Acampada al sol: Un paseo por el corazón del 15M
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La salida del metro de la Puerta del Sol, en Madrid, da la bienvenida a un nuevo lugar: Plaza Sol-ución. Un lugar para soñar y para hacer posible otro mundo. Un lugar donde miles de personas se manifiestan y donde, desde el pasado domingo, primero decenas y luego cientos acampan en lo que se ha convertido en el epicentro de la #spanishrevolution. Están hartos e indignados.
Piden una sociedad más igualitaria y un sistema político que no esté subordinado a los poderes económicos porque España, como gritan en sus consignas, “parece democracia, y no lo es”.
El movimiento 15M (o 'Toma la plaza' o 'Acampada Sol') cambia cada día de nombre y de estructura pero se agarra con uñas y dientes al centro de Madrid. Jóvenes, estudiantes, becarios, parados, precarios…pero también familias, abuelos, madres con bebés o personas con empleo estable, porque esta situación afecta a todos. La Puerta del Sol se ha convertido en un ágora heterogénea donde toda clase de personas debaten sobre la situación pero no en torno a unas cervezas en la barra de un bar, sino proponiendo soluciones. “He rejuvenecido 30 años”, dice un hombre de pelo blanco durante la multitudinaria asamblea de las 20 horas.
La futurista salida del metro se encuentra totalmente empapelada con la voz de los manifestantes. Hay folios y rotuladores a disposición de todos para colocar velas en este santuario de las demandas sociales. “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”, reza una pancarta situada bajo un enorme anuncio de champú que cubre la fachada de uno de los edificios de la plaza y que los carteles han ocultado. Una voz desde unos precarios altavoces pide a toda la plaza que se siente: “Compañeros, compañeras, va a comenzar la Asamblea”. Sin siglas ni partidos ni sindicatos ni colectivos, el pueblo exigiendo una democracia de verdad. Un grupo heterogéneo pero unido por la indignación, el hartazgo y la vergüenza ante la corrupción.
Bienvenidos al ágora
Dos cómicos de unos 35 años vestidos de frac y esgrimiendo sendos puros parodian la postura de los poderes económicos. “Vais a acabar pasando todos por el aro”, ríen con un hula hop en la mano. Un hombre reparte la lista negra los políticos imputados por corrupción en las próximas elecciones y otro distribuye una con los sueldos de algunos políticos. Una chica reparte propaganda electoral del partido antitaurino. “No, aquí no”, le dicen: este es un movimiento apartidista que sólo pide un voto responsable para acabar con la dictadura del bipardismo. Tampoco se puede beber alcohol en la plaza, “hoy priorizamos la revolución”.
La estatua de Carlos III es el centro logístico. En su interior está decorada con plantas “para hacer el lugar más amable”, dice Alicia, y alrededor de ella se han situado las distintas comisiones: comunicación, alimentación, acción social, limpieza, infraestructura, organización interna y extensión de la protesta. Sol parece una microciudad autogestionada, organizada por voluntarios y donde todo el mundo aporta lo que puede. En una farola, un cartón indica las necesidades más apremiantes: comida, mantas, estanterías… Ciudad Sol dispone ya hasta de servicio de guardería, de una zona de lectura y en el pequeño trozo de tierra que rodean las dos fuentes de la plaza se están empezando a cultivar hortalizas. Un poco más alejada está la caseta de información, donde se reparten panfletos sobre quiénes son y por qué están allí, se recogen firmas y se da información sobre qué hacer en caso de detenciones policiales.
Las impresionantes vistas aéreas de las concentraciones en Madrid que recogen los medios de comunicación de todo el mundo muestran la importancia numérica del movimiento, pero la verdadera #spanishrevolution se gesta en cada esquina. En una de las calles adyacentes a la plaza, medio centenar de personas se reúnen resguardándose del implacable sol de mediodía a debatir sobre educación. Conforme va avanzando la tarde el grupo es más numeroso y llegan a concentrarse cerca de 300. Se pone sobre la mesa el modelo de escuelas democráticas que sitúan a los niños y niñas como protagonistas de su propio proceso educativo. Todos se sientan en el suelo y aplauden en el lenguaje de los sordos (agitando las manos en alto) para no interrumpir las exposiciones y ralentizar así la discusión. “Bien, vamos a votar la propuesta”, señala por el megáfono el moderador de este grupo de trabajo. Desde el suelo, un joven más curtido en estas formas democráticas le corrige: “En las asambleas no se vota, se acuerda por consenso”. Es normal, esta es la primera experiencia asamblearia para muchos de los que estos días han recuperado las riendas del debate sobre lo que a todos concierne, y no en la barra de un bar sino en el espacio público.
“Tenemos que apagar la tele, salir de casa y hablar con la gente de las cosas que nos preocupan y de cómo podemos ayudarnos y solucionarlas”
La delegación de la gestión de los asuntos públicos en los profesionales de la política había vaciado este concepto de su sentido verdadero. De esta manera, otros eran los responsables de sus fracasos y por eso les perdonábamos el que se aprovecharan de sus éxitos. El sistema político nos había infantilizado convirtiéndonos en analfabetos políticos, reduciendo la participación a la votación cada cuatro años y expropiándonos de la responsabilidad ciudadana. Ciudadanos sin ciudad, sin espacio público, sin política. Lo que se ha gestado en Sol es finalmente lo mismo que lo que se está debatiendo en la comisión de educación: volver a situar al ciudadano como protagonista de su propio proceso político.
El germen ya está sembrado
Desde la comisión de extensión de la acampada trata de que movimiento llegue a todo Madrid. “Tenemos que apagar la tele, salir de casa y hablar con la gente de las cosas que nos preocupan y de cómo podemos ayudarnos y solucionarlas”, dice un hombre de unos 30 años a un anciano que asiente con un destello de emoción en la mirada. Devolver la voz a las plazas. Aunque tarde o temprano se levante el campamento de Sol, el germen ya está sembrado, y no sólo en Madrid sino en otras ciudades de España y del mundo. Es la recuperación del sentido común, del sentido de lo común. La calle es nuestra. La política es nuestra.
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Foto portada y foto texto 1: Ratamala/Flickr; Foto texto 2: (cc) Toni Juliá/Flickr