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Meet My Hood: El Macrolotto Zero en Prato, Italia

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Translation by:

Melisa Laura Díaz

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Cuando los primeros ciudadanos chinos llegaron a Prato en 1990, la ciudad no era todavía una provincia. Han pasado ya 25 años desde aquel momento, pero ¿qué sucedió con la integración? Aún sigue siendo una ilusión. Bienvenidos al Barrio Chino de Toscana.

Aquella zona de Prato —antiguamente parte de la provincia de Florencia que se desarrolló en torno a la calle Pistoiese— ha sido rebautizada como Macrolotto Zero. Con el paso del tiempo, surgieron diversos macrolotti: primero el “Macrolotto uno”, y luego el “Macrolotto dos”, el cual fue arrasado por las llamas en diciembre de 2013.

En las calles de este Barrio Chino se puede escuchar más que sólo el acento toscano: se habla particularmente el mandarín, o mejor dicho, el dialecto de Wenzhou, la ciudad-prefectura china de donde proviene la mayor parte de los emigrantes llegados a Prato. Por las calles del barrio, los anuncios escritos en ideogramas por los empleadores —o más a menudo por afectuosas “acompañantes”— que tapizan cada pared o farola, han dejado un poco de espacio para un muro rojo adornado de ramos gigantes de flores. Rojo Ferrari o rojo China, depende de los ojos de quien mira.

Aquí, en un aparcamiento ubicado frente a un restaurante, un banco y un supermercado, nació la primera Plaza Imaginaria. Se trata de una plaza conectada a un aparcamiento por medio de un “famoso” —para la gente de Prato— paso subterráneo: Unos pocos metros de cemento y un par de bancos rodeados de restaurantes, agencias de viaje y pequeños puestos de comida oriental. En pocas palabras, se trata del corazón del barrio.

Llegar desde la periferia, atravesar el Barrio Chino y caminar por la calle Pistoiese significa encontrarse frente al portón homónimo en las paredes antiguas, que indica el ingreso oeste al centro histórico. El Barrio Chino de Toscana nació a pocos pasos de aquí, donde, detrás de las murallas medievales, los letreros se llenaron de improvisto de ideogramas en mandarín y el aire se impregnó de olor a pescado y rollitos primavera.

Un par de años atrás, un turista australiano fue el primero en evaluar el barrio en TripAdvisor. ¿Y cómo fue el veredicto? Crudo. Ha dicho que hace falta estar atentos a la fecha de vencimiento de los productos vendidos en supermercados orientales.

Las palabras de quienes viven  y trabajan en el barrio

La convivencia entre los vecinos chinos y los “autóctonos” no ha sido fácil. Aquellos que viven en Macrolotto Zero hace décadas se quejan sobre el estado de las calles en el barrio. Por otra parte, los habitantes chinos que llegaron a la ciudad sin conocer siquiera una palabra de italiano han tenido problemas para relacionarse con aquellos que no son sus compatriotas.

Elena (nombre ficticio de una joven de origen chino que prefiere no darse a conocer ni ser fotografiada) es muy clara: “Sean gentiles con nosotros y nosotros lo seremos con ustedes”. Pero en el barrio no todo es color de rosa, y sobre esto Elena es firme: “Todo iba a la deriva, pero el trabajo que se hizo con la Plaza Imaginaria ha demostrado a todos que un barrio diferente es posible”.

¿Cuánto cuesta?

Lo mejor: La segunda Plaza Imaginaria

Hasta hace un tiempo, el espacio entre las calles Giordano y Pistoiese —propiedad del supermercado que se encuentra del otro lado de la calle— estaba abandonado. Hoy, aquel viejo aparcamiento ha renacido como una segunda Plaza Imaginaria, lista para ser el lugar de encuentro de los habitantes del barrio. Por ahora ya se ha colocado el asfalto y luego llegarán los bancos. Este verano se organizó aquí por primera vez la “fiesta de la sandía”, acorde con la que se celebra tradicionalmente cada 15 de agosto en el centro histórico de Prato. Entre los promotores del proyecto, puesto en marcha por Dryphoto, también está la asociación cultural [chì-na], creada por un grupo de cuatro jóvenes de Prato que han elegido como sede un cobertizo en desuso a pocos pasos de la primera Plaza Imaginaria.

La plaza alberga actualmente fotos y exhibiciones de artistas internacionales. Así fue como se le atribuyó finalmente una identidad y, sobre todo, una función a este "no-lugar": La de mejorar un barrio definitivamente pobre de espacios verdes y de reunión. Y quién sabe si con el tiempo estas calles no se volverán una verdadera atracción turística. En ese momento, deberían llamar a aquel turista australiano que dio su opinión del barrio en 2013 para que reevalúe su veredicto.

La gente: Algunos "vecinos" italianos

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Este artículo forma parte del nuevo proyecto de cafébabel: Meet My Hood. El objetivo es descubrir los barrios de las principales ciudades europeas. ¡Participa tú también, donde sea que te encuentres!

Translated from Meet My Hood: il Macrolotto zero, Prato