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Yo, joven y capador

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Andalucía, con 8 millones de habitantes, apenas hay 10.000 menores de 35 años dedicados a labores agropecuarias. Un joven castrador de cerdos nos cuenta su experiencia.

Mariann Fischer-Boel, Comisaria europea de Agricultura y desarrollo rural, insiste cada vez más en esta segunda faceta: la del desarrollo rural, para lo cual hace falta asegurar el relevo generacional. El escaso número de jóvenes que en Europa decide enfocar su trabajo hacia la agricultura o la ganadería (sólo el 8,1% de los ganaderos son menores de 35 años en la UE) es uno de los problemas principales de este sector en la actualidad. La ignorancia de las labores que se pueden llevar a cabo es quizás una de las razones de este desinterés. Por eso, nos hemos desplazado a la provincia de Huelva (Andalucía) -zona reconocida por sus carnes y chacinas con denominación de origen Ibérica-, para hablar con Luis (prefiere que usen un pseudónimo), un joven andaluz de 23 años que ha decidido dedicar su carrera profesional a la castración de cerdos: “La gente no tiene ni idea, pero el capador hace un trabajo fundamental”.

Más de 300 castraciones al día

Luis se autodefine como un amante de su trabajo y ya es uno de los castradores más reconocidos de la zona. Empezó a formarse a los 14 años, cuando un capador sin descendientes se ofreció a enseñarle el oficio de capar cerdas: “Las hembras es lo difícil; los machos los capa cualquiera”. Tuvo la suerte de encontrar un maestro y ganaderos que le permitieron utilizar sus piaras. Pronto se dio cuenta de que muy poca gente se dedicaba a esto, y menos aún los jóvenes –en su provincia sólo hay 3 ó 4 capadores-, por lo que desde los 18 ya comenzó a trabajar como autónomo. Hoy, su clientela se extiende por Portugal, Huelva, Sevilla y Extremadura. “¿Lo mejor? Que soy mi jefe y que cada día estoy en un sitio distinto”.

Nos cuenta que la clave está en que “hay que ser muy bueno, si no, nadie te contrata: no basta con que sepas hacerlo, hay que ser rápido y no equivocarse”. Siempre trabaja con 2 asistentes que van atando a las cerdas, ayudándole a realizar con mayor agilidad el trabajo. Dedica una media de entre 44 segundos y 1 minuto a cada una de ellas, por lo que en una mañana puede castrar entre 300 y 400.

Además, es un trabajo muy bien remunerado. Trabaja de lunes a viernes, sobre todo por las mañanas, aunque excepcionalmente trabaja los sábados y los domingos y algunas tardes. El precio se calcula según el número de animales y ronda los 2 euros por unidad. Aunque la época más fuerte es el verano, cuando se prepara a los animales para la montanera de diciembre, durante todo el año no falta el trabajo.

En países como España, donde la ganadería porcina es uno los baluartes de la economía -en especial en zonas de Extremadura y Andalucía-, la castración de cerdos machos y hembras ibéricas es elemental, ya que determina el olor posterior de la carne. De igual forma, es una labor que se realiza en otros países de Europa, pues el ganado porcino es la segunda explotación ganadera del continente, con 21,7 millones de toneladas de carne porcina en 2007, sólo superado por la producción de carne de gallina. Alemania, Grecia, Bélgica, holanda e Irlanda son los países que más producen.

Los mitos del campo

Suponiendo ya la respuesta, la preguntamos a Luis su experiencia con las mujeres y los jóvenes en el campo y, para nuestra sorpresa, nos cuenta que se encuentra con muchas mujeres. Entre risas nos dice que “mandan, y mucho, muchas mandan más que sus maridos”. En su trabajo diario las encuentra realizando desde trabajos de a pie y veterinarios hasta labores como propietarias.

Los jóvenes, en cambio, no suelen estar en las oficinas, sino en puestos inferiores. De los 6,5 millones de ganaderos en la UE (últimas cifras disponibles en Eurostat), el 75,1% eran mayores de 45 años. Sin embargo, Luis no cree que éste vaya a ser un problema en los próximos años: “Los que ahora están trabajando para sus padres serán dueños después”, opina, mientras insiste en que no ve una falta de interés. Lo que sí se encuentra es a muchos inmigrantes trabajando en la ganadería, sobre todo Rumanos. Más allá del tópico, nos cuenta que muchos de ellos son veterinarios y que “están muy preparados”.

Conflicto con los veterinarios

A pesar de su importancia, es una profesión que en cierta medida se encuentra bajo sospecha. El castrador se hace autónomo por medio de un epígrafe legal como “auxiliar de veterinaria”, pero los capadores no son veterinarios, o no necesariamente. Los veterinarios se encuentran en una lucha continua porque se les exija a los castradores ser veterinarios, ya que la ley española no regula este punto. El problema, y en lo que se apoyan los capadores, es en que muchos veterinarios no saben castrar, o ni siquiera se atreven a capar a cerdas adultas, por lo que el ganadero termina llamando sólo a castradores que hacen el trabajo completo. Los castradores, por su parte, no se niegan a que los veterinarios castren, lo que piden es que aquellos que quieran realizar esta labor aprendan primero y se conviertan en verdaderos capadores, realizando el trabajo completo. “No por haber estudiando veterinaria sabes capar”.