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A base de bici y cerveza: así sobreviven al virus en Bruselas

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¿Cómo sobrevivir al cierre de bares y restaurantes si tienes un negocio basado en la venta de bebidas? En Bruselas, los cerveceros se han coordinado con los repartidores de bicicletas para saciar la sed de los confinados. En abril, cuando los bares aún estaban cerrados, habalmos con los artífices: una muestra de que la inventiva sale a relucir en los peores tiempos.

Es sábado por la noche y estoy participando en otro vídeo más de cañas virtuales de cuarentena, en la que ya llevamos un mes. Seguimos brindando, a pesar de la distancia y el miedo. Al otro lado de la pantalla, mi amiga Giulia, en cuarentena en Anderlecht, un barrio de Bruselas, tiene en su mano una cerveza con una etiqueta que no conozco. "¿Dónde la compraste?", le pregunto. "Llegó esta mañana. Compré una caja de 24, que me han dejado delante de la casa. Es de una pequeña cervecería local". Son casi las 8 de la noche, el momento de aplaudir al personal de salud que se ha volcado en la lucha contra el covid-19.

Como el salmón, decido ir río arriba en esta pequeña historia de reparto de maltas a domicilio para combatir el aislamiento. Después de tres semanas sin transporte público, me subo al tranvía 92 este miércoles de abril. Atmósfera de una película del oeste. Las miradas se cruzan. Desconfianza a la primera tos. Dirección Laeken. No lejos del canal, en un edificio de ladrillos reservado a las pequeñas empresas de Bruselas, nos recibe Denys en la cervecería En Stoemelings. De aquí salió la caja de Giulia antes de ser entregada en bicicleta por los repartidores de la cooperativa Dioxyde de Gambettes (GO2). A la entrada, Denys me ofrece gel hidroalcohólico. "Lo usamos mucho, incluso antes de la cuarentena, ya que trabajamos con alimentos", explica Denys. La entrevista se realiza a una distancia segura.

Denys, cervecería En Stoemelings
Denys, socio de la cervecería En Stoemelings © Serena Vittorini

Después de una semana de cierre total en marzo, cuando comenzó la cuarentena, Denys y su compañero cervecero Samuel volvieron a la carga. En 24 horas, la tienda online estaba en marcha. A través de Facebook, anunciaron a sus clientes leales el lanzamiento del portal online. "Perdimos cuatro quintos de nuestros 300 clientes", admite Denys amargamente. Pero preferimos seguir adelante. "El objetivo es al menos mantener el vínculo con los clientes directos, de los que no sabíamos tanto antes".

Aprendiendo a trabajar de otra manera

Por suerte para ellos, el pago del alquiler del local ha sido suspendido por el momento. El mayor problema es el pago a los proveedores, pero Denys y Samuel también están tratando de resolver este problema, ayudándose de los ingresos de la venta a domicilio. El director de ventas ahora maneja la comunicación con los clientes, mientras que Denys es se encarga sobre todo de la parte administrativa. "Antes trabajábamos principalmente con cafés, restaurantes y cervecerías. Ahora estamos mucho más involucrados en la gestión de las relaciones con los clientes individuales, tanto antes como después de la entrega. A veces se ponen en contacto con nosotros por pequeños retrasos, pero a menudo nos escriben para agradecernos el trabajo y animarnos a continuar". Denys también ofrece en la tienda paquetes con embutidos y queso locales. Todo lo que necesitas para un aperitivo belga durante el encierro.

Cruzar Bruselas en estos tiempos provoca una mezcla de magia y ansiedad".

