humanos con unas características genéticas comunes pero diferentes a las de otros grupos étnicos. ¿Cuándo estará nuestra fortaleza lo suficientemente acorazada?