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"Tras la ideología nacionalista en Hungría se esconde una posible riada de violencia"

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Política

La victoria en las elecciones de abril está garantizada para el partido populista en la oposición (Fidesz) y los extremistas de ultraderecha (Jobbik) según explica Magdalena Marsovszky, especialista en estudios culturales de origen alemán y húngaro y estudiosa del antisemitismo y de la extrema derecha en Hungría

El giro a la derecha de la política húngara es motivo de alarma. A pesar de la prohibición impuesta el año 2009, Magyar Gárda (Guardia Húngara) brazo paramilitar del partido de extrema derecha Jobbik prosigue sus marchas por todo el país, incitando al odio contra los judíos y contra la comunidad de etnia romaní en nombre de las aspiraciones irredentistas de la Gran Hungría, según indica Magdalena Marsovszky.

¿Cómo se define la ideología nacionalista en Hungría?

La asociación pro derechos civiles de los romaníes, encabezada por Aladár Horváth quiere presentarse a las próximas eleccionesLa sociedad húngara puede describirse como una sociedad en paralelo. Por un lado cuenta con un amplio frente nacionalista y, por otro, con uno más reducido liberal, cosmopolita e ideológicamente afín a la democracia. El nacionalismo es ante todo una ideología orgánica, biológica, que concibe la nación como una sociedad étnicamente homogénea. En un segundo plano, es una ideología imperialista ya que abarca a las minorías étnicas magiares de los países vecinos. Es decir, es una ideología que no reconoce las fronteras actuales de Hungría. En todo ello subyace también una ideología revisionista, que precisa de la identificación de un enemigo interno como concepto contra el que definirse: en el caso húngaro, el papel de extranjeros les corresponde a los judíos y “gitanos”.

Sin embargo, es necesario añadir que el antisemitismo húngaro en su forma actual no siempre va dirigido a judíos de carne y hueso sino más bien a todos aquellos que encajen dentro de los estereotipos antisemitas, incluyendo a cosmopolitas, liberales de izquierda, la alta sociedad, la 'intelligentsia' y las grandes ciudades 'pecadoras'. Cualquier cosa que no se corresponda con su ideología nacionalista es tachada de judía. Así es posible que incluso la UE sea concebida como una sociedad promovida por los judíos, cuando de hecho les resulta algo completamente ajeno. El “eje Tel Aviv-Nueva York-Bruselas” es una realidad para determinados círculos en Hungría. Tras la ideología nacionalista se esconde la posibilidad de un gran caudal de violencia.

¿En qué segmentos sociales se dejan sentir los efectos de la ideología nacionalista?

El nacionalismo se encuentra presente en todas las clases sociales y abarca a toda la sociedad húngara. Incluso hay grupos de viviendas sociales nacionalistas. A veces se escuchan anuncios que dicen: “Sólo ciudadanos con conciencia nacional deberían presentar sus solicitudes”. Hay incluso una asociación de taxistas que se autodenomina Jobb-Taxi, que está íntimamente ligada al Jobbik, el partido radical de ultraderecha. Su lema es: “Los ciudadanos con conciencia nacional nos llaman”. Los húngaros dicen: “Cómpranos a nosotros”, lo que por el principio de exclusión implica: “No les compres a los judíos”. Cada verano y en paralelo al reconocido Festival Sziget, la ultraderecha organiza el 'contrafestival' Magyar Sziget (Isla Magiar), que cuenta con una gran concurrencia y pontifica sobre la nación. La ideología nacionalista también se encuentra muy extendida en las escuelas y en los medios de comunicación públicos.

Jobbik ha hecho de la campaña contra los gitanos uno de sus ejes de campaña para las elecciones de abril

Jobbik obtuvo el 14.7% de los votos en las elecciones europeas de 2009 y ahora cuenta con una posición privilegiada para dar el salto al parlamento húngaro. ¿Cómo ha podido un movimiento tan marginal evolucionar en los últimos años hasta convertirse en algo con sentido?

Jobbik dice abiertamente lo que todo el mundo piensa, y recoge la agitación a la que la mayoría de la prensa lleva incitando desde hace años. Los políticos de Fidesz también participan de esta agitación, pero ellos no pasan de las palabras. Y ahora surge una nueva generación revolucionaria que proclama: “Queremos finalmente llevar a la práctica todo aquello a lo que nos han incitado nuestros padres”. El periodista Attila Bujak propuso en su día la teoría de que Jobbik era una invención de Fidesz. Tras su derrota electoral en 2002, Bujak publicó que el antiguo jefe del gabinete del primer ministro, István Stumpf, había sostenido que Fidesz necesitaba un partido pequeño que estuviese dispuesto a decirle a la gente lo que el partido no podía decir en voz alta —al fin y al cabo, afirmaba, Fidesz quería seguir siendo un “partido serio”—. Después de la derrota electoral, el líder de la oposición y favorito en los comicios Viktor Orbán creó los así llamados “círculos ciudadanos”, a los que también se invitó al presidente de Jobbik Gábor Vona. Orbán es, por así decirlo, el padre adoptivo de Vona. En aquel entonces, Vona todavía era un estudiante y pertenecía al club universitario cristiano de la universidad. Tampoco, hasta aquel entonces, nadie consideraba a Jobbik un partido de ultraderecha. En las últimas elecciones locales era muy habitual que los candidatos formasen coaliciones con Jobbik. Sólo ahora en el periodo previo a las elecciones se están marcando las distancias.

Desde la caída del bloque oriental, ¿ha fracasado la Unión Europea en su intento de apoyar a las democracias de Europa Central y del Este?

Fue un error categórico de la Unión Europea que las políticas culturales se dejasen en manos de cada nación y que no exista aún una política europea a nivel cultural y de memoria histórica. Sólo hace falta echar un vistazo a Eslovaquia, donde se ha aprobado una, así llamada, ley de patriotismo. De igual modo, Rumanía y Polonia también tienen tendencias nacionalistas. Hay una ruptura psicológica entre el este y el oeste. Se esperaba que Europa animase un diálogo cultural a nivel estructural: clarificar el significado de la palabra 'nación' por ejemplo. Hubiera supuesto una ventaja dejar sentado el significado político del término 'nación', en vez de condenar a estos países al terreno resbaladizo que su interpretación étnica conlleva. Por ambas partes se ha hablado de políticas culturales sin que se coincidiese en lo que estás tenían de fondo. En Hungría el énfasis recae en una interpretación 'nacionalista y magiar'; en el oeste se pone el acento en la 'democracia'. En las mentes de los húngaros el tratado de Trianon que restableció las fronteras de Hungría tras la I Guerra Mundial todavía resulta chocante en la actualidad y sucedió hace noventa años. Hoy en día aún afloran las lágrimas por su culpa. Tampoco se hace democrática una sociedad socialista de la noche a la mañana —se permitió el libre mercado, pero los sindicatos no se estabilizaron y recurren para su defensa a argumentos étnicos—. Las cosas están volviendo a los cauces de las viejas estructuras de antaño, bajo el lema: “Como magiares, debemos defendernos”. La UE no ayudó a los nuevos estados miembros a aprender la lección de la democracia; lo que constituye un desacierto sin paliativos.

Fotos: Guardia Húngara ©daskar/ Flickr; manifestación antifascista ©Fabien Champion

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Translated from Rechtsextremismus und völkisches Denken in Ungarn: "Ein irrsinniges Gewaltpotenzial"