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Winter Sleep: hijos del frío

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Cultura

El film de Ceylan, Winter Sleep (2014), ganador de la palma de oro de Cannes a mejor película, se estrenará en España el próximo 10 de octubre. No se trata de una cinta más: entra en diálogo con toda una tradición europea mejor observable desde el exterior. Winter Sleep habla sobre la obsesión de la imagen, del gesto, para ir trazando una mitología invernal, una iconografía europea.

En las manos de los cuadros del quattrocento y cinquecento italiano hay algo escondido. En realidad antes ya estaba ahí, pero fue con los maestros italianos cuando alcanzó la gracia. Esas manos quietas lo indican todo: sujetan un niño, aceptan un encargo, glorifican el mundo, perdonan los pecados, dudan, afirman, y niegan. El gesto está inmortalizado con gracia, y no sólo eso, a través de esas manos se cuenta la historia del cuadro. He aquí a la Virgen María aceptando la anunciación en la tela de Leonardo da Vinci. En la escena de BronzinoVenus está exaltada, Cupido juega travieso, Tiempo lanza su manto sobre todas las cosas, y Locura está crispada en la sombra. En esas manos está la belleza y su trascendencia.

Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 1959) está obsesionado con el gesto, que se extiende de la mano al cuerpo, del cuerpo a la mirada y el silencio, al pensamiento y los sentimientos. En cine es difícil hacer pasar las obsesiones privadas sin caer en alguna trampa. Por ejemplo, muchas veces una buena fotografía es tachada de preciosista, y se utiliza ese adjetivo de forma desdeñosa. Así es el cine de Ceylan, preciosista, está detenido en los gestos, en particular su última cinta, Winter sleep (2014), ganadora de la Palma de Oro a la mejor película [en el último festival de Cannes]. 196 minutos que The Guardian incluso compara con Ingmar Bergman. No es de extrañar, en ambos existe ese detenimiento, ese protagonismo total de la conversación. Tanto uno como otro han sido capaces de seguir ese dicho común "una imagen vale más que mil palabras" y al mismo tiempo crear otras imágenes paralelas o superpuestas con esas mil palabras, sólo con diálogo. Ceylan, igual que hizo Bergman, rescata los fantasmas de Europa como ya hicieron muchos autores rusos, en los que se inspira Ceylan, a destacar Chejov. Podríamos decir que esas miradas introspectivas del cine europeo parecen ser mejores cuando vienen de su extrarradio, de las regiones limítrofes, el sueco y el turco han pasado a formar parte de los lúcidos de su época.

Invierno y literatura rusa

Anatolia se cierra aquí en torno a la obra de Ceylan, todo son límites percibidos fácilmente como absurdos en una naturaleza magnífica y vacía. La oquedad está presente durante toda la cinta. La región ha aprovechado las grutas para construir sus casas, viven insertados en la naturaleza, rodeados por esa desolación que se percibe desde el primer momento de la cinta. Oquedad también, porque Ceylan nos introduce casi literalmente en la cabeza de Aydin (el protagonista) viejo actor de teatro que regenta un hotel rural de éxito. Es uno de los hombres más ricos de la zona, una suerte de reyezuelo moderno, pues sobre el poder también habla la cinta. Aydin delega sus obligaciones por el placer de escribir, de continuar con su faceta de artista, de hombre inteligente, de intelectual en fin. La primera pregunta llega en este punto ¿Tiene sentido el intelectualismo en medio de la desolación?

A esa geografía tan vacía y magnífica le llega el invierno, y no se trata simplemente de la época más cruda del año, sino que ese invierno sirve de contexto a la cinta, es un lienzo virgen (o casi) favorable para el desarrollo de los personajes. En invierno el hotel apenas tiene clientes, y ellos se encuentran solos ante sí mismos, sin otras formas, colores o personajes que les distorsione. Los personajes desde luego parecen sacados de la literatura rusa. El protagonista es ese intelectual, señor de sus propiedades, sumido en cierta soledad, cierta incapacidad para actuar. Su hermana, muy parecida a él, pero mujer, lo cual es importante porque de la tradición uno escapa difícilmente, choca con su hermano, debe hacerlo, ese es su rol, y le muestra otra cara de la verdad porque puede ver por encima de él. Hay algunas escenas en que ambos hermanos están en el despacho de Aydin, es un momento de intimidad, a solas cuando ya ha oscurecido, él escribiendo en su ordenador, ella detrás, ojeando una revista y clavando su mirada en la nuca del hombre, abriendo la conversación como quien dispara primero. Y sin embargo ambos representan lo mismo, al individuo absorto incapaz de poner los pies en el suelo.

Otro personaje es la mujer de Aydin, una joven belleza a la que no le falta inteligencia, ella intenta encontrar un sentido a su vida. Los tres están encerrados en sí mismos, en sus roles, los tres perdidos, expectantes y solos, rodeados de invierno. Cabe añadir que el hotel se encuentra en las alturas, desde donde se puede vislumbrar el territorio habitado por esa especie de súbditos. No sólo eso, su posición también les aleja de la realidad. Los personajes secundarios son dependientes de esta tríada de forma más o menos directa. No sólo de sus decisiones, sino también de sus inacciones. Comienza la película y un niño lanza una roca contra la ventana del coche de Aydin, una respuesta nacida de la violencia, una violencia provocada por la actitud del protagonista. Difícil de comprender, quizá.

La trascendencia del gesto

Pero hablábamos de los gestos, porque esta tríada protagónica se mueve en torno a su obsesión por los gestos, por qué hacer y cómo, contrasta con los secundarios más miserables que actúan sin fijarse en ese cómo, por necesidad y un deber moral sencillo que Aydin y su hermana sólo retuercen. Son ejemplos del hombre moderno, pudiente, obsesionado con la estética del mundo. La hermana de Aydin busca un gesto para salvarse a sí misma; la esposa, más cercana al mundo real, busca en los otros, en quienes no pueden elegir una manera de encontrarse, su acercamiento hacia ellos será lo que la salve o no; Aydin, por su parte, se mantiene quieto, expectante, lanzando torpes acciones de forma más o menos caprichosa. Ninguno de los tres son héroes, son humanos con sombras alargadas, pero Ceylan tampoco cae en el buenismo, sus personajes pobres no "heredarán la tierra" como dicen las escrituras, ellos tampoco son héroes o víctimas. El realizador simplemente muestra la interrelación entre quien puede y quien no.

Pierre Michon (Cards, 1945) cuenta en su obra con una titulada Mythologies d'hiver (Verdier, 1997). Estarían en sintonía Michon y Ceylan si conversaran, sus obras desde luego lo están. En Mythologies d'hiver, el francés, uno de los mejores escritores del país, galardonado con el Grand prix du roman de l'Académie française en 2009, muestra pequeñas escenas más o menos históricas transformadas en mitos, cuyos protagonistas devienen patrones de las cosas o arquetipos. La prosa de Michon es masiva, vuelve a la tierra, aunque en la punta de su pluma tenga la gloria o la gracia. Es lo magnífico de lo evidente, lo que hay más allá de las cosas simples y es común a todos. De Winter sleep podríamos decir lo mismo, el fondo de la obra es la trascendencia del gesto, y crea una mitología invernal sobre el hombre moderno, ese individuo lleno de absurdos, encerrado en sus ideas, que teme la simpleza de la vida porque quizá se encuentre en ella algo que no desea ver, un reflejo veraz de sí mismo.