Participate Translate Blank profile picture
Image for 90 días en Guatemala

90 días en Guatemala

Published on

Antes de que el estrés de los exámenes y la vida serie empiecen, una estudiante alemana parte hacia Guatemala con ansias de viajar y algunos fragmentos de español. Reportaje en imágenes

©http://www.flickr.com/photos/vox_efx/

Después de 13 tareas domésticas, varios trabajos voluntarios y siete semestres de Ciencias Musicales en pringosos auditorios, llegó en invierno una liberación aparente. ¡Necesitaba urgentemente poner tierra de por medio!

©Carolin Krahn

Un conocido me habló por casualidad de una comunidad religiosa católica, llamada Instituto San Bonifacio, que prepara regularmente a todo tipo de personas –ni mucho menos solo católicos- para tareas de voluntariado en 16 países europeos, Ruanda, la República Democrática del Congo y Guatemala.

Día de mercado / ©Carolin Krahn

El relato personal de Mechthild Annegret Laumann, directora de la comunidad, sobre la riqueza de la cultura maya local y los 36 años de guerra civil, sobre la desnutrición severa en niños, las tasas de analfabetismo del 40%, la corrupción y los ataques armados diarios, fue tan conmovedor como cautivador.

Guatemala

Al sur de Méjico, Guatemala es considerado unode los puntos de tránsito del tráfico de drogas más importante entre EE UU y Sudamérica.

©Carolin Krahn

Sin saber con mucho detalle lo que me esperaba, simplemente acepté pasar mis siguientes vacaciones en Guatemala, un país que en aquel momento ni siquiera sabía ubicar geográficamente de manera muy precisa. Tuve que preocuparme meticulosamente con antelación del vuelo y las medidas sanitarias necesarias –al menos según parámetros europeos- para el viaje, con vacunas contra la hepatitis A, el tétano o la difteria.

Bus rural / ©Carolin Krahn
Ciudad de Guatemala / ©http://www.flickr.com/photos/vaticanus/

Con alimentos y alojamiento gratuitos podía convivir con la comunidad religiosa guatemalteca. Rasqué de mis ahorros y conseguí volar por cerca de 900 Euros a Guatemala para pasar allí los casi tres meses siguientes. Hacía cuatro años desde mis últimas palabras en español.

©Carolin Krahn

La primera noche la pasé en el complejo principal de la comunidad religiosa en Ciudad de Guatemala, una de las zonas más peligrosas. Todas las ventanas están enrejadas; a partir de las seis de la tarde, solo los criminales o los inconscientes abandonan sus casas; hay que protegerse hasta de delincuentes camuflados de taxistas. La casa de la comunidad es grande y posee un pequeño jardín de jugoso verde en su interior, que nadie esperaría al ver el edificio desde el exterior. Solo el escudo 'Busca la paz y corre tras ella' revela su naturaleza. Esta casa acoge a menudo a mujeres jóvenes maltratadas, que vinieron de las provincias a la capital con la esperanza de alimentar a sus familias con sus sueldos como sirvientas.

Calurosa acogida / ©Carolin Krahn

El café transparente que había para desayunar al día siguiente se hace con los restos de los granos de café para la exportación –y es endulzado por los guatemaltecos normalmente con aproximadamente cinco cucharadas de azúcar por taza.

©Carolin Krahn

Hacia mediodía fui con la hermana Rutila Hernández, que conducía su Jeep hasta la comunidad para llevarme a los altos orientales, donde debía convivir con siete hermanas. Después de diez minutos de este viaje serpenteante tuve que vomitar –¡glorioso comienzo! Rutila se rio con ganas de mí.

Altar/ ©Carolin Krahn

Mi día empieza a las cinco y media y acaba a las diez de la noche. Por la mañana, a mediodía y por las tardes se rezaba. El resto del día lo pasaba en todas partes donde se necesitase ayuda. Las tareas domésticas eran tan importantes como dar ayuda a los que la buscasen. A menudo caminábamos durante horas, para poder hablar con alguien de la comunidad.

5 horas andando para encontrarse con la gente / ©Carolin Krahn

Especialmente conmovedoras eran las visitas semanales a los pueblos montañosos más pobres de Guatemala. A menudo los habitantes nos ofrecían comida, que cocinaban en fuegos al aire libre. Me prometí, en vista de la avasalladora hospitalidad de aquellas personas, no causar problemas con mi estómago 'europeo'; y de hecho encontré pocos problemas en adaptarme a las tortillas o el arroz con frijoles.

©Carolin Krahn

La convivencia con las personas compensó muchas cosas. A veces molía en grandes calderos champú junto con los habitantes del pueblo; los ingredientes eran flores y una base de jabón financiada por la comunidad religiosa. Luego confeccioné 80 velas para Pascua, que desataron una ola de alegría como nunca he experimentado.

Haciendo tortillas de maíz / ©Carolin Krahn

Era difícil escuchar las penas de madres solteras con hasta diez hijos hambrientos. A menudo no van a la escuela; en ocasiones el padre había sido asesinado ante los ojos de sus familias. ¿Qué debía decir yo, con 22 años y que hasta entonces solo había conocido el lado soleado de la vida? A menudo solo podía escuchar y callar.

Champú / ©Carolin Krahn

Una vez visitamos un pueblo en la sierra en el que los niños huyeron aterrados de mí. Más tarde me enteré de que anteriormente habían aparecido blancos y simplemente se habían llevado niños.

Noche de Pascua / ©Carolin Krahn

Lo más importante parecía ser actuar de manera solidaria unos con otros. Las semanas de Pascua las pasé en un pueblo en la sierra sin agua potable. Por la noche mi cama era custodiada por padres de familia guatemaltecos.

©Carolin Krahn

Al comprobar divertidos que era demasiado grande para la cama de madera e hilo que habían hecho para mí trajeron una hamaca y la colgaron en la iglesia, una capilla de madera, barro y ladrillos.

©Carolin Krahn

Podíamos ducharnos gracias a una hospitalaria familia por las mañanas entre las cinco y las seis; solo entonces caía agua helada de una pequeña tubería entre un caballo y un par de gallinas.

©Carolin Krahn

La mayoría de las veces las personas cuyas vidas compartí durante un par de semanas querían saber lo lejos que quedaba 'mi país', qué idioma hablábamos allí, si todos allí eran tan altos como yo.

©Carolin Krahn

Ante una palabra como 'Ciencias Musicales' nadie arrugaba el ceño en Guatemala; al revés, me recibían con interés evidente. "Menudo lujo, a mí me gustaría hacer algo así también", me dijo el señor López.

El dueño de la casa / ©Carolin Krahn

Nunca había abandonado su pueblo, Huisiltepeque; no tenía zapatos y se sentaba en una silla plegable frente a su casa, donde se dedicaba a mirar los aviones en el cielo. Al pasar, me llamó, pidiéndome que le contara durante un momento mi vida fuera de Guatemala.

El baño/ ©Carolin Krahn
©Carolin Krahn
Olvido López/ ©Carolin Krahn

Translated from Semesterferien auf Guatemaltekisch