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Una investigación sobre la Naturaleza y Causas de la insulsa vida de un estudiante: Una presentación

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La Parisienne de cafébabel

No hay nada más emocionante que un acto público, especialmente cuando es en francés que, aún tras seis meses de verdaderos esfuerzos, no es mi lengua materna. Esta semana tuve mi propio bautismo de fuego – mi primera exposición oral, una presentación. También sirvió para probar hasta qué punto he sido capaz de asimilar las reglas doradas del méthode française.

En la Sorbona por cada asignatura tienes una hora de cours magistral que consiste en una clase con un profesor y dos horas de travail dirigé, que consiste en una clase en grupos reducidos. La intención de esta última es la de tener más tiempo para entrar en detalles y la de ser más interactivo. Pues sí, sería demasiado bueno si fuera cierto. Lo que ocurre en realidad es que cada estudiante elige un tema sobre el que hará una presentación, lo que se traduce en otras dos horas de clase por asignatura a la semana. Después de seis meses he tenido que abrirme paso a través de un número considerable de estas clases y el méthode française y la repetición constante de “la première grande partie, la première sous-partie, la deuxième sous-partie, la deuxieme grande partie etc etc” empieza a sonar a versos litúrgicos de la era Carolingia.

Lección 1: Así no

La calidad de la presentación varía. La mayoría de las veces las exposés son bastante aburridas ya que los estudiantes se dedican a releer el montón de paginas de sus apuntes. Sin embargo, hay veces en que el encargado de la presentación te hace creer que puede haber algo estimulante, él o ella presenta el tema a ritmo humano. Y justo cuando te has ilusionado pensando que la presentación merece ser escuchada, el estudiante extiende sus manos, coge su pila de papeles y empieza a leerlos a la velocidad de la luz. Entonces es cuando vives lo que algunos conocen como una experiencia cercana a la muerte; nombres, imágenes, datos que pasan a través de ti y se transforman en letras y números sin lógica. Pero si tras media hora aún sigues lo suficientemente consciente como para encontrar la salida de la clase, entonces puedes sobrevivir a cualquier cosa.

Lección 2: Así sí

La cosa es que todo se desarrolla en una lengua extranjera y pasas mucho tiempo mirando a una persona y sin entender ni una palabra de lo que dice, lo que te convierte en una persona especialmente sensible a otras cosas. Por ejemplo, la articulación es mi preocupación número uno. La mayoría de los estudiantes se conforman con murmurar monótonamente durante 30 minutos, lo que hace prácticamente imposible diferenciar dónde empieza una frase y comienza la siguiente. Yo, cuando me toca hacer la presentación me aseguro de que C-A-D-A P-A-L-A-B-R-A esté correctamente pronunciada. Puede parecer que estoy dando clase a un grupo de pensionistas medio sordos y que no respeto mucho los órganos auditivos de mi audiencia alerta.

En segundo lugar, cada presentación sigue un plan y la mayoría de las veces los estudiantes deberían escribirlo en la pizarra. En este punto puedes ver el efecto de la desarrollada tecnología de investigación y el repiqueteo constante del teclado: la escritura a mano es ilegible. Por esta razón, decidí evitar a mis alumnos el calvario de descifrar mis garabatos así que imprimí el plan y lo distribuí por la clase. De esta manera todos podrían mirar su papelito y hacer como que les interesa mientras decoran mis grandes parties y sous-parties con florecitas.

Conclusión: ¿Por qué vamos a clase?

¿Cuál es el secreto? ¿Qué nos saca de nuestras camas a las siete de la mañana? Es el reprise, el momento mágico en que el estudiante termina y el profesor sube al escenario y llena los vacíos. Vuelves a descubrir el sentido de tu existencia académica y te sientes increíblemente motivado. Por desgracia este efecto dura poco, siempre hay otro estudiante esperando su turno para introducirte en una nueva aventura intelectual.

Para ser sincera y justa, hay veces que las presentaciones son muy buenas, incluso disfrutas y te das cuenta de que tu generación no está completamente perdida y es lo suficientemente competente como para meterse en la piel de nuestros padres. Eso sí, te sientes más motivado cuando eres tú el que hace la presentación, y eres capaz de cumplir la misión con éxito, o lo que es lo mismo, media hora sin oír un ronquido en la clase. Sabes que se ha acabado y que nunca jamás volverás a exponer a tus compañeros a semejante tormento. 

Soili Semkina