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UE-China: “El momento de equilibrar, no de envidiar”

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SociedadPolítica

La comisaria de exteriores, Benita Ferrero-Waldner, viaja el 15 de enero a China para lanzar una nueva cooperación entre la UE y China.

"China no representa la amenaza que acecha a la mundialización sino que personifica el éxito de la mundialización”. Fuero palabras del comisario de Comercio, Peter Mandelson, el 24 de octubre, el día en que la Comisión Europea acordó una nueva estrategia para las relaciones entre la UE y China en busca de mayor lealtad en las mismas. ¿Qué sabemos los europeos de los chinos? Charla con un empresario chino en Europa.

Yongyang Wang, chino, lleva quince años en España. Vino empujado por la admiración hacia la cultura occidental; le fascinaban los modales, la elegancia. El precio fue caro porque entonces no había forma legal de salir de China; tuvo que dejarlo todo. Empezó trabajando como camarero. Hoy, tiene su propia Asesoría Jurídica en el centro de Barcelona. Muchos acuden a él en busca de la información jurídica que no reciben de los ayuntamientos cuando la solicitan. “Nos tratan como si fuéramos un organismo oficial”, comenta sonriente. Atienden a todo tipo de clientes, aunque en el futuro quiere especializarse en empresas españolas con negocios en China. Su rostro, siempre sereno, se ilumina cuando sonríe. Nació el 22 de enero 1964, el año del conejo; pero sus ojos vivos y cálidos carecen de edad. “En China, a partir de los cuarenta años a uno ya le tratan como a un anciano”, explica. “Sería difícil volver ahora que me he adaptado a vivir aquí.”

Chinos que se hacen pasar por japoneses

En el restaurante chino Confucio hay camareras que vienen y van con camisas fucsia; tallarines y sopas; risas y peces en una pecera. Wang suele comer aquí porque el restaurante está cerca de su negocio.

No ha sido fácil llegar hasta donde está y, aunque no se ha sentido rechazado, sí que advierte que existen muchos tópicos y desconfianzas hacia la comunidad china. “El mismo sustantivo ‘chino’ tiene connotaciones negativas”, afirma sin perder la sonrisa. “Pienso en el barrio chino [el barrio barcelonés donde tradicionalmente se ha concentrado el hampa y la prostitución, NdE.], por ejemplo, nada tiene que ver con nosotros; o los tópicos y leyendas urbanas que circulan sobre los restaurantes, las mafias… Lo peor de todo es la desconfianza, porque dificulta hasta alquilar un piso, montar un negocio o sacar a una chica a bailar. Incluso hay chinos que se hacen pasar por japoneses”, confiesa sin ser uno de ellos.

El miedo al cambio es una preocupación occidental

¿No le parece que nuestras sociedades están comenzando a apreciar la cultura oriental?, me atrevo a sugerir. Wang me desarma de nuevo. “Los occidentales no aprecian la verdadera cultura china, sólo los tópicos, la imagen exótica de un país que no existe.”

Al observar el panorama internacional, el miedo en Europa y Estados Unidos ante el crecimiento chino, Wang achica de nuevo sus ojos en una sonrisa: “el miedo al cambio es una preocupación occidental”, exclama.

Wang proviene de la ciudad de Wangzhou, justo la zona de la que nos llega la mayor parte de importaciones textiles. Preguntado sobre la polémica en torno al miedo a una invasión de productos chinos, reflexiona durante unos minutos mientras da un sorbo a su sopa. “En Europa hay muchos que han salido beneficiados con la irrupción de China en los mercados.” Para Wang, este es “el momento de equilibrar, no de envidiar; el País del Centro aún está muy lejos de los niveles occidentales”.

Tian’an men en el recuerdo

Cuando salió de China, estaba descontento con el gobierno. Vivió el episodio de Tian’an men sin quitarle ojo al televisor, llorando. “Ahora lo he perdonado”, afirma con franqueza. China ha evolucionado mucho en los últimos años y cree que sin aquel error no habría sido posible el desarrollo actual. “Quizás la riqueza no esté bien distribuida”, admite, “pero todo el mundo ha recibido algo y por eso están contentos.”

¿Para cuándo la democracia? “La democracia llegará tarde o temprano”, afirma, “el gobierno se adaptará poco a poco”. Esa lentitud es necesaria, según Wang, porque en China no existe ninguna tradición democrática. “Vosotros, los europeos, tuvisteis a los romanos o las ciudades griegas, pero para mucha gente del campo chino, el voto no significa nada.” La solución, según Wang, pasa por mejorar y extender la educación.

Charlar, estudiar, bailar

Llegó sin hablar una palabra de español, aunque nadie lo diría escuchándole ahora. Habla pausado, claro, es un orador nato. Precisamente una de las cosas que más le gustan de España es que se puedan entablar conversaciones interesantes con la gente. “En China no estamos acostumbrados a expresar nuestras ideas o sentimientos; muy poca gente lo hace.”

Wang combina el trabajo en su asesoría con los estudios de derecho en la UNED. Es consciente de que se necesitan abogados capaces de hablar chino y español. Luego, por las noches, aprende a bailar salsa entre sorbos de Mojito en la salsoteca Agua de Luna. Conoce todos los locales destacados de salsa de Barcelona. Lleva años bailando. Las chicas se sorprenden al verle. Creen que un chino puede dejarlas en ridículo, pero cuando le ven en la pista cambian de parecer. ¿Le sucederá lo mismo a Europa con respecto a toda China?