En una pequeña calle enclavada entre la Porte de Namur y Trône, cuatro repartidores están listos para sacar sus bicicletas eléctricas del gran garaje donde se encuentra Dioxyde de Gambettes (GO2), una cooperativa de ciclistas especializada en paquetería para empreas. En las bicicletas hay cajas de cerveza. Alto, barbudo y con una sonrisa tranquilizadora, Jean-Philippe lleva unos dos años pedaleando, tras haber trabajado anteriormente en la administración de una ONG. Ha pasado de una pantalla repleta de documentos de Excel a la libertad de andar en bicicleta por la ciudad. "Cruzar Bruselas en este momento provoca una mezcla de magia y ansiedad", dice. La presencia humana es muy débil y la naturaleza parece dominar a la vez que está haciendo un tiempo fantástico.

Después de un período de confinamiento, volvió a subir a su bicicleta cuando la cooperativa le ofreció realizar el servicio de transporte para las costureras particulares involucradas en la producción de mascarillas de tela y las asociaciones que las distribuían. "En ese momento, me sentí de nuevo útil para la sociedad". Entre los repartidores, el primero en volver al ruedo fue Jack, un australiano de 26 años, los dos últimos en Bélgica. "Me consideraba uno de los menos vulnerables al virus, ya que soy joven y estoy en forma. Tal vez me la haya jugado, pero soy feliz sobre la bici, aunque sea por trabajo". Baptistine regreso después de una pausa de dos semanas. Fue su cuerpo el que le pidió volver al trabajo. "Tras una semana no podía dormir. Me despertaba seis veces cada noche. Ahora que he empezado de nuevo, después de cinco horas en mi bicicleta, estoy bastante cansado al final del día, así que descansar y me siento mejor."

coursier GO2
Baptistine, ciclista en la cooperativa Dioxyde de Gambettes © Serena Vittorini

La distancia, la higiene y la cooperación se han convertido en parte de la nueva normalidad en el garaje de GO2. Antes y después del servicio de entrega, todos lavan la bicicleta, el manillar, los pedales, la batería, además de la zona de carga y descarga de mercancías. Las reglas evolucionan de acuerdo a las instrucciones del gobierno. Todas las tardes se envía un correo electrónico a los repartidores para informarles de las normas de seguridad, el horario y la lista de entregas. Al igual que las normas sobre la distancia social, la programación durante este período es más flexible y puede cambiar cada día. La ruta de las entregas de hoy: Forest, Saint-Gilles, Uccle. "Se trata en su mayoría de zonas residenciales, que no han cambiado mucho durante el confinamiento", dice Baptistine. "Otras zonas en cambio están irreconocibles. Por ejemplo, la zona alrededor de la estación del Norte, que antes solía evitar, ahora me parece agradable para caminar."

Contactos en tiempos de Zoom

Jean-Philippe admite que, de todos sus compañeros, fue él quien más sufrió al principio. Experimentó picos de estrés mientras aún visitaba a un par de amigos con un bebé. Cuando se decidieron evitar las reuniones, se sintió aislado. Baptistine, que no ha visto a su compañero desde el 6 de marzo, cuenta: "Evitamos vernos porque ambos trabajamos en contacto, aunque sea mínimo, con otras personas. Él va a visitar a sus padres ancianos y no queremos exponerles a más riesgos. Cuando termine el confinamiento, lo primero que haré será ir a verlo en la provincia del Brabante Valón. Mientras que el contacto físico es limitado, la tecnología ha compensado con un desborde de reuniones por Whatsapp, Teams, webinars y Zoom. Jean-Philippe, aunque al principio era reacio a la comunicación digital, cambió su parecer al usar Zoom por primera vez. Se volvió tan adicto que ahora él y su familia organizan sesiones online de Loups-Garous (un juego de mesa en el que se enfrentan lobos y aldeanos).

