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We Were Evergreen: bendita apatía

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En un contexto francés propenso a la neurastenia, existe un grupo musical que al menos tiene el mérito de no empujar al oyente a tomarse un antidepresivo. Estamos hablando de We Were Evergreen, grupo compuesto por tres parisinos expatriados en Londres que ha lanzado su primer disco: algo así como la solución perfecta para escuchar en las tardes de invierno y no tirarse por la ventana.

Francia va mal. Este mensaje se ha convertido en un concepto clave entre nuestros periodistas-economistas, pero se ha extendido igualmente entre los nuevos grupos que inundan las plataformas de descarga de música. Aline, Concorde o Lescop son tan solo algunos de los muchos grupos franceses que cantan a la recesión y en recesión. Vuelven a 1980, año caótico, gris monotonía. De hecho, no pasa un solo día sin que alguna pieza producida por el sello Pop Noire nos hable de una mujer que se ahoga en las corrientes del golfo de Saint-Malo.

Un amor sunshine pop

Y es que, al parecer, en ningún otro momento se ha creado tanto como en las épocas de crisis. Si los años ochenta dieron origen a tantas formaciones en las que se enclava la nouvelle (neo) vague francesa, fue en parte gracias a nuevos los arreglos electrónicos, pero, sobre todo, a raíz del paro. El 10,2% de la población activa francesa se encuentra en situación de desempleo y cualquier artista no puede sino darse cuenta al abrir el periódico cada mañana de que, para describir su época, ahora es necesario cantar la crisis.

Sin embargo, nos encontramos con que la ecuación se complica: ¿qué lugar debemos conceder a aquellos que cantan sobre la vida? Aprovechando el otoño, esta pregunta se convierte en una cuestión crucial, si es que queremos evitar que la juventud prenda la mecha. Menos mal que existe un grupo que aporta algo de alegría a este hastío que nos rodea. Se trata de We Were Evergreen, banda que, a mediados de este año, ha sacado un disco bajo el título Flings (una posible traducción sería romances o ligues). Este está compuesto por cuatro temas que emanan felicidad a borbotones: un amor sunshine pop en el que Vintage Car y Summer Flings suenan como piezas que habrían encajado a la perfección en cualquiera de sus road trips estivales.

De izquierda a derecha, Fabienne, Michael y William.

“Es algo que nos aburre mortalmente”

Junio de 2012. We Were Evergreen acaba de dar un pequeño concierto ante el público del festival Solidays, al que parece haberle gustado a juzgar por la creciente afluencia de espectadores en la carpa. Fabienne, la pianista, está feliz. Vestida con un peto vaquero, se nos presenta todo sonrisas sin parar de golpear frenéticamente su botella de agua contra la palma de la mano. Michael, el guitarrista, es más serio, responde con las piernas cruzadas y, en ocasiones, cuando la pregunta lo requiere, junta los dedos. El tercer integrante, William, no está. Cuando se les pide que expliquen la atmósfera ligera y el aparente candor que su música genera, los dos miembros fundadores replican: “Seguramente eso se deba al placer que nos supone tocar los tres juntos. Pero no es algo que nosotros reivindiquemos, ¿sabes? Nos gusta, pero no nos apetece meternos en algo demasiado alegre, naíf y cursi…” Explicación: es precisamente así cómo la crítica tiende a encasillarlos.

Con el pretexto de que We Were Evergreen utiliza dos instrumentos de una consonancia elemental —el xilófono y el ukelele—, la gran mayoría de medios de comunicación ha asociado sus temas a los de Cocoon o a las influencias de la escena pop dulce e inocente. “Es algo que nos aburre mortalmente”, deja escapar Fabienne. De hecho, We Were Evergreen se define como “un grupo parisino, alternativo de indieelectropop” de lo que solo su nombre podría recordarnos —si hacemos una traducción literal— a las repetidas canciones de siempre: esas que escucharíamos durante un almuerzo en el parque, sentados en el césped, abriendo un bote de paté con una brizna de hierba entre los dientes.

Dulce Francia

Podría ser justo ahí donde más escuece la herida. Tocada por los cánticos apocalípticos, la Francia de las Luces no puede más que encontrar bobas las vivarachas producciones que hablan de Penguins & Moonboots (canción traducida como Pingüinos y botas de nieve). Es sin duda el motivo por el que el grupo decidió instalarse en Inglaterra en septiembre de 2011: “Desde que vivimos en Londres, somos mucho más abiertos. Muchos ingleses creen que es una pena que los grupos extranjeros canten en inglés, pero yo creo que es porque nos identificamos más con ese idioma”, explica Fabienne, cuya voz toma claramente tintes de la de Cécile de France. “El hecho de que haya tanta gente de nuestra generación que cante en inglés prueba sin duda que existe una especie de vacío en la canción francesa y que lo que se hacía en Inglaterra y en los Estados Unidos durante los años noventa era mucho más emocionante”.

La prueba es que, desde que estos tres músicos deambulan por Paddington, encadenan, una tras otra, experiencias musicales que les han colocado en posición de comparar la efervescencia británica con la sosería francesa. “Puedes sentir la diferencia —afirma Michael—. Los festivales, por ejemplo, son mucho mejores en Inglaterra. El Solidays está bien, pero se encuentra en un marco cerrado. Hay carpas, puestos de comida, pero nada más. Allí, hay de todo en medio del campo: hay gente que se disfraza y hace guerras de almohadas. En un festival como el Secret Garden Party incluso hay una isla en el medio. Tienes que coger un barco para ir a ver el concierto. Y, al final, se quema una libélula enorme para hacer una fogata”. Esto explica por qué We Were Evergreen son amantes de lo absurdo, además de las cabezas de animales tan presentes en el videoclip de Vintage Car. “Tener esa libertad en un contexto francés absolutamente esclerótico donde todo debe encajar en un formato” también supone quitarle un poco de hierro a la austeridad.

Fotos: portada, © cortesía de la página oficial en Facebook de We Were Evergreen; texto, © Rob Clayton. Vídeos: WeWereEvergreen/YouTube.

Story by

Matthieu Amaré

Je viens du sud de la France. J'aime les traditions. Mon père a été traumatisé par Séville 82 contre les Allemands au foot. J'ai du mal avec les Anglais au rugby. J'adore le jambon-beurre. Je n'ai jamais fait Erasmus. Autant vous dire que c'était mal barré. Et pourtant, je suis rédacteur en chef du meilleur magazine sur l'Europe du monde.

Translated from We Were Evergreen : God save the spleen