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Una lección para la que no es necesario ser creyente

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Sevilla

Máxima expectación ante la visita de Jorge Mario Bergoglio. Un papa transatlántico de raíces europeas e inmigrantes.

Un pontífice revolucionario que sugiere la introducción en la curia de mujeres, de métodos anticonceptivos o la anulación de cobros por servicios eclesiásticos.

Un pontífice que llega al Parlamento Europeo después de 26 años de ausencia vaticana en la eurocámara.

Accesos, madrugón, trámites, y asombro.

Desde el hotel hasta el Hemiciclo de Estrasburgo esas fueron mis impresiones. Un Parlamento Europeo imponente, majestuoso, el mayor logro de base democrática tras una segunda Guerra Mundial desoladora. ¿Y de repente? Vacío en la sala. A primera hora de la mañana algún que otro eurodiputado suelto para exponer su parecer sobre los objetivos en materia de empleo y desarrollo de la estrategia 20-20.

Hora y media después, pleno repleto y reconfortante redescubrimiento de que el Parlamento está hecho por personas. ¿La magia? El discurso del Papa Francisco I. Ante el desapego actual de la ciudadanía para con las instituciones de la Unión Europea, uno entiende más que nunca que no todo está perdido. Un discurso de aliento para reconducir la manera de gestionar la diversidad de la Unidad de Europa.

Una lección para la que no es necesario ser creyente,  "persona humana". Claramente se ha dirigido a una Europa ensimismada en la imagen, en la apariencia, en la obsesión por la estructura económica y ha repartido para todos. Ante los tecnicismos ha aludido al sofismo como enemigo de un continente que deteriora su propia conciencia identitaria cuando tolera que el Mediterráneo sea un cementerio: "No confundamos la realidad de la democracia con un nuevo nominalismo político: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría".

Café dulce y amargo para todos. Eurófobos, nacionalismos, populismos... aplíquese con serenidad papal, pero aplíquese. Aplauso masivo, Pablo Iglesias entregado e Izquierda Unida ausente. Y de nuevo al frenético ritmo parlamentario que reflexiona y reflexiona y señores, no es precisamente sobre religión, sino sobre humanidad, de nuevo.