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Jean-Philippe, ciclista de la cooperativa Dioxyde de Gambettes © Serena Vittorini

Respecto al contacto con el cliente, la mayoría de los destinatarios son ahora clientes privados, que cambian constantemente. Las relaciones han cambiado. Se ha eliminado la entrada a los edificios, la firma y, en muchos casos, el contacto visual. A menudo el contacto se reduce a una voz que responde en el intercomunicador. Jack, reflexionando sobre los nuevos hábitos, dice: "En las raras ocasiones en que bajan a recoger el paquete, algunos, incluso desde la distancia, aguantan la respiración. Y he empezado a hacerlo también". De entre los pocos encuentros que ha tenido, Jack recuerda a una señora que abrió la puerta como si estuviera trabajando en una sala de enfermedades infecciosas: "Tenía guantes gruesos, una visera de plástico duro y una toalla en las manos con la que recogía el paquete. Parecía la protagonista de una película distópica. Para Baptistine, a pesar de las condiciones especiales, los repartidores se las arreglaron para trabajar bien porque ya éramos muy buenos en los métodos de autoayuda. Si un colega en la calle está en problemas, siempre hay alguien dispuesto a unirse a él o ella para ayudarle.

Jack, reflexionando sobre los nuevos hábitos, dice: "En las raras ocasiones en que bajan a recoger el paquete, algunos, incluso a distancia, aguantan la respiración. Y he empezado a hacerlo también. Entre los raros encuentros, Jack recuerda a una señora en Ixelles, que abrió la puerta como si estuviera trabajando en una sala de enfermedades infecciosas: "Tenía guantes gruesos, una visera de plástico duro y una toalla en las manos con la que recogía el paquete. Parecía la protagonista de una película distópica. Para Baptistine, a pesar de las condiciones especiales, los mensajeros se las arreglaron para trabajar bien "porque ya éramos teníamos métodos de ayuda mutua bien implementados". Si un colega en la calle está en problemas, siempre hay alguien dispuesto a ayudarle.

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Jack, ciclista de la cooperativa Dioxyde de Gambettes © Serena Vittorini

Cerveza y donaciones

En Stoemelings no es la única cervecería que realiza entregas a domicilio. Algunos, como el Brussels Beer Project, han hecho algo similar a través de la compañía de correos nacional, Bpost. Otra cervecería, la Brasserie de la Senne permite, con cita previa, la recogida en un almacen. Entre un vaivén de cajas, En Stoemelings distribuye además botellas de otras cervecerías, que no podían hacerlo. "Creo en un crecimiento positivo basado en la colaboración más que en la competencia", dice Denys. "Por eso nuestra propuesta de cooperación con otras cervecerías locales funciona. Todos somos parte de un mundo pequeño y sería egoísta no ayudarnos".

Además de repartir cervezas, en En Stoemelings también han organizado una colecta de donaciones para el hospital público Saint Pierre. "Mi socio y yo nacimos allí", dice Denys. "Y hace unos años le tocó a mi hija nacer allí. El personal médico estaba en primera línea en la lucha contra el covid-19, así que parecía natural ofrecerles el dinero recaudado". En total, unos 2.000 euros. Denys me muestra con orgullo la carta enviada por la dirección del hospital para agradecer a todos los donantes por hacer posible la apertura de una nueva unidad de cuidados intensivos. La cervecería no ha sido la única en donar. Durante el covid, el hospital ha recibido unos 4 millones de euros en aportaciones desinteresadas. Tanto es así que la dirección del Saint Pierre ha pedido a los donantes que sean generosos también con otras organizaciones dedicadas a la investigación o al apoyo de los sectores más débiles de la población. A sugerencia de un amigo, Denys decidió entonces transferir las donaciones a partir de encontes a Douche Flux, una asociación que se ocupa del cuidado de las personas sin hogar. "Creo que asociar las cervezas con las donaciones ayuda a la gente a pensar que pueden marcar la diferencia", dice Baptistine. "Y sabiendo esto, trabajamos con más convicción". Pero, ¿por qué se están entregando tantas cervezas? Según Denys, la respuesta es simple: los belgas lo llevan en la sangre.


Foto de portada: Serena Vittorini

Translated from Vivre avec le virus grâce à la bière et au vélo