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El cambio tranquilo de Ciudadanos

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Política

El partido naranja, liderado por Albert Rivera, se posiciona como una de las cuatro principales fuerzas políticas en España antes de las elecciones del 20D, las más disputadas desde la Constitución del 78.  

La implosión de Ciudadanos como opción de gobierno en España es un fenómeno que hace apenas un año pocos podrían creer. El partido naranja comenzaba 2015 con una estimación de voto del 3,1% según el CIS, una cifra muy lejana del cerca del 18% que las últimas encuestas vaticinan antes de las elecciones. ¿Cómo han llegado hasta ahí? ¿Qué plan económico tienen? ¿Quiénes apoyan a este partido?

Ciudadanos nació hace años en Cataluña con un claro mensaje nacionalista español, enfrentado al nacionalismo catalán, y que juega la baza del despiste ideológico para tratar de aprovechar el descontento de una gran parte de la ciudadanía. Desde que el movimiento de los Indignados dirigiera en 2011 sus protestas hacia los partidos políticos, ha intentado mostrarse como una renovación política. "Compaginar la igualdad de oportunidades con la economía de mercado", decía la número 2 del partido Inés Arrimadas en el programa de radio Carne Cruda cuando le preguntan por su ideología. "Ni somos Podemos, ni de derechas", aclaraba también Arrimadas en la eterna comparación con el partido de Pablo Iglesias, el otro nuevo actor político en España. Eso sí, cabe recordar que Ciudadanos se presentó junto a la coalición Libertas, de extrema derecha, en las elecciones europeas de 2009.

Lo cierto es que, pese a ese intento por desmarcarse de los planteamientos clásicos de la derecha, el propio líder Albert Rivera militó en el grupo juvenil del Partido Popular y el votante de Ciudadanos cumple con el perfil del votante de derechas: Es menor de 54 años, hombre, vive en grandes ciudades, tiene estudios superiores y pertenece a la clase media-alta. El éxito en el crecimiento de las encuestas y el aumento del apoyo en las elecciones municipales y autonómicas -donde, por ejemplo, apoyan el gobierno en la Comunidad de Madrid del Partido Popular- y en las elecciones de Andalucía -donde apoyaron el gobierno del PSOE-, estriba en la atracción que han conseguido del voto joven, una parte importante del electorado con un nivel de indecisos que se acerca al 40% de cara a las elecciones generales.

Su programa político está trufado de pequeños guiños al centralismo, lo que en España se asocia con la derecha ideológica, además de polémicas declaraciones en contra de la sanidad universal para inmigrantes, en las que ponen en duda la violencia machista, o en las que piden más vallas de seguridad contra la inmigración en Ceuta y Melilla. Por si esto fuera, poco su gurú económico, Luis Garicano, anteriormente asesor del gobierno de Mariano Rajoy y profesor en la London School of Economics, es el que marca la línea económica del partido. Un partido que hace unos meses recibió el beneplácito de las principales empresas del país y los grandes grupos mediáticos, que veían al partido de Rivera como una transición tranquila frente al gobierno del Partido Popular, repleto de escándalos de corrupción.

Quizás el partido naranja tenga en mente una revolución. Pero, en todo caso, una revolución tranquila, con los grandes capitales ofreciéndole su apoyo y aprovechando el descontento del electorado hacia los dos partidos clásicos en España, que desde 1982 se han repartido el poder.